jueves, 7 de febrero de 2008

Carnaval de palabras y disipaciones

Pedro Manterola Sainz
Hoja de Ruta

Los carnavales son fiestas para el desprendimiento de las tentaciones previo al recogimiento del espíritu durante la cuaresma. Fiestas de la carne, celebraciones de origen pagano con matices religiosos que encuentra sus raíces en los romanos, los griegos, los celtas y los hindús. Celebran lo mismo a Baal, que a Saturno, a Momo, a Dionisio y las lupercales. En este período permisivo y lúdico, también se abre paso el vicio, la lujuria, la alegría, la belleza y la policía. Se permiten abusos, se perdonan pecados y se enseñan rostros, muslos, pechos y caderas con un aire lúbrico que despierta al profano que todos llevamos dentro. Se abandona la carne entre mascaradas, desfiles, disfraces, paseos, gradas, tragos y comparsas. Tanto preocupaba a las autoridades civiles y eclesiásticas la celebración del carnaval, que desde sus orígenes ha sido cancelado, modificado, prohibido y disputado. Ha pasado de Roma a Cartagena, de Atenco a Dusseldorf, de Huehuetla a Río de Janeiro, de Veracruz a Nueva Orleans y de Cádiz hasta San Juan Chamula sin tocar Boca del Río. Lo disfrutan ricos y pobres, hombres, mujeres y mancebos, doncellas y veteranas. Se quema el mal humor y se entierra una sardina. Se reza, se ríe, se goza y hay quien se persigna. Se sufre de mañanita lo que de noche se saborea y se disfruta. Días de ritual, bailes y parodias alusivas lo mismo al calentamiento global, que al gobierno, a la censura y sus practicantes. Eso y más es un carnaval. En todo el planeta, a cualquier hora, en cualquier parte, alguien está celebrando. En Alemania las cervecerías hacen el 40% de sus ventas anuales en estos días. Lo mismo se dispara el uso y abuso de condones que el consumo de cirios y escapularios. Así son las fiestas de la carne. Dispersas, confusas, alegres, profanas, llenas de fe y de tentación. Con la ceniza del miércoles se esconden los pecados, se apaga la música, se esconden las risas y se atempera el calor del cuerpo. Hasta la próxima vez, hasta que el alma pida otra vez su carnaval. En eso pensaba mientras intentaba escribir algo que pudiera sonar coherente. Pero llegaban a mi cabeza imágenes dispersas de origen muy distinto. Voy por partes.
El desfile del Pacto hasta el Acuerdo…
Se anuncia el alumbramiento de un nuevo Acuerdo, hijo del Pacto y padre de la Gobernabilidad, de la Inversión, del Empleo y del buen Gobierno. Después del Pacto de inicio de sexenio, pasado el susto del 2005 y ya superadas las elecciones intermedias, la nueva configuración política y electoral de municipios y legislatura obliga a replantear objetivos, escenarios y protagonistas. Entre discursos constitucionales, pasarelas generacionales y arrebatos sucesorios, llega a nosotros el producto, la creación, la obra que dará cauce al fin de sexenio. En este Acuerdo cabemos todos: partidos, ciudadanos, gobierno, empresarios, agricultores, funcionarios, burócratas, políticos funcionales y disfuncionales, técnicos, rudos, parcelas y fracciones parlamentarias, lo mismo las nuevas que las grandes, las viejas y las menuditas que al grito de “salvación para todos mis amigos” chamuscan el Palacio Legislativo para dar a luz a un nuevo grupo de legisladores con diverso origen y un mismo destino, que los alcanzó hasta llegar a la permanente. Y otra vez: playbol, y todo vuelve a empezar, ahora con nuevo dueño de la cancha, los bates y la pelota. Y el “ampáyer”.
Dice el acuerdo que hay que crear empleos, atraer inversiones, construir escuelas, caminos y carreteras, puentes y hospitales. Hay que bajar apoyos, tecnología y mecanismos de asociación a productores, comerciantes, empresarios y exportadores. Se deben otorgar becas y vincular a los que saben con los que quieren aprender. Es obligatorio llevar seguridad, ley y protección a todo ciudadano que viva dentro de la ley. Es necesidad imperiosa aprender a usar y cuidar el agua, a proteger los ríos, los montes, las playas, los bosques y la selva.
Cuántas cosas por hacer en un sexenio con tres años de vida. Los colaboradores del Ejecutivo intentan seguir el ritmo a un gobierno con ruta fija que tiene en Veracruz estación de paso al 2012. Tal vez, piensa uno, despistado como es, se pueda aprovechar que Veracruz es grande, plural y multifacético, quizá sea posible utilizar sus cuencas y regiones, sacar provecho social y rentabilidad política al unificar y homologar oficinas, delegaciones, jurisdicciones, coordinaciones y juntas ubicadas de manera delirante en cada zona, región y distrito, a lo mejor es bueno crear Comités de Competitividad y Desarrollo Regional de la mano de especialistas en el tema, y dar seguimiento al Plan Estatal de Desarrollo por área y delimitación geográfica, por acciones, logros y metas cumplidas desde la Huasteca hasta las Grandes Montañas, de la Cuenca al Totonacapan, del Papaloapan a Coatzacoalcos y de los Tuxtlas a Chinameca, si se coordinan esfuerzos y se definen acciones conjuntas para apoyar a las Pymes, para construir carreteras, otorgar becas, reconstruir escuelas, apoyar a productores, exportadores y comerciantes, de acuerdo a sus exigencias y necesidades…. Tal vez si la Planeación se acompaña de la Ejecución y la Evaluación, tal vez si se detectan y canalizan liderazgos por región, municipio y distrito…
Tal vez si te callas, pinche Pedro, puedas seguir durmiendo…
El mal ejemplo de un republicano
Los progresistas votan por partidos de izquierda, le van a las Chivas, o al Veracruz, claro, los domingos andan en bermudas y casi siempre son muy alivianados con sus hijos. En política internacional desprecian a Bush, admiran a Felipe González y le mientan la madre a Slim desde su Telcel. Prefieren a Carla Bruni que a Sarkozy y a Maradona sobre Pelé. Actualmente se debaten entre Hillary y Obama, Barack para los cuates. Pero en el campo republicano habita John McCain, un sobreviviente de la guerra de Vietnam, opositor a la guerra de Irak, defensor de los inmigrantes, un político congruente que llama a las cosas por su nombre sin temor de perder votos o simpatías. Alejado del rancio olor a naftalina de los republicanos antediluvianos, mormones de horca y cuchillo que defienden el creacionismo, esperpéntica visión del origen de la vida que mezcla a la cigüeña con Eva, Adán, la serpiente y el estúpido “diseño inteligente”. McCain era considerado el seguro perdedor, el necio del cuento de hadas republicano con un presidente torpe y poderoso que habla de un mundo que no existe y construye a patadas un planeta donde solo quepan él y los suyos. No se rindió. No perdió antes de la batalla. Enemigo de los hijos de la barbarie y el oscurantismo, McCain sobrevivió torturas, burlas y desprecios para levantarse como el muy probable candidato republicano a la Presidencia de los Estados Unidos. Y no estaría mal que lo fuera.
Algo en que creer, alguien en quien confiar…
Un discurso fresco, limpio, que le da fuerza e impulso a una forma distinta de ver el mundo y la política. Es Barack Obama, legislador afroamericano, joven, inteligente, educado. Se enfrenta a la poderosa maquinaria partidista de los demócratas, aceitada por la habilidad y malicia de Bill, la sagacidad de Hilary y la lucidez de ambos. Lucidez a la que siempre le llegan recursos y estrategias de aliados que parecen cómplices. Pareja preparada para dominar a cualquier precio y gobernar a su modo, que es bueno para su país y para el mundo. Obama los enfrenta con soltura, con talento, apoyado por los descendientes del Camelot del que John F. Kennedy fue malogrado guía y monarca. Hombres, jóvenes, mujeres, artistas, actores y personajes con sensibilidad quieren creer que es posible. Y cuando es tan difícil confiar en alguien, cuando el miedo, la envidia, el derrotismo y el conformismo nos aconsejan contentarnos con poco, con lo que queda, con lo que a otros les sobre, pensar que en el país más poderoso del mundo puede gobernar una mujer inteligente es alentador. Pero creer que es posible el sueño de ver a un político distinto, que inspire a un país grande para que sepa alentar al mundo, es mucho mejor.
Eso es Obama.


¿Qué te pasa, estás borracho?
No… pero me siento raro, me siento bien
Lejos de las palabras y los textos acostumbrados, toqué temas en los que soy aún más neófito, disonante e inocente que en los que habitualmente llenan mis hojas de ruta. A mis improbables lectores les ofrezco una disculpa. Pero aún no termino.
Pasa una y otra vez por mi cabeza la imagen de un mariscal de campo que no perdió el partido antes de jugarlo. Hijo de un buen jugador que en los 80´s fue titular en un pésimo equipo, hermano de un ganador del Supertazón, rival del mejor equipo y del mejor mariscal de la liga en el mejor partido de su vida, Eli Manning llegó a Arizona seguro de sí mismo, con el apoyo de su padre, de su hermano y de sus compañeros. Tranquilo, sereno, confiado en su capacidad y su talento, construyó una a una series ofensivas que culminaron con Nueva York abajo en el marcador por tres puntos, a 39 segundos del final. Se sacudió rivales y envió un pase elíptico y perfecto a su mejor receptor. Significó el triunfo de su equipo, los Gigantes (que nombre) y el suyo en particular.
Jugó, corrió, improvisó. Fue inteligente e impredecible. Ganó cuando nadie creía en él. Solo su familia y sus compañeros. Y él mismo. Ganaron todos. Y fue más que suficiente.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Transportistas, firmes

Lázaro Cárdenas Pérez

No es con manifestaciones, marchas ni con cualquier otro tipo de presión como el gobierno estatal entregará los títulos de concesión para taxi producto de la regularización ordenada por el gobernador Fidel Herrera, consideró el secretario general del sindicato nacional de Trabajadores y empleados de la industria del Transporte y la Construcción CTM, Adelfo Toledano García, quien destacó que la organización que representa seguirá en espera de ese beneficio de forma pacífica y siempre respetando las disposiciones gubernamentales.
Entrevistado en esta ciudad posterior a encabezar un acto multitudinario en el puerto de Veracruz, en la que 23 organizaciones de transportistas se adhirieron a la Delegación Estatal 04 del sindicato que representa, Toledano García destacó que las concesiones de la regularización deberán entregarse a organizaciones serias que presenten esquemas de trabajo, capitalización y beneficio para sus agremiados, que representen a su vez una captura de impuestos para el gobierno.
“Nosotros somos gente de palabra, como lo es el gobernador Fidel Herrera Beltrán, así que seguiremos esperando el beneficio para nuestros agremiados con lealtad y disciplina, tal como los habíamos mencionado desde un principio, confiamos en que seremos beneficiados porque estamos trabajando de manera transparente, seria y con los esquemas financieros adecuados; nosotros por ningún motivo afectaremos el estado de derecho; no es ni será nunca nuestro estilo.”
Por ello, lamentó la serie de movilizaciones que diversas organizaciones de taxistas han realizado con el fin de obtener una concesión y de paso les hizo un llamado a implementar esquemas y replantear sus solicitudes, buscando siempre el beneficio colectivo para sus agremiados.
En otro tema Toledano García se refirió a la adhesión al sindicato que representa que hicieron 23 organizaciones de transportistas del puerto de Veracruz, agrupadas como Frente Único del Transporte de Veracruz (FUTV) con la cual se unieron a la Delegación estatal 04 del sindicato nacional de trabajadores y empleados de la industria del Transporte y la construcción CTM con sede en esta capital 293 concesionarios y 670 choferes. (943)
Toledano García explicó que éstos se unirán a los 257 concesionarios y 760 choferes que ya forman parte de la de la delegación estatal 04; aunados a los 171 compañeros que cuentan con acuerdos de concesión para mixto Ruiral y 216 choferes.
“Esto nos da un gran total de 2 mil 367 agremiados en todo el estado de Veracruz; lo que nos convierte en la organización de taxistas más fuerte de la entidad. Lo cual es una muestra de que los valores agregados del programa de capitalización de la empresa Seafinco, que es la que nos da la asesoría corporativa, están dando sus primeros resultados… y vamos por más”, finalizó.

martes, 5 de febrero de 2008

Constitución Jubilable I

Juan Antonio Nemi Dib
Historias de cosas pequeñas

Mañana, en cientos de plazas públicas de México se harán honores a la Constitución de 1917. Muchos niños cantarán himnos y recitarán poemas y quizá todavía algunos adolescentes pronunciarán discursos festejando los primeros 91 años de vida de nuestra ley fundamental; se recordará fervorosamente a los diputados constituyentes de Querétaro y a don Venustiano Carranza; políticos y jurisperitos afirmarán que dicho estatuto ha dado un marco de estabilidad a nuestra convivencia y que las diferentes crisis político/sociales del último siglo, incluyendo la “transición” electoral del año 2000, se han superado gracias a la Constitución vigente.
En mi generación, en muchas generaciones antes que la mía y en algunas después, hemos crecido con la idea de que nuestra Constitución es baluarte del estado de derecho, una especie de garantía de unidad nacional y herramienta de progreso a la que debemos honrar y celebrar pues de ella nace –entre otras cosas— el poder legítimo de los que tienen autoridad para gastarse el dinero de todos, y para recaudarlo por supuesto, también de la Constitución nace la fuerza legal para castigar (incluso físicamente) a quienes se portan mal, para negociar con otras naciones a nombre de todos nosotros y, teóricamente, para proteger a los débiles e igualar sus oportunidades.
Ahora mismo recuerdo a varios maestros llenos de orgullo sincero, diciéndonos que la nuestra es una de las mejores constituciones del mundo, que muchos de sus contenidos han sido copiados y que fue pionera en eso de incluir entre sus postulados un modelo de desarrollo social equilibrado y justiciero.
En realidad, una constitución es mucho más que una lista de cosas permitidas y otra de cosas prohibidas, es mucho mas que un reglamento deportivo que dispone la forma en que se acomodan los adversarios sobre la cancha y cómo se decide quién gana y quién pierde la competencia; una buena constitución no sólo resume derechos y obligaciones y distribuye el poder público de una u otra forma. Una constitución modela, describe y organiza a una comunidad, una constitución es un proyecto de futuro que –se supone— reúne y sintetiza las aspiraciones de todos y establece la forma más adecuada de responder a las necesidades de los miembros de esa comunidad, sin exclusiones.
Por eso las constituciones son, en realidad, pactos sociales, acuerdos colectivos que necesitan del más completo consenso para funcionar y tener validez. Una constitución fracasa si se le impone por la fuerza y fracasa más si aquéllos a quienes mandata no la respetan, no la aceptan e incluso, en ocasiones, ni la conocen. La teoría constitucional propone que, una vez aprobada y filtrada por los mecanismos adecuados, una constitución debe cambiarse lo menos posible, para respetar la esencia de los “acuerdos fundacionales”, acuerdos que deben ser muy reflexionados antes de convertirse en principios constitucionales inamovibles. A eso se debe que los requisitos para modificar una constitución sean muchos más que los exigidos para cambiar sólo una ley.
Ciertamente, la constitución que celebraremos mañana no se ajusta a esa idea de estabilidad y unidad. Apenas el 6 de febrero de 1917 –a 24 horas después de ser promulgada— fue objeto de su primera rectificación mediante el procedimiento de “fe de erratas”. Actualmente, uno va a la librería y compra un ejemplar de la constitución vigente sabiendo bien que será un libro desechable, como libro de novela por entregas que pronto se hará obsoleto, quizá en el inmediato período de sesiones del Congreso.
Mediante aclaraciones, declaratorias, leyes, decretos y esa fe de erratas, la Constitución ha sufrido, hasta ahora, 467 reformas, ¡si!, cuatrocientas sesenta y siete reformas. Estadísticamente, cada artículo de la Constitución se habría cambiado ya en 4 ocasiones. Ello significa que, en promedio, se han modificado, reducido o agregado 26 preceptos constitucionales en cada periodo presidencial, aunque esta cuenta es muy relativa si consideramos que durante las gestiones de Portes Gil y Ruiz Cortines sólo se cambiaron dos artículos, mientras que 77 se modificaron en tiempos de Zedillo, 66 con De la Madrid, 40 con Echeverría, 55 con Salinas y 31 con Fox.
En promedio, desde que nació, la Constitución cumpleañera ha sufrido 5.1 innovaciones por año, es decir, un cambiecillo cada dos meses y medio. Esta realidad es concluyente: queda muy poco del proyecto original de México en que pensaron los constituyentes de 1917; y lo que sigue es evaluar el propósito que motivó tantos cambios y medir, en cada caso, los beneficios y perjuicios que se produjeron con esas transformaciones constitucionales.
El gran conflicto no está, sin embargo, en el número de reformas a la Constitución, pues también es cierto que una ley eficaz debe ser flexible y capaz de actualizarse al mismo tiempo que evoluciona la sociedad a la que regula; el gran conflicto está en la percepción errónea (pero muy arraigada y más socorrida), de que cambiar y volver a cambiar la Constitución es el [único] camino para resolver problemas ancestrales de México, como si la ley tuviera poderes mágicos y fabricara por sí misma buenos ciudadanos, buenos gobernantes y buenas instituciones, como si –por ejemplo— por decreto legal se controlara la economía. El gran conflicto está en la falta de identidad y los “recules constitucionales extremos” que en estos 91 años han proliferado en muchos temas de fondo.
El gran conflicto es que en apenas 17 meses de esta legislatura federal y 15 del Gobierno de Calderón, la Constitución ha sufrido ya 25 modificaciones… y las que faltan.
antonionemi@gmail.com