miércoles, 22 de junio de 2011

La tragedia de escribir

Salvador Muñoz
Los Politicos

En serio que resulta difícil escribir. No porque las ideas no cuajen, no caigan, no se asienten. Temas, hay muchos, como el hecho de que alarme a conocidos la presencia de soldados en la avenida Lázaro Cárdenas como resguardando una camioneta en uno de sus carriles. A lo mejor era de ellos, pero su presencia araña ligeramente al miedo. ¿Debemos tener miedo a los soldados? No. No creo. Creo que no debemos. Es más, realmente no tenemos miedo a los soldados sino nuestro mayor temor es vernos envueltos en ellos, ya sea por una revisión de rutina o en una balacera...
En verdad... resulta difícil escribir en estos días. No porque tenga temor a la censura. Yo la entiendo. En serio. No soy dueño de las planas. Soy un simple colaborador que deja al libre albedrío de un director mi opinión. Y se la dejo para que la lea, la disfrute, la odie, la comparta y si cree conveniente, la publique. No, no tengo miedo a la censura. Tengo miedo a la auto-censura. Mi auto-censura. La vivo todos los días. ¿Escribo o no? tan fácil sería ocupar ese tiempo que me lleva escribir en dormir un rato que tanta falta me hace, pero no... ¡ahí está ese pinche gusano diciéndome!: Es disciplina, escribe seis días a la semana, no refritees boletines, mueve tus neuronas, mantenlas vivas, ten criterio propio, no permitas que te den línea...
Pero a veces resulta sumamente difícil escribir tan solo una línea...
II
Leo los cabezales a unos amigos de las últimas noticias: “Sufre Acapulco ola de asesinatos: 19 en un día”... “Por poncharle su balón de fut, la mata a tubazos”... “Matan a dos niñas de 7 y 14 años de edad; ofrecen recompensa”... “Protesta México por muerte de mexicano tiroteado por agente de EU”... “Un estadounidense mata a sus dos hijos y luego se suicida”...
Me preguntan en dónde leo eso... les digo que del “Excéslsior”. Se sorprenden. Yo, me tranquilizo. Su nivel de incredulidad es tan similar a la tarde de nubarrones en Xalapa que, de repente, se abrieron ante la presencia del sol.
¡Exacto! La tragedia aún no se ha vuelto parte de nuestra cotidianidad.
Entonces se vuelve un aliciente para debatir ese “a veces resulta sumamente difícil escribir” y te da ánimos para empezar una línea, la punta del hilo que te lleve a la puerta de Asterión y das gracias a Ariadna sin ánimos de ser Teseo...
III
Y cuando me resulta difícil escribir es porque de seguro hay algo que me deprime... no es la censura de los amigos... no es los cabezales de los diarios... es una especie de impotencia ante hechos que aún lastiman y que está de más comentarlos. Como “opinistas”, columnistas, articulistas, periodistas, reporteros y como miembros de la sociedad, han de saber a qué me refiero.
IV
No hago tragedia. Curioso. Su etimología se burla de mí. “Tragos” (chivo) y “Oda” (canto) conforman a la palabra. ¿Canto al Chivo? Bueno, más bien a Dionisios, pero en la mitología se le representa como a un chivo.
Hoy, nuestra tragedia son los cuernos de chivo. Ya no los cantos.
Esto me recuerda un cuento, de cuando la máxima autoridad (alcalde, gobernador, presidente... el que usted quiera) de un pueblo, ciudad, estado o nación llega a una escuela a entregar un domo... ya ven que están de moda.
Justo en ese momento, los alumnos discutían el significado de una palabra: Tragedia.
El político quiso participar haciendo didáctica la clase y pidió un ejemplo de tal palabra:
Un pequeñín alzó la mano y dijo: “Si mi amigo juega en la calle y de repente lo atropella un camión del servicio urbano ¡es una tragedia!”
¡No! fue la respuesta del político... “eso sería un accidente”...
Otro niño se levantó y dijo: “Si una guardería de repente se incendia y muchos niños mueren; otros, se queman y los responsables no son castigados ¡es una tragedia!”
¡No! respondió el político... “A eso podríamos llamar una gran pérdida”...
Uno más levantó la voz y dijo: “Si mis amiguitos están en una fiesta y de repente llegan los sicarios y disparan contra ellos, sin deberla ni temerla ¡es una tragedia!”
¡No! respondió el político... “Sería una lamentable confusión”...
Ya medio desanimados, uno todavía alzó la mano y dijo: “Si mi amigo va por el paseo de Los Lagos y lo asaltan y matan ¡Es una tragedia!”
¡No! ¡No! ¡No!... respondió un poco enfadado el político... “eso sería un hecho desafortunado... ¿qué no hay quien me dé un buen ejemplo de Tragedia?”
Una manita se alzó al fondo... el político le cedió la palabra, pensando en que tenía que cambiar al titular de Educación: “A ver, hijo, dime...”
El niño empezó a hablar: “Si al salir en estos momentos de la escuela y aborda su helicóptero que lo trajo hasta aquí, y en pleno vuelo explota pues el Crimen organizado le lanzó un bazukazo muriendo usted en el instante ¡eso sí sería una tragedia!”
¡Clap, clap, clap, clap! Sonaron los aplausos que inició el político y le siguieron la bola de paleros que por lo regular lo acompañan a diversos eventos. Una foto al chamaco con el político. Los reporteros acechando al estudiante y el político, de nuevo, tomando el control de la situación, pide silencio y dice: “Muy bien, muy bien, pero dime... ¿cómo llegaste a la conclusión de que mi muerte sería una tragedia?”
El niño respondió: “muy fácil, señor: Porque, primero: no sería un accidente; segundo: no sería una gran pérdida; tercero, qué bueno que no fue una confusión y por último, ni sería un hecho desafortunado”.
V
¿Qué sería de nosotros si en nuestra tragedia no hubiera algo de drama y comedia... a lo mejor, nos costaría trabajo escribir.

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