jueves, 30 de mayo de 2013

Los tránsfugas

Emilio Cárdenas Escobosa
De interés público

Siempre que hay elecciones es ya un lugar común hablar de los cambios de camiseta de quienes aspiran a las candidaturas o de reacomodos y desprendimientos en grupos y equipos políticos. Los amagos de abandonar las filas del partido en el que se milita y donde se busca ser nominado, las deserciones y el abandono de plano del partido o la causa están a la orden del día. No obstante, el asunto de las deslealtades y traiciones, por desagradable y condenable que parezca a primera vista tiene un trasfondo interesante a la luz de la ciencia política.
Allá por el año de 1990, dos autores franceses, Denis Jeambar e Yves Roucaute, defendieron la lógica de la traición en un pequeño volumen publicado bajo el título de Elogio de la traición (Sobre el arte de gobernar por medio de la negación), texto polémico cuya tesis central se resume en que sólo la traición permite gobernar.
Para los politólogos franceses Jeambar y Roucaute existe una justificación válida del accionar de los tránsfugas, pues consideran que la traición es un acto fundacional de la política, que complementada con la flexibilidad, adaptabilidad y el anti dogmatismo forman parte de los cambios de quienes hacen política. Su aserto de que "Gobernar es ante todo traicionar" es sin duda francamente provocador.
Sin embargo, la tesis de los franceses debe verse más bajo la óptica del pragmatismo político que de la traición desde el punto de vista de la ética y la moral. De acuerdo a este enfoque los tránsfugas estarían guiados e identificados por un pragmatismo que, aunado a una férrea defensa de sus derechos individuales, valores fundamentales de una sociedad de libre competencia y mercado político, los lleva a abjurar de sus creencias y simpatías previas hacia un personaje, ideología o partido político.
Argumentan que incluso cambiar de bando puede perfectamente ser señal no sólo de buen gusto, sino de estricta dignidad para con determinados presupuestos de justicia que pueden entenderse lesionados en el desarrollo del tiempo. Por lo que si no se parte de la maldad del tránsfuga puede entenderse que éste, ante lo que entiende es una traición a lo que significaba el partido o el programa, obra en conciencia. Desde este punto de vista, el cambio de agrupación política podría interpretarse como un acto racional.
No obstante, el resultado previsible de esta forma de actuar es el divorcio del ciudadano del discurso de la élite política, lo que socava la legitimidad de los sistemas de representación y explicaría la baja creciente en la participación electoral. Porque al ver que la traición, el cambio de rumbo y el llamado "pragmatismo" son la forma de hacer política y que a pesar de mensajes y ofertas de cambio estos anti valores están profundamente arraigados en la lógica del sistema, la gente justificadamente desconfía de los políticos.
De ahí que aún con elaboraciones teóricas que pretendan justificar o entender las motivaciones de las deslealtades y el transfuguismo, y más allá de cualquier discurso o alegato que pretenda justificar una conducta de esa naturaleza, la falta de principios que implica la traición en política es más que clara. Se adultera el sentido de la acción política como instrumento para servir a la colectividad y queda únicamente el rostro de la ambición, el revanchismo y la frustración de quienes cambian sin más de camiseta o actúan como caballos de Troya en las filas de su organización.
Por ello, ante la actualidad de este tema dada la actual coyuntura política y la trayectoria y motivaciones que conocemos en muchos de nuestros políticos ¿Habrá en verdad alguien que pueda arrojar la primera piedra? ¿Usted qué opina?

jecesco@hotmail.com



1 comentario:

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