jueves, 30 de mayo de 2013

Pepe El Toro para diputado…

Roberto Morales Ayala
Zona Franca

Por más que se quisiera, es imposible no hallarle a la política su lado chusco. Carolina Viveros y el grupo de consejeros electorales ya lo hicieron. Quizá no se lo propusieron, pero nos han sorprendido y lo harán más cuando en la boleta de votación aparezca, además del nombre, el apodo con que se le conoce al candidato.
La propuesta se hizo tiempo atrás. No faltó quien lo tomó a broma. Yo —les confieso— así lo vi. Otros la descalificaron porque la democracia, decían, es cosa seria. Sí, y también corrupta. A menudo, quienes ganan las elecciones no son los más buenos ni los más aptos. Ganan quienes logran engañar a los votantes, ya sea con un discurso o con una despensa. Pero la democracia también tiene su lado amable y divertido.
Aquel proyecto parecía inviable, frívolo y condenado al fracaso. Pero este lunes 27, el consejo general del Instituto Electoral Veracruzano lo razonó, lo argumentó, echó mano de la experiencia de otros países, como Argentina y Panamá donde aparece impreso en la boleta el nombre y apodo del candidato, y finalmente lo aprobó.
Parecía una broma, pero hoy es una realidad y así se verá el 7 de julio cuando el elector llegue a la casilla de votación, entregue su credencial, verifiquen que aparece en la lista nominal, le entreguen sus boletas y llegue a la mampara para marcar la papeleta y vea ahí, junto al emblema de su partido favorito, el nombre del candidato y en ciertos casos, el apodo, el alias o como dice la resolución del proyecto, el hipocorístico.
En campaña suelen usarse apodos para identificar de mejor manera a los candidatos. Fidel, decía la propaganda de Herrera Beltrán, en 2004. Renato la de Renato Tronco, entonces abanderado por el Partido Acción Nacional. Marcelo, en Coatzacoalcos, en referencia a Marcelo Montiel Montiel. Y así en todos los municipios.
Los mexicanos somos dados a acortar los nombres, supuestamente para familiarizarnos más. Decimos Coatza en vez de Coatzacoalcos; Cosolea, en vez de Cosoleacaque; Mina, en vez de Minatitlán. A la selección mexicana de futbol le llamamos El TRI en alusión al tricolor o a los tres colores de la bandera.
En política es igual. Fox identificó a Vicente Fox Quesada y de ello sacó ventaja pues sus adversarios en la contienda presidencial del 2000 eran Cuauhtémoc Cárdenas, al que nadie le dice Cuau o Temo, o a Francisco Labastida todo mundo le siguió diciendo Francisco Labastida.
La mercadotecnia política sugiere que al personaje se le identifique con un sobrenombre corto y pegajoso, con el que se puedan enganchar los electores. Sirve, además, para lograr el impacto que debe tener un anuncio espectacular o un spot televisivo, una barda, una lona o un pendón.
No hay quien quiera tirarse la letanía de decir Luiz Inácio Da Silva cuando todo mundo le llama Lula al ex presidente de Brasil, pero es un engorro decir Cristina Fernández viuda de Kirchner, al referirse a la presidenta de Argentina.
En Veracruz, un apodo o un alias que se fijó en el ánimo de todos fue Fidel o tío Fide, aunque ahora su nombre provoque urticaria y propicie mentadas y condenas.
Cuando los apodos son generosos, hasta el que lo porta se enorgullece. Pero cuando son hirientes o punzantes, provocan la burla y el escarnio.
Los apodos aparecerán impresos en las boletas electorales y serán los que los candidatos autoricen. En los documentos de registro sólo se citará el nombre.
O sea, nadie, ningún candidato, será exhibido atribuyéndole un apodo que le desagrade o que lo descalifique, aunque hay políticos a quienes les complace que los identifiquen con un alias que raya en la ridiculez.
Por ejemplo, al ex diputado Américo Zúñiga Martínez, ahora candidato a la alcaldía de Xalapa, le encanta que lo llamen “Capitán América”, quizá por lo ágil, lo esbelto o por su compromiso con la sociedad. Bien dice el dicho, dime de lo que presumes y te diré de lo que careces.
No faltarán electores que acordes con la dinámica del apodo en la boleta electoral, se tomen su tiempo para escribir un alias punzante al referirse al personaje que aparece en la papeleta de votación.
Si Fidel Herrera fuera candidato a diputado, seguro en miles de boletas aparecería el apodo “La Nauyaca”. Si Javier Duarte fuera candidato, seguramente lo llamarían “El gordobés”. Si Miguel Ángel Yunes Linares también buscara la diputación, su apodo sería “El can azul”, como le llama Fidel.
Al hijo de Yunes Linares, el joven Miguel Ángel Yunes Márquez, postulado por segunda ocasión para la presidencia municipal de Boca del Río, le pondrían “Chiquiyunes”, y a Rafael Acosta Croda, candidato panista a la alcaldía de Veracruz, “El loco” o “Acosta Cruda” con eso de que empina el codo desde que el sol lanza sus primeros rayos del día.
En el sur, el apodo para Gonzalo Guízar Valladares, candidato panista a la presidencia municipal de Coatzacoalcos, sería “El porro” o “Chalo”; su adversario, el priista Joaquín Caballero Rosiñol, “El Joaco” o “El tierritas”, por todas aquellas de las que se fue apropiando cuando fue secretario de Obras Públicas de Marcelo Montiel, su padrino político.

Si Marcelo Montiel, actual secretario de Desarrollo Social del gobierno de Veracruz, fuera candidato, los electores le estamparían el alias del “esmeralda” por su gusto en vestir de ese color; al ex alcalde Iván Hillman Chapoy, “El mongol”, como le llama uno de los ex líderes del Grupo Integra; a Renato Tronco, aspirante a diputado local, “El ratón vaquero” y a su hermano Miguel, candidato a la alcaldía de Las Choapas, “El Ratón Miguelito”.

Rafael García Bringas dejó el PAN, regresó al PRI y quiso ser diputado. Los votantes le habrían estampado el apodo de “El pájaro” o “El buitre” en la boleta electoral. Ciro Félix Porras, candidato priista a diputado por Minatitlán, es conocido como “Cirito”, pero sus detractores le llaman “Totalmente palacio”, ya que viste de lujo y siempre anda perfumado, pero como dice el refrán “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”.

La picaresca mexicana es inagotable. Y la veracruzana más. Con un poco de imaginación al catálogo de apodos para identificar a los políticos, no faltará “El uña larga”, “El mapache desnudo”, “La rata voraz”, “El insaciable”.

Si Pedro Infante viviera y se postulara para una diputación en Veracruz, en la boleta aparecería el célebre “Pepe el toro”. Y todo gracias a la decisión del IEV para que los candidatos puedan usar sus apodos en las boletas electorales.

(romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)

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