jueves, 18 de septiembre de 2014

Del místico Erik a la profanadora Cyrus


Salvador Muñoz
Los Políticos

En la muñeca derecha de Erik Porres hay dos pulseras que acusan tiempo.
Su presencia contrasta con su imagen impecable, como de “Javi Noble” le dije y se soltó la carcajada. Pero esas pulseras le dan un aire de “hippie”, confesó él y es que si hay algo que le preguntan, creo que por el twitter, es eso, si es hippie, ¡y yo que pensaba que llegaba al nivel “hipster”!
Una de las pulseras tiene su aire místico… es la roja. Cuenta que en un viaje a Brasil por parte del Gobierno estatal para platicar con empresarios de Odebrecht, a su arribo, unas mujeres (curanderas, santiguadoras, hechiceras, brujas, como quieran llamarles) les hicieron un ritual lleno de oraciones y al final, les pusieron a cada uno de los funcionarios veracruzanos que iban en ese comité, una pulsera roja.

II
Somos un pueblo místico… todo gira en torno a magia, creencia, fe… me fascina la gente que lleva a bendecir su carro pero más me fascina aquél que le pone un rosario ¡pero no cualquier rosario! éste debe estar bendecido.
Me gusta lo místico aunque el intentar entrar en contacto con el más allá, en alguna ocasión, sólo originó que se hablara mal de un amigo y de mí, que jugamos con la famosa Ouija.
Teníamos entre 13 y quince años. Memo atendía un estanquillo cerca de la estación de tren, allá en Orizaba y yo, saliendo de la escuela, pasaba a verlo para tomar un refresco, comer una torta y platicar.
Una noche, cuando llegué, me mostró una Ouija… “¿lo intentamos?”, me preguntó; “¡Va!”, le respondí. Ignorantes del asunto, ambientamos el escenario dentro del estanquillo. Medio cerró la ventana metálica, apagó la luz, y en una suave penumbra, cada quién intentó que la Ouija se deslizara sobre la tabla… pasaron cinco minutos… diez… ¡y nada! Frustrados, desistimos de entrar en contacto con el más allá. Prendió la luz, abrió la ventana, me salí y me despedí, cuando a la entrada de la estación, alcanzamos a escuchar una frase: “¡Pinches putos!”

III
Hace una semana, las vendían como pan caliente en las esquinas de las principales calles, estoy seguro que de cualquier ciudad del país. ¿A qué precio? Quizás 15, 20 o hasta 30 pesos, dependiendo del tamaño, creo yo… realmente nunca he comprado ni una, pero al igual que la gente que bendice su carro, casa o rosario, ésta que compra una bandera y la pone en su vehículo, ventana o donde sea, provoca en mí, una fascinación increíble porque no dejo de ver cierto misticismo en un pedacito de tela.
Y tan es así, que Miley Cyrus provocó el enojo de legisladores de Nuevo León por el uso que le dio en su trasero de utilería, a una banderita que algún fanático le dio. De acuerdo a la perspectiva de los diputados, se cometió un sacrilegio, se ofendió, se ultrajó a un símbolo patrio.
Estoy seguro que ese lábaro patrio que defienden los neoleoneses fue comprado en una de esas esquinas que al inicio de este apartado comentaba. ¿No hay una Ley que impide el uso lucrativo de los símbolos patrios?
El depositar nuestro patriotismo en un pedacito de tela se vuelve místico, tanto como cuando aparece la silueta de Jesús en una tortilla quemada.

IV
“Estoy seguro que de todos los funcionarios que fueron en esa ocasión a Brasil, eres el único que conserva la pulsera”, le digo a Erik Porres Blesa, quien responde que seguramente sí. Se confiesa un amante del misticismo, por eso ponía mucha atención cuando platicaba de alguna ocasión que nos “espantaron” a unos amigos y a mí en el Cerro del Borrego, cuando éramos chavales. Si tenía duda sobre ello, su muñeca izquierda me lo confirma: Tiene una pulsera negra, una tipo “Power balance”, que dice que es para darle estabilidad, aunque si se la quita, igual, se mantiene estable…
Sí, somos un pueblo místico, llenos de fe, de creencias y magia… ¿y de la otra pulsera que lleva Erik? Ésa tiene un significado de amor, pero quizás sea tema para otra columna en posterior ocasión...

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