viernes, 19 de diciembre de 2008
Guízar a Lerdo
Magno Garcimarrero
Consternación es la palabra apropiada para describir lo que sentí al leer la noticia de que el presidente municipal de Xalapa, añade a sus ya muchos errores, el de pretender erigir una estatua de Rafael Guizar en la plaza destinada a la memoria de don Sebastián Lerdo de Tejada, en el mero centro neurálgico de la ciudad que es a la vez centro del Estado. Espero que su gran idea, se quede en el rincón de las equivocaciones como la anterior que tuvo de poner una zona de tolerancia (léase burdel) para los xalapeños, en el vecino municipio de Emiliano Zapata y junto a la editora de gobierno.
La ocurrencia, que quizá no sea de él, lo que lo exoneraría de alguna manera, incurre en varias violaciones que evidencian ignorancia, si queremos disculparlo; sumisión a ciertos grupos retardatarios en peor caso; o mala leche que, los ciudadanos pensantes no podemos permitir.
1º Viola el artículo 24 constitucional en su tercer y último párrafo (y 21 de la ley de asociaciones religiosas y culto público que dice casi lo mismo): “los actos religiosos de culto público se celebrarán ordinariamente en los templos. Los que extraordinariamente se celebren fuera de éstos se sujetarán a la ley reglamentaria”.
Y bien, lo que se pretende obviamente es sacar el culto de Guizar a la calle, lo que está limitado nada menos que por la Carta Magna de nuestra Nación, y la ley reglamentaria de la disposición aludida.
2º Se viola la libertad de cultos, la laicidad del estado mexicano y el mandato que obliga a abstenerse de dar preferencia a un determinado culto; porque no se puede ignorar que para suerte de los mexicanos, existen ahora multitud de religiones para escoger y no sólo una. Los que profesan creencias distintas a la católica, no estarán de acuerdo en semejante atentado, o se pondrán celosos por la preferencia que se da a una, o tal vez quieran erigir también alguna estatua a Martín Lutero o a la Santa Muerte, o porqué no, a San Jesús Malverde (el ángel de los pobres) santo al que se encomiendan los narcotraficantes, y a quien ya han hecho capillas de adoración además de Culiacán, Sinaloa, en Tijuana, B. C., en Cali Colombia y en Los Ángeles, California.
3º El argumento de que con eso se atraerá a la ciudad “turismo religioso” es urbanísticamente torpe porque apenas cabemos en esa área y también porque el lugar es del pueblo y no de los curas aunque esté en la vecindad de la catedral, y además porque las iglesias tienen prohibido lucrar. Ya me imagino la estatua en medio de un mitin de seguidores de Andrés Manuel López Obrador o recibiendo las expresiones escatológicas de los cuatrocientos pueblos.
4º La plaza Lerdo, se llama así en honor a don Sebastián Lerdo de Tejada, jalapeño ilustre, presidente de la república, liberal de cepa de los que combatieron al lado de Benito Juárez a las fuerzas más nefastas que en aras de sus intereses de grupo, pretendieron echar abajo la república y se opusieron, como se han opuesto hasta la fecha, a que el pueblo llegue a la mayoría de edad intelectual, para poder seguir sacándoles el diezmo a cambio de una mítica y absurda vida feliz después de la muerte. La erección de una efigie de un santo sobre la plaza Lerdo, representa un ataque, una burla a ciento cincuenta años de historia republicana y liberal. Significa una claudicación de la inteligencia y de la libertad de pensamiento ante quienes propalan el dogma como fe y la miseria sufriente como merecimiento de un premio que ni ellos ni nadie le dará a los incautos penitentes.
5º Que la estatua la hará una escultora jalapeña, bueno, será su arte y su negocio porque no creo que la haga para ganar indulgencias solamente. Mejor empleo podría haber tenido el bronce de los jarochos perdidos.
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