El Hijo Pródigo
Uno de los mayores miedos que me surgieron después de cumplir los treinta años, fue el miedo a la vejez. Era enero, el mundo no se había acabado en el 2000; mis cálculos fallaron. Bajaba por la avenida Américas en la ciudad de Xalapa. Apenas pasadas las fiestas de Navidad, el frío vagabundeaba por las calles mojadas. Al cruzar la avenida y tomar rumbo a mi casa me llegó el olor suave del pino seco; voltee la mirada. Junto a un montón de basura un árbol que había sido de Navidad estaba tirado. Hice alto para contemplar el cuadro, en ese momento tuve una epifanía: “Vas a llegar a viejo”, me dije.
Las personas le tienen miedo a la palabra viejo porque creen que lo viejo es inútil, obsoleto. En su origen la palabra viejo tiene que ver con los años. La palabra original se utilizaba para designar los productos de la cosecha que no eran del año que corría. Una cosa que no pertenece al año que corre ya es vieja. Si utilizamos esta regla, sólo los recién nacidos son nuevos, los demás somos viejos.
Ese miedo a la palabra viejo se nota hasta en las políticas sociales. Para los gobiernos no hay viejos, hay adultos mayores, adultos en plenitud, senectos y en el mejor de los casos ancianos.
Pero el problema no está en la palabra, sino en el trato. Llamen como gusten a una persona vieja, pero denle un trato digno, el trato que se merece por haber alcanzado la edad que pocos podrán presumir; no nos daría miedo la palabra viejo si nuestra sociedad tratara a sus mayores con más respeto.
En mayo de 2014 se cumplieron cinco años de estar dando mi taller de literatura en la Quinta de las rosas, un espacio hermoso donde las personas mayores, los viejos, pueden encontrar actividades recreativas, educativas y deportivas. En el 2009 mi querida amiga Carmelita Arenas me ofreció el espacio para realizar eventos culturales en ese bello lugar. Empezamos en mayo con un evento que se llamó “El cinco a las cinco en la quinta”. Mis amigos de siempre me acompañaron. Fue un recital poético musical que llenó de agrado a los asistentes. Después de eso realizamos homenajes y festivales. Recuerdo que iniciamos con un homenaje a Lupita Balderas y a Mario Benedetti, reciente lo hicimos con José Emilio Pacheco y Octavio Paz.
Pero el taller se formó porque algunos adultos mayores, que habían sido buenos lectores, pero que ya tenían dificultades para leer, requerían de alguien que les fuera a dar lectura. Así empezamos, con un grupo reducido que atento escuchaba las historias, los poemas y los dramas que les llevábamos. A ratos nos deteníamos y comentábamos la lectura. Cabe señalar que nuestro taller ha sido un tanto elitista, no cualquiera acude. Pero me refiero a los autores que leemos, porque la asistencia está abierta a quien desee acudir.
La lista de autores es interminable. Hemos leído a Borges, a Paz, Miguel Delibes, Chéjov, Lampedusa, Juan Vicente Melo, Bonifaz Nuño, Henry James, Pitol, Thomas Mann, Poe, Lovecraft, Saki, Isak Dinesen, Shirley Jackson, Silvia Tomasa Rivera, Estrella del Valle, Manolo Santiago; por supuesto también hemos leído El Quijote de Cervantes. Nos leímos completa Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar y actualmente estamos fascinados con Cien años de soledad de García Márquez.
Una de las lecturas más significativas fue Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco. Y es que en cada párrafo me tenía que detener porque los comentarios brotaban ya que el auditorio estaba lleno de personas que había vivido los años cincuenta, la época en que la narración se situaba. Se acordaron de los programas de radio, de las calles de la ciudad, de las maneras como se vestía en esa época, de la moral y de la disciplina; de las muchas cosas que se fueron y de las pocas cosas que se quedaron.
Al paso de los años, al darme cuenta de la actitud de estos viejos geniales que me acompañan en las tardes del jueves, entendí que los estaba engañando. Yo no iba a dar un taller de literatura, yo iba a una terapia en la que mis acompañantes me estaban quitando el miedo que tenía de llegar a viejo.
El taller les causa tanto entusiasmo que muchos de mis talleristas, la mayoría mujeres, vienen desde muy lejos. Yo los veía llegar y pensaba que tal vez eran vecinos de los alrededores de la Quinta. Pero no, vienen de las colonias más alejadas de Xalapa. Tengo talleristas de Casa Blanca, del Nuevo Xalapa, de la colonia Luis Donaldo Colosio. Para ganarle a la lluvia ellas llegan temprano a las tres de la tarde y comen en el restaurante de la Quinta donde la señora Dalia ya les tiene la comida preparada. Hacen plática de sobremesa y terminando pasan al taller; bueno, hasta la señora Dalia, encargada del restaurante, al ver tanto entusiasmo por el taller un día se asomó para ver de qué se trataba y desde ese día no falta a las sesiones.
Siempre hemos contado con el apoyo del DIF estatal. Tres directores nos han apoyado: Zita Pazzi, Toño Nemi y Astrid Elías Manzur. Los administradores también lo han hecho y los trabajadores siempre nos tienen listo el lugar y los días que hacemos eventos siempre nos prestan toda la ayuda necesaria. El programa La Revista de la radio universitaria también nos ha apoyado y mucho. Mis talleristas son asiduos al programa de Carlos Romano y por ese medio se enteran de los cambios que se realizan en el taller.
Vale señalar que por este taller y por las actividades realizadas en el CERESO de Pacho Viejo, nos hicimos merecedores del Premio Estatal de Fomento a la Lectura “Veracruz lee 2012”.
Yo no podría resumir las muchas bondades que otorga la Quinta de las rosas, es por ello que prefiero terminar este artículo con este soneto que Mina Pérez, una de mis talleristas dedicó a este espacio que pertenece a los viejos.
La Quinta de las rosas: “Hay en Xalapa un lugar/ de verde naturaleza/ con sus prados sin maleza/ donde puedes disfrutar/ la armonía, el bienestar./ Si uno gusta del deporte,/ o si al bailar tiene porte;/ es la Quinta de las rosas/ que te brinda esto y más cosas/ yo te paso el reporte”.
Postdata 1: Seis años de Crónica del Poder
Se me hacen pocos seis años de Crónica del poder, en la actualidad su presencia es tan grande que uno pensaría que es un portal con más años en la web. Sabemos que ha pasado sus momentos difíciles, no todo ha sido miel sobre hojuelas, pero sabemos que los caminos difíciles son los que forjan a los grandes caminantes. Seis años han sido suficientes para consolidarse. Felicitamos al portal y a sus administradores por estos seis años y aprovechamos para felicitarlos también por la Presea de la Libertad que el Club de Periodistas de México AC les otorgará el día 7 de junio en el festejo de la Libertad de Expresión.
Postdata 2: Preguntas que me hago sobre la función pública
Yo me pregunto: ¿Un funcionario público que ha sido ingresado a la cárcel y que tiene una denuncia penal pendiente, puede seguir siendo funcionario público? Otra vez me pregunto: ¿Un ex funcionario público, que tiene una orden de aprehensión, puede seguir aspirando a ser otra vez funcionario público?
Armando Ortiz aortiz52@hotmail.com
Uno de los mayores miedos que me surgieron después de cumplir los treinta años, fue el miedo a la vejez. Era enero, el mundo no se había acabado en el 2000; mis cálculos fallaron. Bajaba por la avenida Américas en la ciudad de Xalapa. Apenas pasadas las fiestas de Navidad, el frío vagabundeaba por las calles mojadas. Al cruzar la avenida y tomar rumbo a mi casa me llegó el olor suave del pino seco; voltee la mirada. Junto a un montón de basura un árbol que había sido de Navidad estaba tirado. Hice alto para contemplar el cuadro, en ese momento tuve una epifanía: “Vas a llegar a viejo”, me dije.
Las personas le tienen miedo a la palabra viejo porque creen que lo viejo es inútil, obsoleto. En su origen la palabra viejo tiene que ver con los años. La palabra original se utilizaba para designar los productos de la cosecha que no eran del año que corría. Una cosa que no pertenece al año que corre ya es vieja. Si utilizamos esta regla, sólo los recién nacidos son nuevos, los demás somos viejos.
Ese miedo a la palabra viejo se nota hasta en las políticas sociales. Para los gobiernos no hay viejos, hay adultos mayores, adultos en plenitud, senectos y en el mejor de los casos ancianos.
Pero el problema no está en la palabra, sino en el trato. Llamen como gusten a una persona vieja, pero denle un trato digno, el trato que se merece por haber alcanzado la edad que pocos podrán presumir; no nos daría miedo la palabra viejo si nuestra sociedad tratara a sus mayores con más respeto.
En mayo de 2014 se cumplieron cinco años de estar dando mi taller de literatura en la Quinta de las rosas, un espacio hermoso donde las personas mayores, los viejos, pueden encontrar actividades recreativas, educativas y deportivas. En el 2009 mi querida amiga Carmelita Arenas me ofreció el espacio para realizar eventos culturales en ese bello lugar. Empezamos en mayo con un evento que se llamó “El cinco a las cinco en la quinta”. Mis amigos de siempre me acompañaron. Fue un recital poético musical que llenó de agrado a los asistentes. Después de eso realizamos homenajes y festivales. Recuerdo que iniciamos con un homenaje a Lupita Balderas y a Mario Benedetti, reciente lo hicimos con José Emilio Pacheco y Octavio Paz.
Pero el taller se formó porque algunos adultos mayores, que habían sido buenos lectores, pero que ya tenían dificultades para leer, requerían de alguien que les fuera a dar lectura. Así empezamos, con un grupo reducido que atento escuchaba las historias, los poemas y los dramas que les llevábamos. A ratos nos deteníamos y comentábamos la lectura. Cabe señalar que nuestro taller ha sido un tanto elitista, no cualquiera acude. Pero me refiero a los autores que leemos, porque la asistencia está abierta a quien desee acudir.
La lista de autores es interminable. Hemos leído a Borges, a Paz, Miguel Delibes, Chéjov, Lampedusa, Juan Vicente Melo, Bonifaz Nuño, Henry James, Pitol, Thomas Mann, Poe, Lovecraft, Saki, Isak Dinesen, Shirley Jackson, Silvia Tomasa Rivera, Estrella del Valle, Manolo Santiago; por supuesto también hemos leído El Quijote de Cervantes. Nos leímos completa Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar y actualmente estamos fascinados con Cien años de soledad de García Márquez.
Una de las lecturas más significativas fue Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco. Y es que en cada párrafo me tenía que detener porque los comentarios brotaban ya que el auditorio estaba lleno de personas que había vivido los años cincuenta, la época en que la narración se situaba. Se acordaron de los programas de radio, de las calles de la ciudad, de las maneras como se vestía en esa época, de la moral y de la disciplina; de las muchas cosas que se fueron y de las pocas cosas que se quedaron.
Al paso de los años, al darme cuenta de la actitud de estos viejos geniales que me acompañan en las tardes del jueves, entendí que los estaba engañando. Yo no iba a dar un taller de literatura, yo iba a una terapia en la que mis acompañantes me estaban quitando el miedo que tenía de llegar a viejo.
El taller les causa tanto entusiasmo que muchos de mis talleristas, la mayoría mujeres, vienen desde muy lejos. Yo los veía llegar y pensaba que tal vez eran vecinos de los alrededores de la Quinta. Pero no, vienen de las colonias más alejadas de Xalapa. Tengo talleristas de Casa Blanca, del Nuevo Xalapa, de la colonia Luis Donaldo Colosio. Para ganarle a la lluvia ellas llegan temprano a las tres de la tarde y comen en el restaurante de la Quinta donde la señora Dalia ya les tiene la comida preparada. Hacen plática de sobremesa y terminando pasan al taller; bueno, hasta la señora Dalia, encargada del restaurante, al ver tanto entusiasmo por el taller un día se asomó para ver de qué se trataba y desde ese día no falta a las sesiones.
Siempre hemos contado con el apoyo del DIF estatal. Tres directores nos han apoyado: Zita Pazzi, Toño Nemi y Astrid Elías Manzur. Los administradores también lo han hecho y los trabajadores siempre nos tienen listo el lugar y los días que hacemos eventos siempre nos prestan toda la ayuda necesaria. El programa La Revista de la radio universitaria también nos ha apoyado y mucho. Mis talleristas son asiduos al programa de Carlos Romano y por ese medio se enteran de los cambios que se realizan en el taller.
Vale señalar que por este taller y por las actividades realizadas en el CERESO de Pacho Viejo, nos hicimos merecedores del Premio Estatal de Fomento a la Lectura “Veracruz lee 2012”.
Yo no podría resumir las muchas bondades que otorga la Quinta de las rosas, es por ello que prefiero terminar este artículo con este soneto que Mina Pérez, una de mis talleristas dedicó a este espacio que pertenece a los viejos.
La Quinta de las rosas: “Hay en Xalapa un lugar/ de verde naturaleza/ con sus prados sin maleza/ donde puedes disfrutar/ la armonía, el bienestar./ Si uno gusta del deporte,/ o si al bailar tiene porte;/ es la Quinta de las rosas/ que te brinda esto y más cosas/ yo te paso el reporte”.
Postdata 1: Seis años de Crónica del Poder
Se me hacen pocos seis años de Crónica del poder, en la actualidad su presencia es tan grande que uno pensaría que es un portal con más años en la web. Sabemos que ha pasado sus momentos difíciles, no todo ha sido miel sobre hojuelas, pero sabemos que los caminos difíciles son los que forjan a los grandes caminantes. Seis años han sido suficientes para consolidarse. Felicitamos al portal y a sus administradores por estos seis años y aprovechamos para felicitarlos también por la Presea de la Libertad que el Club de Periodistas de México AC les otorgará el día 7 de junio en el festejo de la Libertad de Expresión.
Postdata 2: Preguntas que me hago sobre la función pública
Yo me pregunto: ¿Un funcionario público que ha sido ingresado a la cárcel y que tiene una denuncia penal pendiente, puede seguir siendo funcionario público? Otra vez me pregunto: ¿Un ex funcionario público, que tiene una orden de aprehensión, puede seguir aspirando a ser otra vez funcionario público?
Armando Ortiz aortiz52@hotmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario