lunes, 27 de octubre de 2008

Pemex Reloaded

Juan Antonio Nemi Dib
Historia de Cosas Pequeñas

Estaba Felipe Calderón pronunciando un discurso sobre las bondades de su política económica y los reducidos efectos que tendrá la crisis financiera internacional sobre el crecimiento de México, en el encuentro empresarial de la COPARMEX celebrado en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el pasado jueves 23, cuando repentinamente interrumpió su larguísima alocución para decir: “Yo quiero hacer un reconocimiento, sé que me estoy extendiendo y que ya el pueblo tiene hambre; pero, si me permiten, me acaban de informar que el Senado de la República ha aprobado ya el paquete de iniciativas en reforma energética.”
Parecía que alargaba su intervención deliberadamente, en espera de la noticia que finalmente le llegó. Era difícil precisar si el Presidente bromeaba y la frase “el pueblo tiene hambre” se refería sólo a los asistentes a la reunión que para entonces ya se habían “soplado” varias lúcidas disertaciones cuajadas de creativas tesis e informes sobre el devenir de Chiapas y por ende, el futuro de la Patria, o bien se trataba de una profunda y seria autocrítica presidencial sobre las previsiones que estiman en no menos de 10 millones de nuevos pobres los que habrán de incorporarse a la estadística de indigentes mexicanos a causa de este catarrito que nuestro gobierno supo prever con atingencia y comedimiento, según el secretario Carstens.
Pero no hubo tiempo de sacar conclusiones, porque el Presidente continuó: “Yo quiero hacer un reconocimiento al Senado de la República por la discusión y arribo a buen puerto de esta reforma. Quiero hacer un reconocimiento también a los partidos políticos; a los partidos, desde luego al Partido Acción Nacional, con el que he contado, con su respaldo, precisamente, por haber sido el partido que me ha postulado. Pero también y especialmente, quiero hacer un reconocimiento a los partidos de oposición: al Partido Revolucionario Institucional, al PRI, que ha estado impulsando precisamente también reformas de fondo. Y también, hoy particularmente quiero hacer un reconocimiento a los legisladores del PRD, del Partido de la Revolución Democrática, que también han dado un paso importante, han dado un paso importante en favor de la alternativa del diálogo y de la propuesta.”
Para entonces la cara de felicidad del primer magistrado era inocultable; parecía dispuesto a lanzar porras y hasta hacer la ola y no era para menos. Es cierto que aún falta por ver si los 7 dictámenes legislativos aprobados por los senadores, que comprenden los cambios en el régimen operativo de PEMEX, serán también sancionados por el pleno de la Cámara de Diputados en sus términos, es decir, sin cambios, pero no se ven razones para que ocurra de otra forma. De cualquier modo, esta primera aprobación le dio a Calderón muchas razones para celebrar.
La reforma de PEMEX no es ni de lejos, quizá ni en mínima parte, la que el Gobierno Federal quería. De hecho, el eje sustantivo de su propuesta –el incremento de las exploraciones y exploraciones de nuevos yacimientos mediante la intervención de capital privado— quedó absoluta y radicalmente fuera del resultado final, que acabó siendo una mezcla (si no una mezcolanza) de múltiples enfoques y variopintas posiciones ideológicas, sin hablar de intereses enfrentados que se conciliaron “en lo posible y no en lo deseable”. El propio Calderón justificó este resultado citando a Carlos Castillo Peraza: ‘lo mejor generalmente es enemigo de lo bueno’, dijo.
Chile, dulce y manteca que probablemente tendrán cosas buenas: PEMEX dispondría de dinero para modernizarse, adquirir tecnologías de vanguardia y ampliar sus actividades, trabajaría con una administración autónoma y flexible para operar y se sujetaría a mecanismos eficaces de rendición de cuentas. Pero no es, para nada, aquel planteamiento de “reforma integral” en el que gastaron muchísimos millones promocionándolo, planteamiento que no pocos detractores veían como la oportunidad inigualable de transferir desde el patrimonio público grandes negocios al capital privado (sobre todo internacional) y algunos defensores, principalmente en el PAN y en el Gobierno, como una posibilidad real de recuperar la posición perdida de México de potencia petrolera. Lo cierto es que, si fuera por el contenido de la reforma, Calderón no debiera llegar al extremo de mostrarse exultante. A menos que las razones de su alegría fueran otras:
Por ejemplo, haber logrado un consenso sin precedentes en la historia reciente del País, consenso que estuvo a punto de romper en dos a su acérrimo y aparentemente irreconciliable rival partidista, el PRD, a cuyos senadores el Presidente prácticamente aclamó con desmedida gratitud.
Por ejemplo, haber cumplido –aunque sea a medias, o a cuartos— con la que consideró “la propuesta” estratégica de su Gobierno. Esto, a diferencia del fallido aeropuerto de San Salvador Atenco que marcó irremediablemente con el signo de fracaso a la administración de Vicente Fox.
Por ejemplo, mostrándose ante México y el mundo como el dirigente capaz de construir acuerdos incluso con sus más enconados antagonistas, es decir, como un demócrata de cepa y habilidad.
Por ejemplo, borrar de una vez por todas en su agenda el desgastante tema de la reforma de PEMEX y disponer de tiempo –y capital político— para dedicarlo a otras prioridades.
Por ejemplo, aprovechar la nueva inercia legislativa propicia a los consensos para impulsar otros proyectos legislativos pendientes.
Por ejemplo, la nueva realidad política de Andrés Manuel López Obrador cuyo radicalismo acabó aislándole incluso de sus propias bases partidistas y quien difícilmente volverá a tener una causa –un leitmotiv— de semejante importancia como “salvar a PEMEX de las fauces voraces de sus persecutores rapaces” para mantenerse vigente en el escenario político nacional en calidad de ‘Presidente Legítimo’. (Aunque también es cierto queda pendiente para la historia reconocerle a este tabasqueño el mérito de impedir que las cosas se fueran hacia el otro extremo con los afanes vendedores de los tecniquitos que muy pronto olvidaron los fracasos catastróficos de las recientes olas privatizadoras en autopistas, aeropuertos, telecomunicaciones y entidades financieras, desde luego, y que siguen adorando impasibles al mercado sin límites ni controles, viendo el temblor y sin hincarse).
Parece que si los diputados confirman la reforma de PEMEX con su votación favorable, la paraestatal tendrá nuevos bríos y mejores condiciones para enfrentar estos difíciles tiempos, aunque sea poquito. Se tratará de un PEMEX recargado –reloaded— aunque no tanto como Felipe Calderón.
Por eso estaba tan contento. Por eso habló tanto.

antonionemi@gmail.com

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