martes, 1 de abril de 2008

¿Malestar docente?

Janet Domínguez Montero
Lo tienes que saber

Cuando caminamos por las calles en donde ahora radicamos, en algunas ocasiones solemos encontrarnos cotidianamente a nuestros profesores de la infancia, de la adolescencia y hasta de la universidad. Llevamos recuerdos agradables y otros desagradables, de éstos aprendimos pero también sufrimos; son personas con gran trayectoria, que dejan huella en cada uno de sus alumnos.
Es indiscutible que en ese largo caminar, nos hemos tropezado con aquéllos que hicieron nuestras vidas miserables, hundidos en las bancas sin poder pronunciar una sola palabra, castigados hasta por el más mínimo detalle, pertenecer a una categorización; "burro" o "inteligente".
Otros, nunca les importó si aprendíamos o no, faltaba constantemente, nos dejaba hacer y deshacer mientras permaneciéramos en el salón de clases, nos concedían horas libres para no hacer su trabajo, llegaron a contarnos chistes o su vida completa para llevarse toda la clase.
Mientras transcurrían los días observábamos que el periodo escolar terminaría más rápido de lo que pudiéramos imaginar. ¿Qué aprendimos? O más bien ¿qué nos enseñaron?
El problema lo resentimos de adultos, nos damos cuenta de las deficiencias que éstos nos dejaron y que siguen en las nuevas generaciones.
¿Existe malestar docente? Los profesores, después de un tiempo, llegan a sentirse frustrados o cansados, ya no les preocupa si sus alumnos aprenden o no; sabemos que es un ser humano, que tiene problemas de salud, económicos, familiares y personales.
Independientemente de esto, su malestar podría provenir de la antigüedad, de la rutina, de no estar actualizado, de ya no tener motivación, del sueldo, de la escuela, de los directivos, de los administrativos y hasta de sus alumnos.
Pero qué culpa tienen los alumnos de su malestar. Estos muchachos que actualmente se preparan formarán el futuro sin tener la capacidad de analizar, reflexionar y sobre todo de ser propositivos.
Hoy en día se habla de nuevos modelos de enseñanza, de la importancia que tiene el alumno en la construcción del mismo proceso de aprendizaje, para que sean autónomos, reflexivos, responsables, autodidactas y creativos. ¿Dónde están esos alumnos?
Deje a un lado esas molestias y tome un frasco de tolerancia, una caja de amor a la profesión, y una inyección para la motivación. De usted depende el futuro de nuestros jóvenes y de nuestro país.
Su labor es mucho más grande de lo que se imagina. Póngase las pilas y demuestre que sí se puede mejorar la educación.

domínguez.montero@gmail.com

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