martes, 3 de febrero de 2009

Censura en el IEV

Jorge Morales Vázquez

El periodismo veracruzano sufre hoy uno más de los embates del poder que busca confinarlo al sótano de la ignominia.
A la represión que desde las esferas del poder gubernamental se ha entronizado desde hace algunos años y que ha menguado, divido y corrompido a los espíritus proclives a la visión mercantilista del quehacer periodístico, se suma hoy el embate que desde el Instituto Electoral Veracruzano se lanza contra aquellos que, pese a la adversidad, mantienen incólume su ejercicio crítico y profesional de los asuntos públicos.
Más grave aún resulta el hecho de esto ocurra en una institución pilar de la democracia veracruzana, como es el IEV.
Por eso, es condenable e indigno de su alta responsabilidad, la actitud asumida por la presidenta de este organismo electoral, Carolina Viveros García, quien en días pasados ha librado una campaña de hostigamiento contra la libertad de prensa y por la tanto, de expresión en Veracruz, condicionando los convenios publicitarios de ciertas empresas periodísticas con el retiro de la fuente de aquellos periodistas que le resultan incómodos por sus cuestionamientos.
Todos jóvenes, Sandra García Zavaleta, Carlos Alvarado y William Cortéz, han sufrido la embestida de la miopía y mediocridad de quien, creyéndose dueña de una institución pública y con méritos propios para ocupar ese honorable cargo, no ha reparado en cometer un agravio, no nada más contra un grupo de periodistas y ciudadanos, sino contra los principios constitucionales de libertad de expresión y contra los valores democráticos que constituyen los cimientos de este país y que tal parece, hay quienes buscan socavarlos desde su posición privilegiada, sin medir el costo que ello podría tener.
¿Quién le habrá enseñado esas mañas a la, hasta algunos años, distinguida académica de la facultad de derecho de la Universidad Veracruzana?
¿A quién le habrán confiado los veracruzanos las riendas de una institución fundamental de la democracia?
¿Qué podrán esperar los veracruzanos de quien ignora los más elementales principios y valores democráticos?
Si le incomoda el cuestionamiento a su quehacer público ¿Porqué aceptó un cargo honorable alguien a quien el pueblo veracruzano paga un más que decoroso salario por rendirle cuentas?
Doña Carolina puede optar por regresar a su apacible oficina en la biblioteca de la facultad de derecho de la UV, si le molesta ser cuestionada por los periodistas. Recluida en la academia quizá encuentre la paz privada que necesita. Ojalá, por el bien público, el de la democracia y salud propia, lo haga.
Y ojalá también, los periodistas veracruzanos no permitamos que un agravio más, como éste, se disculpe.
¿Qué haremos los periodistas para evitar que agravios como estos se repitan y/o puedan convertirse en una práctica cotidiana que nos lleve al irremisible escenario de una involución democrática como sociedad?

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