miércoles, 30 de septiembre de 2009

Paquete ilógico y contra reloj

Octavio A. Lara Báez
Contornos

Tras los primeros análisis de los grupos parlamentarios y de los propios sectores productivos al paquete económico 2010, cada vez más voces expresan su desacuerdo con la propuesta de Felipe Calderón de aumentar impuestos como el ISR, del 28 al 30 por ciento, principalmente del sector privado, al que también le incomodó el incremento a tabacos, cervezas, bebidas alcohólicas y juegos de apuestas.
Académicos, investigadores, partidos políticos y organizaciones sociales, han manifestado su preocupación por la intención presidencial de crear un nuevo impuesto del 2 por ciento a todos los artículos de consumo, con lo que el IVA se elevaría a 17 por ciento y los alimentos y medicinas se gravarían por primera vez. También ha habido protestas porque ahora las telecomunicaciones tendrían un nuevo impuesto.
El objetivo de todas estas medidas, ya se sabe, es incrementar los ingresos del gobierno y tratar de subsanar el déficit de más de 300 mil millones de pesos –aunque se asegura que en realidad son más de 450 mil millones- que representará la caída de la producción petrolera y las escasas contribuciones captadas por el fisco debido a la desaceleración económica y el cierre de empresas durante este año.
En este asunto, que es hoy por hoy el que ocupa la mayor atención nacional, hay aspectos que requieren una explicación más a fondo, que permita entender el porqué de sugieren estas medidas. En tal caso, lo que parece hacer falta es una estrategia adecuada de comunicación para poder transmitir claramente lo que se pretende.
Casi todos los sectores de la población coinciden en que el aumento de los impuestos no parece ser la solución más adecuada a la falta de recursos del gobierno, pero las razones son más de sentido común que fundadas en conocimientos de economía.
El razonamiento general es: ¿cómo es que si estamos en crisis, se están cerrando negocios, los que aún subsisten están produciendo menos y están disminuyendo sus ganancias, sigue aumentando el desempleo y el panorama es tan grave, nos piden que paguemos más impuestos?
Quizás por el desconocimiento de la ciencia económica, nos parece un auténtico contrasentido que si estamos en problemas económicos nos pidan que paguemos más. ¿De dónde podrá salir el recurso para pagar esos nuevos impuestos? Es la pregunta común. Quizá los genios de Hacienda tengan los argumentos para hacernos ver que ese es el camino adecuado, pero sólo ellos los conocen.
Las bancadas del PRI y el PRD en el Congreso fijaron su postura en desacuerdo por esa intención de cobrar un impuesto general del 2 por ciento al consumo porque lo pagaríamos todos los mexicanos, pero hay varios millones de ciudadanos a los que ya no les alcanza ni para lo elemental, mientras que hay otros miles que no declaran ni un peso al fisco de las ganancias que obtienen de manera informal y también otros que pagan poco al fisco mediante triquiñuelas contables que la ley les permite.
Y no se crea que el asunto del rechazo es meramente político, como se quiere hacer creer. A casi todo mundo, neófitos y expertos, les suena poco congruente aumentar los impuestos en medio de un desastre económico.
Vaya, hasta el ganador del premio Nobel de Economía 2003, Robert Engle, consideró una solución equivocada crear nuevos impuestos en México cuando aún está en recesión y sugirió otras acciones para reactivar la economía mexicana, como flexibilizar y minimizar la reglamentación para la creación de pequeñas empresas.
Es decir, lo que han propuesto diputados del PRI, como el cordobés Javier Duarte de Ochoa, es lo correcto. Es mejor estimular el crecimiento económico promoviendo la inversión empresarial que genere empleos y derrama económica vía impuestos y consumo, que ahorcar la economía exigiendo más contribuciones y desalentando a los emprendedores en un momento como éste.
Lo que ocurre es que la lógica que está aplicando el gobierno federal está basada en la urgencia de aumentar sus ingresos pues se ha quedado sin recursos ante la baja de nuestra producción petrolera y por los pocos impuestos que ha recaudado y recaudará el próximo año. Así de simple.
Entonces, el principal enemigo para quienes luchan en el Congreso por un paquete económico que dinamice el crecimiento facilitando la creación de nuevas empresas es el tiempo, pues el gobierno federal considera que los efectos positivos de una política de fomento de las inversiones productivas empezarían a sentirse más acentuadamente en el mediano plazo y la federación piensa más en lo inmediato, en recuperar cuanto antes la liquidez para sostener su costoso funcionamiento el año que viene.
Y ante el descontento general hacia su propuesta económica para el país, el gobierno federal ha comenzado a recurrir a tácticas deleznables, como el chantaje. Primero, el Presidente Calderón calificó indirectamente de antipatriotas a quienes se oponen a pagar más impuestos y más recientemente declaró que ante el repunte que se avecina en los casos del virus de la influenza AH1N1, el gobierno de México no tendrá dinero para pagar las vacunas para proteger a la población si no se aprueba el nuevo impuesto de 2 por ciento al consumo, cuando originalmente había dicho que lo recaudado por ese impuesto sería para combatir la pobreza. ¿De qué se trata, entonces?
Para colmo, ante la propuesta económica de Calderón de gravar más las bebidas alcohólicas como la cerveza, la Cámara Nacional de la Industria de la cerveza y la malta, consideró desmesurada tal medida y amenazó con retirar inversiones por mil doscientos millones de pesos que realizan las dos compañías cerveceras más importantes del país en Chihuahua y Coahuila. Si el gobierno quiere chantajear, los empresarios también.
Las Cámaras empresariales como Canacintra, Coparmex y, el Consejo Coordinador Empresarial, han externado también su inconformidad con el paquete económico calderonista por considerarlo recesivo.
Todos recordamos que fue precisamente la Coparmex y el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios quienes más fuertemente apoyaron la campaña de Calderón en contra de Andrés Manuel López Obrador. ¿Qué pensarán ahora esos empresarios, a quienes hoy Calderón les incumple una promesa de campaña, pidiéndoles que paguen más impuestos?
La Cámara de Diputados tiene hasta el 20 de octubre para aprobar la Ley de Ingresos y la de Senadores hasta el 31, pero el Presupuesto de Egresos para 2010 tiene que ser aprobado por los Diputados a más tardar el 15 de noviembre, por lo que se está desarrollando un intenso trabajo entre las fracciones para contrastar ideas y presentar alternativas con las que estén de acuerdo la mayoría de diputados y se pueda hacer frente de la mejor manera posible a la grave contingencia económica que atraviesa el país.
El punto clave para los grupos parlamentarios del PRI y PRD principalmente y la fracción panista, será alcanzar los consensos para impulsar las reformas fiscales necesarias que ayuden a recobrar poco a poco la salud financiera del país, al tiempo que se le proporciona al gobierno federal un mecanismo fiscal que perjudique lo menos posible la precaria economía popular pero que le permita allegarse rápido de los recursos que requiere para no caer en una parálisis gubernamental, producto de su incapacidad para prever que el “catarrito” de la crisis resultó pulmonía y se complicaría con la anemia fiscal crónica que padece el país desde hace muchísimos años.
tavolara62@yahoo.com

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