Salvador Muñoz
Los Políticos
Un amigo me manda un cuento que sin más preámbulos se los platico.
Un hombre, por negocios, acude a Casas Grandes, poblado de Chihuahua, a una finca donde producían jamones caseros.
El dueño, un alemán del Volga, invitó a pasar al hombre y en su trayecto observó a una marrana que alimentaba a varios lechones.
La belleza de los animales sustrajo la curiosidad del visitante quien preguntó de qué raza eran.
–Son “mexica”… pero, espere, llamo a mi padre para que le explique…
A la puerta apareció un viejo corpulento apoyado por un bastón de tres patas. Era don Boris, quien tomó asiento y con un vaso de alcohol de nuez, preguntó:
–¿Sabe cómo se cazan los cerdos del monte (jabalíes)?– mientras servía al hombre un vaso con el mismo contenido.
–Supongo que con perros y escopeta…
–En este caso no es así, le explicaré cómo y cuando termine, entenderá por qué les llamamos “mexicas”:
“En el fondo de la finca, atrás de aquella cortina de álamos que usted ve, y hasta la orilla del río, hay un monte rústico, sin trabajar. Dentro de ese cuadro, suele haber cerdos salvajes del monte.
“Para cazarlos, hay que comenzar por buscar un manchón sin matorrales y tirar un poco de maíz.
“Cuando los cerdos lo descubren, llegarán a comer todos los días… usted sólo tiene que reponerles diariamente la ración.
“Una vez acostumbrados, construye una cerca de uno de los lados y sigue poniendo alimento. Por un tiempo dudarán los cerdos pero volverán al sitio a comer maíz. Una vez que se acostumbren a esa cerca, pondrá otra cerca de otro lado. Y les sigue poniendo comida hasta que dejen de dudar y regresen a comer.
“Así sucesivamente hasta cerrar la cerca y dejar espacio sólo para un portón.
“Ya para entonces, los cerdos están acostumbrados a la comida fácil, a la cerca y a entrar y salir por el espacio del portón con naturalidad…
“Entonces usted coloca el portón, lo deja abierto, sigue poniendo maíz hasta el día en que, teniendo a la piara comiendo, cierra el portón. Al principio darán de vueltas haciendo escándalo, pero una vez que vean el maíz se tranquilizarán porque ya se acostumbraron a la comida fácil y no se preocupan por buscarla por sí mismos aceptando la esclavitud”.
Así, explica don Boris, sorbo tras sorbo, trago tras trago, cómo atrapa a los cerdos y los compara con el pueblo mexicano y su gobierno, el que, a través de programas de ayuda, programas sociales, programas de empleo, cargos políticos, subsidios, leyes proteccionistas y sobornos electorales, “tira maíz a su pueblo”.
Así que cada programa que acepta el pueblo, cada despensa, cada gorra, cada sombrilla, es restarse una migaja de libertad.
Efectivamente… no existe la comida gratis.
La historia acaba en que si los mexicanos seguimos así, nunca nos daremos cuenta que el gobierno nos cerró el portón por querer “vivir mejor”.
La ayuda que da el Gobierno es sencillamente porque el pueblo le confirió “el poder” para poder hacerlo sólo que aún no entendemos esa parte de nuestra democracia: alcaldes, diputados, gobernadores y presidentes no son Dioses ni intocables... son empleados, nuestros empleados.
La alusión del cuento que me envían va directo al Gobierno de Felipe Calderón, aunque a fuerza de ser sinceros, ¿cuánto maíz hemos comido del gobierno municipal y del estatal?
Si contesta “oink oink” ya me dio la razón… Si no, cuidado con el maíz gratis ¡oink!
e-mail: dor00@hotmail.com
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