miércoles, 4 de noviembre de 2009

Familia Montano Guzmán, lección de vida

Miriam Gracia Magaña
Pasillos y Antesalas

En vísperas de la celebración del día de muertos, me quejaba acerca de una dolencia que he padecido desde hace años y que para mi mala suerte no me permitía viajar a mi querida tierra Catemaco, pese a que se encuentra a tan sólo tres horas de la capital del estado, el médico fue determinante y días antes me había mandado a permanecer en absoluto reposo por varios días; sin embargo al enterarme de la muerte de Martín Montano, saqué fuerzas de donde no había y acudí a acompañar al amigo Alejandro Montano Guzmán.
Desde que conocí al “capi” como todos llaman cariñosamente al ex Secretario de Seguridad Pública, su historia y su vida me han causado admiración sobre todo por su tesón para salir adelante, por su inmenso amor a su familia, desde su esposa María Eugenia, sus hijos, nieta, sus padres, sus hermanos, sobrinos y hasta los parientes lejanos que no menos queridos en La Palma, una pequeña población de Catemaco, Veracruz. Después de darle el pésame y ver el dolor tan grande de todos los miembros de la familia pude también darme cuenta del inmenso amor que rodeó a Martín y que se percibía en la sala del velatorio, según transcurría el día, la tarde y la noche y las platicas de amigos y familia en torno al tesón no sólo de Martín sino de su hermano mayor, de Alejandro, que cómo enfrentaron durante meses duras, tristes y dolorosas batallas en las cuales el temple de ambos fue puesto a prueba una y otra vez.
Por eso se respiraba un ambiente de paz y ternura en torno a Martín, a Alejandro y por supuesto a todos y cada uno de los miembros de la familia. El afecto y la solidaridad de los amigos se mantuvieron intactos, presentes, fieles. Las flores y las múltiples coronas solo fueron una pequeña muestra de cariño que han sembrado a lo largo de su caminar.
La fortaleza y de valentía ante una enfermedad dolorosa me dio una lección de vida que no olvidaré y que afortunadamente me permitió apreciar lo afortunada que soy al disfrutar de grandes amigos y por supuestos de hacer caso omiso a aquellos que fantasean con la realidad ante la ausencia de amistades verdaderas.
Va pues mi respeto y solidaridad a Alejandro Montano y a su familia por enseñarnos a amar incondicionalmente a los nuestros.

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