Salvador Muñoz
Los Políticos
Hace casi 20 años…
Cuando joven, trabajé en un restaurante como Barman. Algo hizo que el patrón se molestara conmigo pero no sé a ciencia cierta la razón porque nunca me la dijo. Un día, mientras acomodaba unas naranjas para hacer jugo, una cayó por una rampa cuyo deslizamiento fue detenido por Juan Carlos, compañero de barra, quien me aventó el fruto. Lamentablemente mi miopía no me permitió cachar la naranja y ésta rodó de nuevo por los suelos, provocando nuestras risas.
El patrón apareció quién sabe de dónde y me dijo: “¡Ésta fue la última! ¡Estás despedido!”
Insisto, no sé cuál fue la razón: ¿Una naranja al suelo? ¿Una risa por el absurdo? Creo que balbucee un “¿Por qué?” que no obtuvo respuesta y consternado, tomé mis cosas y salí pensando en mi recién nacida hija.
¿Un despido injustificado? No lo sé. En fin… Nada más espero que estos casos, como el mío, nadie los viva porque se mezclan una serie de emociones entre rabia, tristeza, odio e indignación. El tiempo después lo cura, pero mientras…
Tiempo actual…
Esta semana que pasó, muchos trabajadores de confianza en el Congreso local fueron invitados a pasar a firmar su “renuncia voluntaria” lo que llevará a estas personas a ser parte de la lista de desempleados.
Misma suerte habrán de correr empleados de confianza de los diversos ayuntamientos de Veracruz.
Si bien es un proceso que se puede considerar normal, lo cierto es que, valga la redundancia, para el que estampa la firma aceptando la “renuncia”, sencillamente le cuesta trabajo aceptar que ello “le cuesta el trabajo”.
Es común que algunos empleados de confianza no acepten tal disposición o petición y acudan ante las instancias laborales en un pretendido “despido injustificado”.
¿Se vale?
Sí y no.
Por un lado se vale porque a alguien que cumple profesionalmente su labor a lo largo de tres años, le parece inconcebible que se le despida si está haciendo bien su trabajo, nunca faltó, no dio problemas y no hay queja en contra. Además, se queda sin sustento para mantener a una familia.
Argumentos válidos en cualquier tribunal de Conciliación y Arbitraje.
Por otro lado “no se vale”, así, entre comillas, porque la mayoría de esos empleados de confianza llegan con una nueva administración que, es sabido y entendido, el empleo que tienen es temporal, no eterno ni vitalicio, y lo mismo puede durar tres años ¡o menos!
Es así, entra un equipo y sale otro que habrá de dar oportunidad de trabajo a otro conjunto de personas de confianza durante tres años ¡o menos! Dependiendo de sus aptitudes o actitudes.
Así que, en muchos municipios, al final de cada administración, se dan estos casos: hay demandas contra el ayuntamiento por despido injustificado.
Los nuevos alcaldes, entonces, no sólo heredan deudas, obras pendientes o reclamos sociales…, también pleitos laborales que, en muchas ocasiones, cuestan grandes cantidades al erario municipal al pagar por una demanda, que si bien parece justa, al final, quien paga los platos rotos son los nuevos ediles que ni los contrataron. Y es que los laudos en contra ¡cómo duelen!
Así que si los alcaldes que salen sufren, porque no llegan las partidas federales, los proveedores los acosan, los aboneros los hartan, los trabajadores los presionan; ahora se truenan los dedos esperando que, antes de que concluya diciembre, sus empleados de confianza entiendan que, esa labor a su lado tenía un tiempo, un lapso, un periodo que se cumplió y nada más esperan que no haya demandas laborales porque, si bien no las habrán de pagar ellos, serán parte de esa herencia maldita que habrán de entregar a los nuevos presidentes municipales…
e-mail: dor00@hotmail.com
twitter: @cainito
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