lunes, 17 de enero de 2011

Palabras

Juan Antonio Nemi Dib
Historias de Cosas Pequeñas

“Cuando tengas ganas de morirte
no alborotes tanto: muérete
y ya.”

Jaime Sabines


Nada nuevo ni creativo se dice al afirmar que la palabra es arma poderosa, fuerza explosiva o bálsamo infalible, torrente de pasión o tajo de hielo. Sabemos que la palabra es esencia del pensamiento -razón y lenguaje son indisolubles, coinciden filósofos y lingüistas-, motor de las revoluciones y explicación posible de las cosas: lo que no pueda decirse, lo que no se exprese con una palabra, simplemente no existirá.

Como asegura Carlos Fuentes: “...decir, hablar, es la moneda bien maculada del trato diario. Usamos palabras para amar, pedir, injuriar, exaltar, saludar. Gastamos las palabras en el roce diario del trabajo, el movimiento, el trato con amigos y extraños; el cariño con mujer e hijos, la blasfemia contra enemigos, la adulación de poderosos, la información, la noticia, la conclusión... Las palabras son la moneda de cobre de la vida diaria. Pero pueden ser el conducto que salva a las propias palabras de su condición consuetudinaria y las convierte en oro de la poesía y el pensamiento. Cuesta rebajar la música. Más aún cuesta elevar la palabra”.

Según Noam Chomsky, “la lengua no es un invento cultural, sino una capacidad innata con la que nos ha dotado la naturaleza únicamente a los seres humanos”, es decir, que se nos reserva a nosotros el privilegio de una comunicación sofisticada a la que se accede únicamente mediante ciertas características (biológicas/fisiológicas) que no posee ninguna otra especie. Dicho esto -y difícilmente rebatido- ¿quién podrá discutir el papel de la palabra en el proceso de la civilización?

Las palabras evolucionan, sus significados cambian, se mueven, son dinámicas y hasta orgánicas, como las comunidades sociales a las que sirven y dentro de las que se usan. El ritmo de las cosas exige palabras nuevas, deja en desuso a las antiguas. Las palabras son el mejor testigo de los cambios sociales. Hay quienes viven el gozo profesional de biografiarlas, de recrear su historia -los filólogos- y de medirlas en los contextos en que fueron aplicadas.

Las palabras atraen, seducen. Pero también alejan, asustan, incluso destruyen. Las palabras describen realidades, precisan hechos... y pueden falsearlos, exagerarlos, confundirlos, minimizarlos, distorsionarlos, empequeñecerlos, quitarles sentido, desnaturalizarlos, de plano inventarlos, fabricar leyendas. Las palabras que corren y se transmiten de boca en boca -rumores-, a veces “sotto vocce”, ahora también en las anónimas “redes sociales”, pocas veces hablan de amor, de confianza, de solidaridad, de responsabilidad, pero por alguna extraña razón, cuando son usadas así se nos convierten en creíbles, se constituyen en “hechos ciertos”, convencen de lo malo, que no de lo bueno. Las palabras así usadas no implican compromiso y quizá por ello, precisamente por eso, se tornan en verdaderos torrentes que acaban desembocando en océanos de confusión y desaliento. Las palabras pueden asesinar a las esperanzas, a los sueños, a la libertad, al prestigio, al crédito, a la libertad, a la paz.

Las palabras pueden ser verdaderas ráfagas y no siempre de aire fresco. Pueden ser peores que balas. Habría que usarlas con cuidado.

La botica.- Recibí esta queja en mi buzón de correo. Conozco y he sufrido en carne propia una experiencia similar, muy desagradable, por ello comparto el texto, a cuyo autor respeto: “...escribo para pedir su amable intervención, aunque sé que me puede causar reacción negativa, creo que es mi deber como ciudadano de Xalapa, denunciar públicamente, a nombre propio y de mis vecinos cercanos a la Plaza Animas, un antro que escandaliza a altas horas con música estridente, antro autorizado y tolerado por el ayuntamiento anterior, que ha ido generando más y más molestias y riesgos para quienes vivimos en esta zona, en principio por el excesivo ruido que a altas horas producen (a esta hora que escribo la música rebasa los limites tolerables para quienes deseamos descansar después de arduo trabajo y no termina hasta casi amanecer, repitiéndose esto cuando menos tres veces por semana), otras porque en la situación de inseguridad que vivimos, este sitio en que rebosan las bebidas, llega a ser peligroso para nuestra integridad, por el estado en que salen conduciendo o bien si a algún vecino afectado se le ocurre ir por cuenta propia a exigir la paz y tranquilidad que merecemos en esta zona habitacional, lo cual pasaron por alto las autoridades respectivas que dieron permiso de operación a este negocio que contribuye al deterioro de la salud de quienes lo frecuentan y a alterar la calma que teníamos y que nuestras familias merecen. Hago este escrito, preocupado y frustrado, después de varios intentos para encontrar alguna autoridad con quien reportar este abuso de parte de los dueños de este establecimiento... para que las autoridades de los tres niveles de gobierno tomen cartas en el asunto, poniendo orden a estos antros y recuperando la calidad de vida y seguridad que teníamos. Considero que lo prudente y justo seria el cierre de este local que en nada contribuye a la armonía y sí perjudica la salud pública.”

antonionemi@gmail.com

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