viernes, 3 de febrero de 2012

Una historia apestosa

Brenda Caballero
Números Rojos

Iba a entrar al estacionamiento de mi edificio, cuando frené de repente, el acceso a él estaba obstruido: era el camión de la basura.
Amablemente, pregunté al chofer del camión si iban a tardar mucho; de manera indiferente me contestó: “¡Si quiere, nos vamos!”, ante el temor de que cumpliera su amenaza y nos dejara la basura por más días apestándose dentro del contenedor, le contesté: “no… me espero”.
El chofer, entre refunfuños, comentó a su compañero que paleaba los residuos: “¡qué feo apesta!”. En verdad tenía razón, sin embargo, su malestar por recoger la basura era más que evidente... nada le costaba mover dos metros su camión y dejarme pasar. Sin embargo, parecía que quería desquitarse de todos los condóminos que tiramos la basura en ese contenedor, obstruyendo la entrada principal al estacionamiento para que nadie entrara o saliera.
No me miré al espejo, pero si lo hubiera hecho creo que Hulk se hubiera enamorado de mí, ¡por lo verde que estaba! Y créame que entiendo que a veces tenemos un mal día en el trabajo, pero lo que me cuesta comprender es como un servidor público, que trabaja para que la ciudad de Xalapa esté limpia, se queje de lo que hace y perjudique a terceros por su malhumor, pues mire que decir que si no estaba de acuerdo en cómo se había estacionado se iba, valiéndole gorro los que habitamos cerca del contenedor...
Aunque he de reconocer que se me hizo chistoso su comentario de que la basura apestaba, pues en la mayoría de los casos apesta y feo, más si tiene casi una semana depositada en el mismo lugar.
Mientras esperaba, orillé mi carro y esperé pacientemente a que se me bajara lo verde, mientras pensaba que era probable que el señor estuviera supliendo temporalmente al chofer de la unidad de basura y por eso no estaba familiarizado con su olor, ¡imagínese trabajar en algo que no le gusta!
Seguí esperando en la calle, pasaron cinco, diez, quince, veinte minutos... para entonces, el verde ya casi era amarillo, pues creo, la paciencia, forma parte de mis virtudes.
Observaba cómo levantaban la basura; incluso, uno de los recolectores quiso mejorar el espectáculo quitándose la playera, mostrando su pecho y torso mientras paleaba.
Conté hasta diez y me volví a acercar para preguntarles si tardaban mucho, pues ¡alguien tenía que hacer de comer!
El del torso desnudo se acercó a mí contestando mi pregunta: “¿va a pasar? ¡pensé que nos estaba viendo trabajar!” ¡Ajá, cómo no! ¿media hora viendo a un malhumorado chofer y a un joven creyéndose Johnny Bravo o William Levy recogiendo la basura?
En fin, traté de ser un poco más inteligente, pues como dice el dicho, el que se enoja pierde, y como no quería perder otra media hora, le comenté que tenía que pasar a hacer de comer, enseñándole las tortillas que había comprado; él me comentaba que la basura se había convertido en un gran problema en toda la ciudad, pues sin bolsas amarradas era muy difícil recogerla, guiñó su ojo y me dijo que le invitara un taco, a lo que mi desesperación asintió con mi cabeza; volvió a decirme que le esperara un momento mientras hablaba con el chofer. Sí, esperar… esperar… esperar…
Aunque esta vez no fue mucho. El chofer subió al carro disgustado y lo movió para que pasara, le agradecí el gesto con la mejor de mis sonrisas.
Subí corriendo a la casa mientras recordaba la escena de la basura así como el comentario del problema de recolección. Y en verdad que es difícil, pues antes, el carro pasaba mientras los recolectores aventaban las bolsas por encima de la batea. Hoy, eso ya no es posible. Los pepenadores abren las bolsas sacando todos los desechos, para buscar lo que tiene valor y pueden comercializarlo (cartón, aluminio, fierro viejo, botellas de pet, vidrio, etc.) sin importar si riegan el resto de la basura y sin pensar en cómo la recolectarán en el camión de basura.
Pero si la basura se ha convertido en un problema colectivo, ¿por qué no pensar en educar a la población en la separación de orgánica e inorgánica? Más aún, implementar medidas para que esa cultura de la separación no vaya a parar al mismo lugar. O a la mejor, buscar alternativas para reciclar la basura, como lo hacen en Monterrey con las llantas, que en lugar de quemarlas sirven para impermeabilizar casas.
Es más, si existen medidas de sanción para los que sacan la basura antes de que toque la campana, por qué no implementar sanciones para los pepenadores que riegan por doquier la basura.
Y mire que no estoy en contra del pepenador, al contrario, es bueno que esa actividad genere recursos para sobrevivir; sin embargo, considero que si abren las bolsas de basura en las calles, regándolas, al menos nuestras autoridades deberían obligarlos a tareas comunitarias, como barrerla o recogerla.
Seguí cocinando, mientras un olor horrible llegaba a mi nariz, no eran mis guisos, era la basura que seguía esperando ser recolectada.

Email: caballero_brenda@hotmail.com

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