viernes, 16 de marzo de 2012

"Caballo Blanco" ¿viejo y cansado?

Miguel Ángel Gómez Polanco
Vía Crítica


“El caballo viejo, ese aprovecha la mañana por si la tarde no llega”, versa aquella melodía que hiciera famosa el salsero panameño Rubén Blades, tan inevitablemente pegajosa como la analogía con el tema que hoy en día tiene envuelto a Veracruz en un juego de intereses que parece cansar por momentos, pero sin que muestre señales de un posible final definitivo: la mina Caballo Blanco impulsada por la empresa canadiense Goldgroup, cuya ubicación en la zona que comprende el municipio de Alto Lucero, dentro del cerro “La Cruz”, ha entrado en una fase de inciertos arrebatos que sugieren cualquier posibilidad de ser revivida.
Y es que después de realizar foros, debates y encuentros para analizar la viabilidad del proyecto en el estado, las voces que se manifestaron en contra de éste parecen haber triunfado, por lo menos en lo que al gobierno estatal respecta, pues tras una serie de pruebas presentadas contra la minera sobre las afectaciones que traería el establecimiento de Caballo Blanco en Veracruz, más gente se unió a la causa e integraron diversos frentes que exigieron a Javier Duarte de Ochoa su cancelación.
No obstante los “adelantos” que había en el tema, como supuestas “donaciones” que la empresa canadiense había hecho al ayuntamiento de Alto Lucero en el orden de los 300 mil pesos –que sabrá Dios dónde quedaron-, así como haber solicitado a la Universidad Veracruzana su intervención para el estudio de las condiciones topográficas y ambientales en general para su desarrollo, y la aparición de un supuesto video donde se aprecian elementos del Ejército supervisando las detonaciones que efectúan integrantes de la Minera Cardel; todo como parte del fundamento en la desconfianza que se generó en la población y los grupos ecologistas que han defendido de la explotación a la zona; la triangulación de los permisos y posturas de las instancias federales en el tema, conserva a la mina con un estatus incierto que debe ser interpretado con cuidado.


Por ejemplo, en la reciente inauguración del módulo de la Cruz Roja de Palma Sola, pocos días antes de que el “alcalde regañado” de Alto Lucero, Lucio Castillo Bravo, procediera a clausurar el área que comprende la mina; hubo detalles dignos de analizarse a través de una conducta no verbal de los presentes, así como de las expresiones de repudio respaldadas, ahora sí, por las administraciones municipal y estatal.


En aquel evento se pudieron observar personas que guardaban pancartas con consignas a favor de la mina y que hasta el arribo de Duarte de Ochoa decidieron mostrar. “Parecían acarreados”, comentaban varios integrantes de la prensa que se dieron cita en el lugar, aunque en esta ocasión no se trataba de gente que apoyara al mandatario, sino de quienes con el argumento de la creación de empleos, fueron llevados por parte de los intereses mineros como medida de presión.


Posteriormente, el munícipe Lucio Castillo Bravo tomaría la palabra. En su participación, el nerviosismo era claro. Tartamudeaba, no articulaba sus frases, temblaba, mientras Javier Duarte escuchaba sus torpes palabras con una cara diferente a la que lo distingue: estaba molesto, en desacuerdo; sin la sonrisa con la que siempre se hace presente en todo lugar y con toda la gente, mientras su esposa, la señora Karime Macías de Duarte, intentaba tranquilizarlo.
El alcalde concluiría pidiendo el apoyo a Duarte de Ochoa para la Cooperativa de Ganaderos de su municipio. Tenía que hacer algo para suavizar la efervescencia de los reclamos y la urgencia de empleo.
Era turno del cordobés. Muchos le gritaban pidiéndole trabajo, lo cual cambiaría cuando Duarte les mencionó la mina, pues de escucharse enérgicas voces, ahora lo hacían los intensos chiflidos.
Mientras esto sucedía, elementos operativos del mandatario se comunicaban por el famoso “chícharo”. “¿Ya lo sacamos?”, preguntaba uno de ellos. “Se cancela el recorrido”, aseveró el mismo individuo, refiriéndose a lo que haría el gobernador posterior al encuentro y que se haría palpable en minutos: Duarte de Ochoa culminaría su discurso y saldría rápidamente, sin más explicación.
Desde luego, esto no fue bien visto por la mayoría, pues hubo quien no cesó en su intento de organizar a los que apoyaban el establecimiento de la mina, entre ellos, la hija de un conocido ganadero de la zona.
Ahí acabaría todo. Lo siguiente era labor del alcalde clausurando la mina, aunque las instancias federales no hayan emitido postura alguna y Goldgroup desestime las declaraciones del gobierno veracruzano al respecto.

SUI GENERIS
Es incierto en qué acabará todo. La pugna por la mina sigue vigente, aunque existen factores que podrían influir fuertemente, sobre todo por la vinculación con el tema electoral.
Uno de ellos podría ser la ejecución de Bernardo Vásquez Sánchez el pasado 15 de marzo. Él era miembro de la Coordinadora de Pueblos del Valle de Ocotlán de Morelos, Oaxaca, y activista contra las minas de la empresa Cuzcatlán en San José el Progreso, del mismo estado, quien en su momento se unió al reclamo por el no establecimiento de Caballo Blanco. Un duro golpe que podría colaborar para redimir a la administración estatal veracruzana en sus esfuerzos por detener por completo la mina.
¿Quién quedará mejor? ¿El gobierno veracruzano con la sociedad y el medio ambiente o el federal con la empresa canadiense? ¿Hasta dónde llega la pregonada hermandad entre estado y federación? Saque usted sus propias conclusiones.

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