lunes, 26 de marzo de 2012

Del alto rendimiento, a bolear zapatos

Fotos: Gema Guevara

Víctor Báez fue un atleta en la disciplina de powerliftingDejó atrás el deporte por lagunas administrativas, grillas e incumplimientosLas malas experiencias con María Cisneros e Israel Benítez no le harían volver

Fernando Hernández

“Te voy a ser honesto, yo al deporte ya no regreso; aunque me ofrezcan, ya no”.
Así de contundente fue Víctor Báez Santiago, un atleta de 33 años de edad que no se limitó a estar en su silla de ruedas. Trató de destacar en la disciplina de powerlifting (levantamiento de pesas) y tuvo un sueño que vio cortado por los males administrativos que invaden al deporte. Hoy a pesar de su discapacidad, lustra zapatos, pegado a una de las paredes exteriores del Mercado Jáuregui.
Mientras acomoda el pantalón del cliente, para no mancharlo de grasa, el deportista prepara sus utensilios de trabajo. Es tímido. Hablar del tema le cuesta trabajo. Él no quería retirarse, pero la dignidad le ayudó a tomar la decisión.
En su momento llegó a cobrar una beca de tres mil 800 pesos mensuales, una historia que de tres años a la fecha “me la daban por cacheritas, por poquitos, supuestamente ahorita me restaban los últimos pagos, pero nada, me quedé en blanco desde hace año y medio”.
Con el paso del tiempo le bajó la cantidad a dos mil 500 mensuales, que en los recientes 18 meses no han sido cubiertos totalmente, “no me han dado supuestamente porque habían perdido mi documentación y con base a ellos se podían amparar, pero el problema fue María del Carmen Cisneros (ex presidenta de la Asociación Veracruzana de Deportistas Sobre Silla de Ruedas), que ya no está”.
Ya con la habilidad del manejo del cepillo y la franela, Víctor confesó que la nueva dirigente de estos atletas discapacitados, Martha Reyes, lo ha mandado a buscar para recuperarlo, “pero regresar al deporte ya no, si hubiera vuelto yo pedí que se me apoyara como se debiera, pero así nada más por cacheritas no. Ya me cansé”.
Compañeros de él le han insistido para que regrese, “pero yo ya tengo familia, mi esposa y dos hijos, y estar en el deporte me muero de hambre, más si no me dan el estímulo para salir adelante, y pues tengo que trabajar, por eso mi tío me invitó aquí, a bolear zapatos”.
Aún entrena, pero ya no con la intensidad de antaño, “ya nada más lo hago por salud y para no perderme”.
Momento de untar el betún en el calzado y la mirada nostálgica de Víctor recordó medallas y reconocimientos ganados, “pero vas a una institución y no te ampara, desgraciadamente debes perteneces a alguien o que te echen un palancazo para poder obtener algo, mientras no, y ya me aburrí”.
Sus afectaciones se dieron durante la gestión de Roberto Bueno al frente del Instituto Veracruzano del Deporte, pero señaló principalmente al ahora coordinador de Activación Física en Xalapa y entonces subdirector de Alto Rendimiento en el IVD, Israel Benítez, “según me dijo que siempre iba a contar con su apoyo, que me iba a echar la mano, pero me quedó mal y toqué varias puertas, me dieron la espalda y me decepcioné, pero ya no lo ve caso seguir y todo lo dejo en las manos de Dios”.
Cepilla con fuerza sobre el calzado negro para que salga del brillo. Hizo una pausa para mencionar que como lustrador de zapatos saca al día entre 120 y 150 pesos diarios, y con eso debe alcanzar para mantener a su esposa Yaret y sus pequeños Luis Ángel y Raciel, “pero me da para comer, en el deporte podía conseguir tal vez más, pero aquí en la boleada estoy más en paz, me siento tranquilo”.
Báez Santiago no quiere permanecer mucho tiempo brincando de su silla de ruedas al asiento de su cajón, “quiero estudiar una carrera técnica, me gusta mucho la electrónica, ojalá me apoyaran para estudiar, quiero aprender lo que es lo de los celulares, me metí a Internet y aquí no hay de eso. Hay en México, pero ir allá y venir son gastos grandes que no puedo solventar, o apoyo a mi esposa en su carrera, porque estudia el desarrollo de los niños”.
Y surgió la duda. ¿Por qué no volverse entrenador? “Me agradaría, pero no tengo ni los estudios, ni la teoría, sólo tengo la práctica, porque me entrenó un cubano, Conrado Jiménez, yo entré al deporte porque él me entusiasmó, lo quiero como a mi papá, gracias a él fue que rompí varias de mis metas”. El peso que llegó a levantar fue de 140 kilos, cuando él pesaba 55 kilogramos y se quedó a cinco kilos de clasificar a un evento panamericano.
El olor a huevos y salsa verde empezó a proliferar en el ambiente. Sus compañeros boleros se disponían a desayunar y esperaban por Víctor, pero fue cuando recordó a María del Carmen Cisneros. La directiva lo bloqueó. Nunca supo los porqués. Incluso él la reportó ante la Federación, porque no le avisaba a tiempo para concentraciones o eventos, por lo que se quedaba en Xalapa.
Aunque ya no quiere competir, su sangre de atleta le llama. Tiene el gusto por las carreras sobre sillas de ruedas, su favorita es en handbike (ciclismo paralímpico), incluso ha recibido invitaciones para tiro con arco, natación, lanzamiento de jabalina, baloncesto, debido a la fortaleza de su torso y brazos; al grado que un histórico del deporte paralímpico mexicano, como Saúl Mendoza, le ha comentado que participe en pruebas de pista por las condiciones físicas.
Pero la historia de siempre le volvió a dar un portazo en el rostro. “No tuve el apoyo para la silla de ruedas, me metí a Internet y costaba 61 mil pesos, muy caras y no sé cómo le pudiera hacer”.
Los zapatos han recuperado el brillo en el negro de la piel, los 20 pesos fueron cubiertos para persignarse en el día. La despedida es rápida, las tortillas empiezan a enfriarse y es hora de la primera comida de la jornada.

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