lunes, 9 de julio de 2012

El México absurdo

Roberto Morales Ayala
Zona Franca

México es el país de los absurdos.
Durante más de 70 años, los mexicanos padecimos una dictadura priísta que disfrazada de democracia era sazonada por la propaganda que nos decía que vivíamos casi en el paraíso.
Paralela a esa ilusión, en los sótanos del poder de los gobiernos priistas se respiraba la pesadilla de la guerra sucia en la que se reprimía y perseguía a quienes levantaban la voz para advertir que caminábamos a la desgracia.
Hoy con Enrique Peña Nieto ese priismo regresa, y como si fuera la maldición de Sísifo, una gran mayoría de mexicanos se somete a ese castigo mitológico para cargar la pesada piedra que inevitablemente volverá a caer al abismo.
Sísifo, como pareciera hoy México, fue condenado por los dioses a un castigo eterno: ser confinado en el infierno y empujar cuesta arriba la más pesada roca hasta alcanzar la cima de la montaña. Una vez ahí, la vería deslizarse cuesta abajo. A paso lento volvería a la llanura y de nuevo a subirla, hasta el fin de los tiempos.
Con golpes de billete, con engaños, dice el líder del PAN, Gustavo Madero, ganó el PRI la elección presidencial. Enrique Peña Nieto será el nuevo inquilino de Los Pinos. Ganó con más votos, pero no necesariamente con votos limpios.
El triunfo, sí a si se le quiera llamar, se lo debe a los que sucumbieron al goce de una playera y una gorra, a la despensa y a la lámina, a la tarjeta de puntos de Soriana y al dinero que se tradujo en votos. Son ellos sus cómplices en la aventura electoral.
Quienes buscaron impedir el regreso del PRI al poder, apelaron a la razón histórica. El PRI en la Presidencia de México es un depredador. En su era de esplendor, acabó con los bienes nacionales; los convirtió en empresa privada. En sus días de brillo, endeudó al país y se engulló los créditos internacionales, parando gran parte de ellos en las cuentas bancarias de los priístas de alto nivel. Uno de ellos, hoy presume de ser dueño de una línea aérea, de esos vuelos son las transas.
El PRI es el PRI. Es un viejo que no valora sus malos pasos. Sin remedio. No cabe la idea del nuevo PRI que pregona Enrique Peña Nieto, pues a su alrededor están los grupos que se han distinguido por usar los recursos del pueblo para su beneficio personal. A su lado está Arturo Montiel, a quien sucedió en el gobierno del Estado de México; Alfredo del Mazo, su tío, ex gobernador mexiquense, cuyo hijo será proyectado por Peña Nieto; Jorge Hank, hijo del iniciador del Grupo Atlacomulco, y Carlos Salinas de Gortari, el ex presidente más poderoso que haya tenido México desde Plutarco Elías Calles, fundador del PRI.
Peña Nieto se ha repartido el pastel con otras corrientes priístas de viejo cuño: los echeverrristas y lopezportillistas, a quienes dio espacios en el PRI nacional, y candidaturas a diputados federales y senadores.
No hay, así se ve, un nuevo PRI que haya renunciado a perpetuar al dinosaurio tricolor.
Es el pesado lastre que tendrá que cargar México porque no fue suficiente el esfuerzo de un sector del electorado para impedir el regreso priísta, que viene afinado y más colmilludo para afianzar el poder y, ellos sí, desmantelar a los partidos de oposición, enfrentar a los intelectuales, la conciencia crítica de los mexicanos, y los medios de comunicación que no le son afines.
Como Sísifo, los mexicanos tendrán que continuar con su paciente tarea de enfrentar la violencia, derivada de las acciones del crimen organizado, crecido y envalentonado por la tolerancia y complicidad de gobiernos estales y alcaldes, policías corruptas y activos judiciales, que le han permitido convertir amplios territorios en campos de batalla y en zonas de secuestro y extorsión.
Tendrán, también, que lidiar con la desigualdad social. La brecha económica existe y se ha ensanchado. El neoliberalismo, que llegó con Miguel de la Madrid en la presidencia y que fue sostenido con lo gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón, tiene esa particularidad: concentra la riqueza en unas cuantas manos y hace crecer la base de pobres. En México la cifra es alarmante: 60 millones con apenas lo necesario para vivir, 20 de millones de ellos en pobreza alimentaria.
Otra pesada piedra es la corrupción, quizá la madre de todos nuestros males. De ahí se deriva el gobierno fallido de México, a nivel federal, y el fracaso de los gobiernos estatales. La riqueza no llega a millones de mexicanos y, peor aún, el reparto es extremadamente injusto.
Muchos mexicanos tendrían satisfactores esenciales, empleo bien pagado, seguridad social, mejor educación, si la corrupción pudiera ser abatida. Desgraciadamente no es así. En todas las esferas de la burocracia, la corrupción permea.
No vienen tiempos buenos para México. El triunfo de Enrique Peña Nieto, obviamente echando mano de recursos multimillonarios para su campaña, lo que de entrada la hace inequitativa y, por lo mismo, trastoca los principios de la democracia, es una señal negativa para los mexicanos y augura el descontrol de la economía y la desigualdad social.
Peña Nieto va a cogobernar con Televisa y TV Azteca. Será el sexenio del duopolio y el clímax de la mediocracia, que lo llevó al poder a golpes de propaganda.
Por eso México es un país de absurdos. Sabiendo de lo que es capaz el PRI, no se tuvo la capacidad de formular el retrato del horror, del abuso y de la ambición que distingue a los dinosaurios priístas.
Muchas generaciones lo habrán de pagar. (@moralesrobert)(romoaya@gmail.com)

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