lunes, 21 de enero de 2013

Ocho policías levantados y el gober cafeteando

Roberto Morales Ayala
Zona Franca

Ya se sabía que ocho policías del municipio de Úrsulo Galván, comunidad muy cercana a la capital del estado, se encontraban desaparecidos cuando el gobernador Javier Duarte tomó la decisión de irse a tomar un cafecito en el puerto de Veracruz, junto con el coordinador estatal de la Policía Federal, para hablar de los “buenos resultados” del operativo Veracruz Seguro.
En este rinconcito de patria que sabe sufrir y cantar, es evidente que el mandatario asume una actitud chabacana con el afán de minimizar —no importa qué tan ridículamente— los graves índices delincuenciales que no paran bajo un gobierno con la corrupción tatuada en cuerpo y alma.
Al gobierno de Javier Duarte no le hacen faltan capacitaciones de policías francesas, ni americanas, ni del Chapulín Colorado, sino una fuerte dosis de moral y decencia para darle honorabilidad a una pléyade de políticos que no se respetan a sí mismos, menos a sus semejantes.

 Empezando por quien gobierna.
A nadie que presuma de buen juicio se le ocurriría irse a tomar un cafecito mientras su administración enfrenta una severa crisis de seguridad, alimentada por la sobrada complicidad de su aparato de justicia. 

Mucho menos tomar el tema a chunga al utilizar una reunión de seguridad, por informal que fuese, para hacer pasarela política.


Duarte lleva dos años tratando de convencer a los veracruzanos que vivimos en la tierra prometida o que este rincón jarocho es una nueva versión de Casi el Paraíso. El pueblo, en cambio, vive otra realidad y padece otra historia. Los asaltos están a la orden del día, así como los levantones y secuestros.
Veracruz se sumó está semana a la oleada violenta que azota al país. Ocho policías municipales de Úrsulo Galván, que desaparecieron el viernes 11, presumiblemente a manos de sicarios del crimen organizado, provocaron fuertes críticas al gobernador Duarte por el manejo errático del hecho.
Los ocho policías se hallaban en labores propias de su encargo cuando se perdió contacto con ellos. El lunes 14, ante la pasividad de las autoridades, los familiares bloquearon la carretera y con cartulinas en mano ejercieron presión. Entonces sí se hicieron ver y lograron ser escuchados.
Esa mañana, la prensa del lugar dijo que apareció calcinada la patrulla en que se transportaban los policías.
Mientras eso ocurría, el gobernador Duarte se tomaba un suculento café en La Parroquia de Veracruz, acompañado del coordinador estatal de la Policía Federal, Jorge Bravo Flores, “para conversar respecto a los operativos y la coordinación entre los dos niveles de gobierno en seguridad pública”.
“Los resultados en la materia (de seguridad) demuestran la firmeza y contundencia como estamos actuando, a través del operativo Veracruz Seguro, que sigue siendo incluso modelo a nivel nacional”, señalaba Duarte.
La reunión se convirtió en una pasarela política. Duarte hizo llegar al empresario gasero Enrique Cházaro Mabarak, lo invitó a platicar y suscitó el futurismo, pues ya se le da como el candidato del PRI a la alcadía de Veracruz.
Sobre la desaparición de los ocho policías, el secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita, señaló que no se habían presentado a trabajar y que no eran ocho, sino seis los elementos faltistas. “Estamos en su búsqueda, no tenemos confirmado nada aún. Estamos por aire, tierra, buscándolos, no descansaremos hasta encontrarlos”, dijo.
Por su parte, Arturo Matiello Canales, presidente del Consejo de Participación Ciudadana de la Procuraduría General de la República en la entidad, aseguraba que el gobierno estatal debiera certificar a Veracruz como Comunidad Segura.
Otra ocurrencia corrió a cargo del secretario Bermúdez Zurita, quien exalta que personal de la Policía Francesa imparta cursos de “buenos modales” a los 400 elementos policíacos capacitados en la Academia El Lencero.
Horas después de esa declaración, se agravó la situación en Úrsulo Galván. Los cinco que aún quedaban, decidieron darse de baja.
Paradójicamente, como si se tratara de los acostumbrados mensajes que se dan en el mundo político, en un municipio del Estado de México, Zinacatepec, fueron hallados los cuerpos descuartizados de seis personas, precisamente en un lugar llamado Barrio Veracruz. Al parecer no hay relación directa con el caso de los policías desaparecidos en Úrsulo Galván; sin embargo, uno y otro forman parte de la imparable violencia que priva en todo el país.

La sola mención al Barrio Veracruz hizo suponer que el hallazgo tenía algún vínculo con el estado gobernado por Javier Duarte. Ese hecho se sumó a otros dos acontecimientos violentos. En Toluca aparecieron cinco cuerpos con señales de tortura, y en Santiago Tianguistenco, otros dos, decapitados.
Ahora, en Veracruz, el escándalo se da en torno a los ocho policías de Úrsulo Galván desaparecidos, de los que el gobernador quisiera no tener que hablar.
Mientras, para pasar el trago amargo, Javier Duarte se receta un espumoso lechero en La Parroquia, donde chacotea y arma la pasarela de candidatos a la alcaldía de Veracruz.

(romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)

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