miércoles, 2 de enero de 2013

Una vida solitaria


Sergio Vaca Betancourt Bretón 
En diciembre de 1996, aprovechando que estábamos en Nueva York, fui con mi hijo Sergio a ver el Christmas Show en el Radio City Music Hall, que concluía con una representación del nacimiento del niño Jesús en la que aparecían los 3 Reyes Magos montados en un caballo y un camello de verdad, siendo el elefante de utilería.
Al entrar nos entregaron un folleto que en su última página traía en inglés un poema intitulado “Una vida solitaria” cuyo contenido es extraordinario por la información que aporta y yo desconocía, pero además, a pesar de que no soy lágrima pronta de los que lloran por cualquier cosa, leerlo hizo que se me escurrieran lágrimas.

Lo traduje al español para obsequiarlo a algunos amigos. Como este año ha sido singularmente violento debido a los levantamientos en varios Países Árabes para sacudirse a sus dictadores, los combates diarios en Siria y la masacre de 20 niños hace unos días en el pequeño pueblo de New Town, Connecticut, Estados Unidos, que tiene estremeciéndose al mundo, me parece oportuno reproducir ese poema, cuyo autor desconozco, con la esperanza de que ayude a quienes lo lean a entender mejor la obra de Jesucristo.
Una vida solitaria.
         Nació en un pequeño pueblito y fue hijo de una campesina.
         Creció en otro pequeño pueblo, donde trabajó en una carpintería hasta que tuvo 30 años.
         Después fue un predicador ambulante durante 3 años.
         Nunca formó una familia ni fue propietario de casa alguna.
         Jamás estuvo en una gran ciudad.
         Nunca viajó a más de 300 kilómetros de distancia del lugar en que nació.
         Jamás escribió un libro ni tuvo una oficina.
         Nunca hizo alguna de las cosas que usualmente acompañan la grandeza.
         Siendo todavía un hombre joven la opinión popular se volvió contra él.
         Sus amigos le abandonaron y fue entregado a sus enemigos.
         Se le sometió a un proceso ridículo.
         Se le crucificó entre 2 ladrones.
         Mientras moría los que le ejecutaron se jugaron lo único que poseyó: su manto.
         Cuando falleció se le bajo de la cruz para ser enterrado en una tumba prestada.
         19 siglos han pasado desde entonces y hoy él es la figura central para muchos seres humanos.
         Todos los ejércitos que han desfilado.
         Y todos los barcos que han navegado.
         Y todos los Parlamentos que han existido.
         Y todos los Reyes que han gobernado, juntos,
         no han afectado la vida de los hombres sobre la tierra
         tan poderosamente como aquél que tuvo esta vida solitaria.

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