viernes, 5 de julio de 2013

Despertar ahora, si no ¿cuándo?

Roberto Morales Ayala
Zona Franca

Lo mejor de los procesos electorales es que desnuda, exhibe y le arranca la careta a los rufianes, a los corruptos y a los simuladores y, sea cual sea el resultado, confirma o desmiente que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen.
México, y Veracruz, por supuesto, viven en la cultura del fraude. Las elecciones no se ganan; se arrebatan. Las campañas son de promesas y de palabras falsas, de incumplimiento y de decepción. La oferta política se escucha pero no hay quien la crea, porque a fuerza de tanta mentira y demagogia, del engaño institucional, generaron un ambiente de duda y falta de credibilidad.
Veracruzanos del norte, del centro y del sur no han sido escuchados; sus demandas no han sido atendidas; sus justos reclamos han llevado a la autoridad a un callejón sin salida, y muchos, muchos ciudadanos sufren acoso y represión. Veracruz es un ejemplo del estado fallido.
El dilema de los pueblos radica en avalar un modelo político, económico y social que da muestra de agotamiento, o cargar los dados hacia una nueva apuesta, nuevos actores, nuevas formas de gobierno.
Veracruz se juega su resto en la elección de 7 de julio, un domingo que marcará la continuidad del priismo, del fidelismo, del duartismo, o el cambio de estafeta hacia el panismo y el perredismo que en la intención de voto son los únicos que provocan alerta en las filas del PRI.
La elección del 7 de julio conlleva el control del Congreso de Veracruz y la renovación de 212 alcaldías. De su resultado depende el destino del gobierno encabezado por Javier Duarte de Ochoa, pues un resultado adverso, perder la mayoría en la Legislatura, marcaría la parálisis de programas y proyectos y quedaría en manos de la oposición en su último tramo de gobierno.
Si el PRI pierde las principales alcaldías, quedaría marginado de los presupuestos más sólidos y elevados, que más que realizar obra y generar desarrollo, sirven para hacer política, operar campañas y sostenerse en el vértice de la pirámide del poder.
No es una elección más. Es la elección crucial para el priismo y las noticias no son buenas para el PRI.
Aún a sabiendas de las fracturas que sufren el Partido Acción Nacional, a causa de un desenfrenada guerra de grupos, y el Partido de la Revolución Democrática, cooptados por el gobernador Javier Duarte, el panorama es oscuro para el régimen actual y asoma el rostro de la derrota en diversas zonas de Veracruz.
La zona Veracruz-Boca del Río es, por partida doble, el punto crítico del PRI. La intención de voto favorece al PAN y la batalla no es sólo entre partidos sino contra el grupo panista que mayor dolor de cabeza le causa a Duarte y a su antecesor, Fidel Herrera Beltrán: el yunismo.
Miguel Ángel Yunes Linares es una piedra en el zapato de los priistas. Su hijo Fernando es, contra viento y marea, a contrapelo de panistas y de fidelistas, senador de la República. Su otro hijo, Miguel Ángel, va a ser seguramente alcalde de Boca del Río, por segunda ocasión.
En gran medida el problema del PRI son las corrientes que lo conforman y los pésimos candidatos postulados a diputaciones y alcaldías. Américo Zúñiga en Xalapa; Sergio Pazos en Boca del Río; Ramón Poo en Veracruz; Juan Manuel Díez Franco en Orizaba; Joaquín Caballero en Coatzacoalcos; Ponciano Vázquez en Cosoleacaque, Miguel Ángel Tronco en Las Choapas; Daniel Martínez en Agua Dulce; Salvador Abella en Córdoba, y el petrolero Lorenzo Quiroz en Poza Rica.
Los candidatos a diputados están peor: Ricardo Ahued y David Velasco Chedrahui, en los dos distritos de Xalapa; Raúl Zarrabal en Boca del Río; Anilú Ingram y Tonatiuh Pola en los dos de Veracruz; Gladys Merlín en Cosoleacaque; Mónica Robles de Hillman en Coatzacoalcos I, Ciro Félix Porras en Minatitlán; Renato Tronco en Coatzacoalcos II; Alfredo Gándara en Poza Rica; Eduardo Sánchez Macías en Martínez de la Torre, y Juan Manuel Velázquez Yunes, en Perote.
La oferta política del PRI es pobre. Sus carreras y su paso por el servicio público descalifican a sus candidatos. Unos han sido ineficientes, otros corruptos y otros arbitrarios. Y algunos están peor pues acumulan los tres defectos.
El PRI siempre ha sido triunfalista. Si no logra carro completo, por lo menos se lleva el 80 por ciento de alcaldías y diputaciones. Y no lo hace limpiamente ni con principios democráticos. El PRI es sinónimo de fraude. El PRI se roba las elecciones. El PRI se burla de la voluntad popular. Pero esta vez el panorama es peor que nunca.
En Las Choapas, en el rincón más alejado de Veracruz, así ocurre. Renato Tronco es el referente obligado si se habla de corrupción, falta de resultados, represión y cinismo. Tras una gestión como alcalde que significó el estancamiento del municipio, los choapenses se llevaron una desagradable noticia: el presidente municipal se enriqueció y además lo admitió públicamente.
Tronco intenta imponer como alcalde a su hermano Miguel Ángel cuando siempre dijo que los cargos públicos no se heredan. Ambos son postulados por el Partido Verde en coalición con el PRI, el Partido Nueva Alianza y Alternativa Veracruzana. Lo metieron por el Verde porque hasta sus compañeros priistas lo repudian.
Su gestión ha sido tan gris y llena de escándalos, otorgando obra pública a sus empresas, que el sentir popular es aplicarle un voto de castigo.
En las calles de Las Choapas se escucha la condena, la crítica, el reclamo, la decepción por todo lo que representa Renato Tronco. Su última gesta fue externar su rechazo a la mujer, hablar de ella con desdén, menospreciándola, resaltando su machismo. “Yo no consultó a la vieja para tomar decisiones, a mi no me ordena la vieja”, dijo en su mitin de cierre de campaña, en una expresión que además de machista es discriminatoria. ¿Sabrá que hay más mujeres que hombres en el padrón electoral y que su voto vale?
Renato Tronco ha sido exhibido como un personaje, que no político, de medianos alcances, impreparado pero sin ganas de superarse, iletrado pero reñido con la educación, que suple sus taras políticas y sus carencias humanas con el abuso hacia los demás, que golpea a mujeres y ancianos a través de su policía municipal, que dispone de los recursos públicos para asuntos personales, que desaparece el dinero del pueblo mientras ostenta una riqueza insultante.
Para el PRI, la puntilla en Las Choapas la da el propio Renato Tronco cuando es desnudado moralmente por su antecesor, Antonio Pouchoulén Cárdenas, al revelar éste que le entregó 70 millones de pesos en obras para que su empresa, la Unión de Ejidos 25 de Abril, las realizara en el área rural. Las obras no llegaron. Hizo otras de ínfima calidad y de los 70 millones sólo Renato Tronco supo en que cuenta bancaria o en que caja de seguridad fueron a parar. Y algo todavía más grave: engañó a los campesinos, sus hermanos de sangre.
Hoy, la zona rural, ahí donde debió invertir los 70 millones de pesos para rescatar el campo y mejorar la condición de vida de sus habitantes, es patrullada por gente armada, identificada con Tronco, lanzando el mensaje de que quien no está con Renato está contra Renato. Y eso es tan indignante como inaceptable.
Con ese sentir, con ese ánimo, llegan los choapenses a la elección del 7 de julio. Su decisión es equiparable a consecuentar a quien dispuso de los recursos a su antojo, reprimió al pueblo y se quiere robar la elección, o ejercer el voto, su derecho a elegir, calificar la gestión de Renato Tronco y si hay conciencia y dignidad, castigarlo en las urnas y también a su hermano Miguel Ángel.
Esta elección, si no se impone el fraude, demostrará que los pueblos tienen el gobierno que se merecen.

(romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)

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