jueves, 1 de agosto de 2013

Discriminar al que discrimina

Salvador Muñoz
Los Políticos

Hay algo podrido en Veracruz, dijera “Shakespirito”. Bueno, esa es mi percepción cuando nuestro Congreso local aprueba una Ley que elimina la discriminación en nuestro estado.
Y no tanto porque a golpe de “decretos”, “reformas” y “leyes”, de la noche a la mañana se acaben (por favor, a la hora de leerlos, hagan un mohín de asco, desprecio u odio para que tengan el efecto deseado) los prietos, los negros, güeros agrios, los gordos, los indios, las flacas, los jotos, los gays, las putas, las chachas, los Testigos de Jehová, los menonitas, el pobre, el anciano, el ilegal, el albañil, el taxista, el chofer de urbano, el cargador de San José, el carretonero, el inválido, y cualquier otra palabra que en su enunciación, tenga una carga despectiva, peyorativa, que dé lugar a la discriminación.
Una sola cosa: cada palabra, acción o enunciación, para ser considerada “Discriminación”, es que el sujeto de la acción se sienta superior al objeto de su cita, algo así como: “¡Es pinche prieto!”, “es una puta, ni te metas con ella”, “pinche gordo, se fue de vacaciones como si se las mereciera”, etcétera. 
Pero ¿Es necesario hacer leyes contra la discriminación? En un sentido humanista, la respuesta lógica, es no... pero no vivimos en un mundo humanista.
Así que, qué bueno que se tome en cuenta el comportamiento de nuestra sociedad para con sus miembros. Vamos, no podemos negar que somos un pueblo que discrimina hasta por la cosa más pendeja que se nos pueda ocurrir.
Si vio, mencioné oficios y no precisamente el más antiguo del mundo, sino el de “taxista”. Le juro que he escuchado a gente que dice, ante un incidente automovilístico, “¡tenía que ser taxista!” o ésta que me encanta: “¡No pasarás de taxista!”, como si tal empleo fuera peor como aquél que dijo que los mexicanos hacían los trabajos que los negros no querían hacer. Vamos, el hecho de “ser”, te cataloga con otras características que buscan denigrar, como ejercer la prostitución o creer en la Santa Muerte.
Pero, bueno, he de entender que la discriminación a la que se refieren nuestras autoridades legislativas es a la que se podría aplicar en dependencias, empresas, escuelas y otros lugares contra personas “con características especiales” (nótese que al entrecomillar, hago de cierto modo, una diferencia de éstos para conmigo). Y siendo un poco exagerados, creo que YA HAY una ley federal al respecto.
Recuerdo cuando abrió en Xalapa una tienda comercial donde venden artículos al mayoreo y no es Cotsco. Movidos por esa curiosidad malsana que nos inyecta la novedad, fuimos a comprar lo que sea y al llegar a las cajas me llamó la atención los jóvenes, tanto varones como mujeres, que atendían tanto a la hora de cobrar como en depositar los artículos en otro carro: delgados, atractivos y una estatura promedio.
Claro... al mes, cuando regresamos, esos jóvenes habían desaparecido y ya había gente sin características detalladas en las cajas... y a la fecha así sigue. ¿pues qué esperaban los del Sam’s Club al llegar a Xalapa? ¿Vikingos?
Son como las secciones de sociales de los periódicos, donde está “la gente bonita”, aunque estén más feos que la chingada, pero a los demás, los que no aparecemos en dicha parte del periódico ¿qué? ¿somos fenómenos? ¡Es discriminación social! 
Bueno, pero no creo que a ese tipo de discriminación se refieren nuestras autoridades... 
Y tampoco a la otra, a la que se da en la calle, en la escuela, en la colonia, en la oficina, no creo...
Tengo una amiga gorda (perdón, ¿debo decir “obesa” o con “obesidad mórbida”?), y no le digo de otro modo, porque mi reducido vocabulario me concentra en este caso en dos tipos de personas: gordos o flacos. Su sudor lo repelen y hasta cambian la silla donde ella se sienta porque dicen que lo deja oloroso... la verdad, nunca me ha llegado un mal olor de ella pero percibo cierta discriminación, no por su peso, sino por el olor que dicen que desprende.
Me llama la atención la expresión “hablas como albañil” para referir a alguien por grosero, lépero o majadero con las damas.
He conocido albañiles y nunca he escuchado a uno de ellos que se exprese de las mujeres como varios licenciados, empresarios y periodistas que conozco con tanto desdén y desprecio.
Le repito: me da gusto que nuestras autoridades se preocupen por esa discriminación pero más que hacer leyes, debiera educarse, llevar este tema al Plan de Estudios desde pre-escolar, primaria y hasta universidad, de ser posible. Ya los padres están dañados, sólo nos quedan los niños por enderezar.
Mientras tanto, quite el mohín de su cara de asco, desprecio u odio a las palabras pero más a sus acciones, porque realmente no hay personas prietas, blancas, negras, gays, menonitas, inválidos, de la Luz del Mundo o Testigos de Jehová, taxistas o albañiles, gordos o flacos... simplemente al final, habrá personas buenas y personas malas, el chiste es saber de qué bando estás y punto, sin necesidad de tanta ley, decreto o reforma...

  

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