jueves, 29 de agosto de 2013

El Último Chingón: De ilegal a ídolo en Europa


Un luchador que nunca se limitó a los encordados locales... ¡fue más allá!
Campeón intercontinental en Perú... gana el título “Hatum Auqui”
Erwin Bárcenas Oliveros
Distrito Federal

Hablar con quien da vida a “El Último Chingón”, es como hablar con un amigo de mucho tiempo, de ésos que uno dejó de ver hace años pero que sigue siendo ese hermano que tiene historias mil que contarnos.
Un carnal que se define y se palpa durante la entrevista, como alguien sencillo... y sencillez es lo que marca su carrera. El hombre bajo la máscara habla del “Chingón” como alguien aparte, como su compañero, como otro carnal que junto con él, hacen equipo para darle forma, fuerza, cuerpo y carisma al personaje.
“El Último Chingón” nació como los grandes personajes: buscaba un portador, vivía en el ether de la creatividad, como representación de un país donde para ser “chingón”, se necesita ser mexicano y sólo si eres mexicano, puedes ser "chingón". Nace de la casualidad, pero bien trazada, y como la vida del portador de la tapa, llegó de manera sencilla:
“Se trataba de parodiar a ídolos de la lucha libre mexicana en funciones celebradas en Barcelona, como “El Perro Aguado”, “El Embarrado de Papa”, y otros más... llegó el turno para “El Último Dragón”. Nuestro protagonista diseñó el uniforme, y al sugerir un nombre para el nuevo personaje, alguien dejó ir la idea que, usando el antifaz de su maestro Rey Leopardo, portando en su uniforme el icónico corazón amarillo con la CH del Chapulín Colorado, y dándole todo el porte mexicano que se necesita para la “chingonería”, así nació “El Último Chingón”, quien fue recibido con fuerza y gusto por el público europeo.
El mismo lo menciona: 20 años sin trabajar, vivir su vida, la lucha libre, el arte, la música, “no tengo ni casa”, pero sigue, no lo detiene nada, es un amigo, es el primero en abrazarte y el último en presumir sus logros. Pocos gladiadores del arte de Gotch han recorrido tanto mundo como nuestro protagonista. Pocos aficionados mexicanos lo conocen o lo han visto luchar. Muchos queremos que conozcan su historia, sus caminos... que los carteles no lo mencionen en nuestro país, no importa, baste que “El Último Chingón” le dé cartel a nuestro país en el mundo, con un grito de guerra, con una filosofía de vida, con su mandamiento único definido en “El Guachachá”.
Vino a México mientras se recupera de una lesión… regresa a Cuernavaca, el lugar donde nació. Pero se da su tiempo y un café para contarnos su historia, de cómo el espíritu te puede ayudar a llegar lejos, tan lejos donde tú quieras llegar.

Así empezó una leyenda
Inicia su carrera en Cuernavaca, Morelos con la empresa Reina Isabel. “Allí tuve la oportunidad de aprender pues el Doctor (se reserva su nombre) confió en mí. Sin tener la experiencia ni el recorrido de muchos, me dio la estelar para darle vida a un personaje que era de él. Me decía: ‘tú tienes el cuerpo que yo quiero para este personaje... si me dices que Sí, te voy a poner en las estrellas, vas a trabajar en las estelares. Si me dices que No, voy a respetar eso, pero empezarás desde abajo’. Yo no le dije que sí, no porque no quisiera empezar desde abajo, sino por gratitud pues me estaba dando trabajo. Yo iba con mi personaje de ‘Mandíbula’. Era rudo y el Doctor era técnico. Le dije sí, ‘vamos a hacer lo que usted quiera y como usted quiera. Me dijo las características de su personaje y siempre lo hice lo mejor que pude, siguiendo a rajatabla la línea que me daba”.
Así nació “Aquiles”. Fue tan rápido el ascenso que supo que ya no podía ir más allá, había llegado al tope en su localidad. “Ya era la estrella de la Reina Isabel, luché todos los domingos; algún jueves, cuando venían los Reyes, me ponían en la primera... era reconocido, ¿y después de esto, qué?”
Confiesa que dentro de sí, tiene algo que llama “mi indomable espíritu” y fue entonces que le dijo al Doctor que quería probar otras cosas y viajar a México. Entonces, su maestro le dio un pase para entrenar, sin tener que pagar, ¡en la Arena México! Allí conocería al Maestro Tony Salazar.
Una de las peculiaridades de este gladiador, es que diseña trajes y máscaras, por lo que al llegar a México, lo primero que hizo fue buscar clientes para hacerles sus atuendos, por ello, tenía la facilidad para entrenar a la hora que quisiera. “Desde que empecé mi carrera, no he hecho otra cosa más que mis trajes y las luchas, a su vez, compaginarlo. No he tenido un trabajo en 20 años. Por eso me dieron chance en la empresa, a través del Profe Tony. Me decía: 'Mi chingón, ¡qué transa!, ¿puedes estar en la arena México, vamos a tener un jale en Acapulco?' Dejaba todo y me iba. No tenía que pedirle permiso a ningún patrón ni decir cuándo iba a llegar.
Un día, entrando a la Arena México, estaba el cartel de los que iban a luchar, se asoma, y ve en la Arena Coliseo, en la primera lucha a “Mandíbula” y pregunta: “Oiga profe, se equivocaron” y le responde: “No, estás programado en la Primera”. De ahí, empezaron las luchas en la empresa (EMLL, hoy CMLL).
Con Erwin


¡A cruzar el charco!
“Mandíbula” luchó durante cuatro años con la empresa de la Arena México, “lo más que llegué en el Coliseo, fue a la tercera, en una semifinal en Neza o Periferia, que eran sucursales. Participaba con luchadores con más de 10 ó 15 años de experiencia… pero veía que tenían tanto tiempo y no pasaban... realmente no quería invertir quince años de mi vida”, y volvió a surgir ese espíritu indomable que me hacía sentir como atado. Un amigo, luchador olímpico, un día le sugirió irse a Barcelona pues sabía que iban a organizar un Certamen de Lucha Libre. En la Arena México le desearon suerte pero le advirtieron que si en tres meses no regresaba, perdía su lugar.
Llegó a España y el evento no se veía para cuándo, y casi a los tres meses, ¡lo hicieron! Había luchadores de Noruega, Bélgica, Japón, República Dominicana, Colombia, Marruecos y de México, ¡él!
Su primer encuentro internacional fue contra los noruegos. “Ellos no conocían la lucha mexicana y tuve que guiarlos. Se me quedaban. Pero había un muchachito, jovencito, que tenía mucha elasticidad y volaba, me tocó abrir con él” y fue un éxito.
Se acaba el tiempo y había que regresar, pero pensó que ya había cruzado el charco, “ya estoy acá... no quiero ser el pendejo que se fue y regresó” y conoció a un luchador dominicano que tenía una pequeña compañía en Italia, y le ofreció trabajo.
“Al principio me daba miedo viajar porque me fueran a deportar”. Recuerda que esa vez luchó como “Mandíbula” y “Aquiles” pues “no es un secreto que a veces dobleteamos... por las circunstancias, luché dos veces… uno se tiene que adaptar”. Luego, estuvo dos años sin luchar, por lo que tuvo que hacer una dinámica de estatuas humanas en Las Ramblas o “hacía luchitas sin salir de España”. Durante tres años anduvo de “ilegal” hasta que le dieron sus papeles de residencia y empezó a viajar a todos lados, “iba tranquilo”, pues antes, en algunos de sus viajes, “me atoró la migra, pero me dejaron ir. El funcionario me decía 'vete', a lo mejor le caía bien... no sé”.
Con Dulce


Campeón Intercontinental
El Último Chingón cuenta que en Europa u otros países, como Perú, no existe “la estrella” y recuerda que fue invitado a competir al país inca en el Torneo Latinoamericano de Lucha. En el 2008, gana el título de “Hatum Auqui”, que significa “El Gran Señor”. Al años siguiente la volvieron a hacer pero no se sigue el mismo esquema que tradicionalmente se da en México, de que el campeón defienda su título. Allá le dan oportunidad a otros. Por eso, en esa nueva ocasión, le tocó abrir el evento.
En estos momentos, “El Último Chingón” radica en Barcelona. Está en Stand by, por una lesión. Considera que ésta es el alto a su carrera pero mantiene el optimismo, “me estoy recuperando, poco a poco... si me recupero, regreso”.
Por eso, hasta al mismo personaje lo tiene quieto, ni en “feis” aparece. Toma su recuperación como un descanso, incluso, para sus seguidores, para que se desintoxiquen, para que cuando regrese, lo reciban con gusto.
Sí, porque las redes sociales han sido igual de importantes en su carrera, pues a través de ellas incluso conseguía contratos. Si bien tiene twitter, no le gusta mucho, le desagrada que lo limiten a 140 caracteres. “Lo agarré por la banda”.

—¿Ser mexicano ayuda para entrar a luchar en algún lado?
—Al principio, hay miedo en los compañeros, sobre todo en Europa, pues consideran que es muy rápida la lucha mexicana. Además, hay pocos mexicanos que salen. Los que van y se regresan, no cachan que hicieron su lucha mexicana y llegan pensando que allá (en Europa) no saben luchar. ¡Es al revés!, no es que no sepan luchar, sino que no piensan que no van a dar el estilo. La lucha mexicana está reconocida y es exótico tener a un luchador mexicano en el cartel, sobre todo en Medio Oriente.
Ahonda un poco más en la cuestión de los estilos al comparar la lucha mexicana con la comida mexicana: “no a todo el mundo le gusta el chile, no aguanta el condimento, no lo resiste. Las primeras experiencias de luchar en el extranjero, es que lo consideran muy cansado, puro correr. Al principio no entendía el cambio que vivía, y que tenía que adaptarme al estilo de donde fuera a luchar, porque son diferentes. No me aguantaban el paso, no se adaptaban a mi ritmo, luchas muy trompicadas, no existía la coordinación ni la velocidad... entonces apliqué aquélla que dice 'a donde fueres, haz lo que vieres'... En una situación de sobrevivencia y adaptación, me tuve que acoplar al estilo de cada lugar al que iba, pero siempre desde las bases mexicanas. Cuando empecé a entender eso me decían 'Oh, eres buen luchador'. Además, los públicos son diferentes, no a todos les gusta lo mismo. En Italia puede funcionar una cosa, pero en Francia no… Es como hacer una sopa... si no tienes todos los ingredientes, lo que tienes que hacer es intentar que quede bien sabroso…
—¿Regresarás a México? ¿Podrás sobrepasar la mocharía sobre tu nombre?
—El único obstáculo, por decirlo de alguna manera, es que no vengo porque no me invitan… cómo ves que le diga que sí a todos los países donde me invitan y en mi propio país diga que no. Quién soy yo para decirle que “no” a alguien que me invite. Me gustaría, no lo descarto, pero igual sé que no resulta tan atractivo ahora, no sé si llegue a pasar, y que no existiera esa doble moral de la que hablamos y la gente se espanta cuando todos los días lo comemos, lo desayunamos, lo cenamos: la chingonería, la palabra Chingón, estar chingando, es parte de nuestro diario vivir.
—¿Ningún luchador de los que conoces en México, te ha dicho “aquí”?
—He luchado como El Último Chingón en ocasiones muy especiales y ha sido por amigos. La última vez me invitaron unos amigos a Cuernavaca y pusieron mi nombre en el cartel correctamente. Fue una ocasión puntual, por el gusto de reencontrarme con ellos. Sabíamos que no era una cuestión para regresar a la lucha en México. La otra ocasión fue con Alejandrina Amezcua, de Guadalajara, la sobrina de Apolo Dantés, hija de César Dantés… me invitaron, pero es su empresa... el que me diga que se puede, yo voy…
Sin embargo, “El Último Chingón” enfatiza algo que valora mucho en su carrera: “Siempre he dicho que en México, levantas una piedra y salen siete luchadores, tres mariachis y dos cucarachas… una cosa que me ha beneficiado mucho, ¡lo pitufuas! aquí en México, soy un mexicano en medio de un chingo de mexicanos; fuera de México, soy un mexicano en medio de poquitos que no hacen lo que yo. Y a la gente, en el entorno donde me desenvuelvo, le gusta lo que hago y eso me permite conocer más cosas, más países, más formas de pensar, que no tendría aquí. Es algo invaluable esa experiencia, haber estado parado en tantos lugares…
—Salir del país de los chingones te ha hecho más chingón…
—Me ha hecho chingarme más… más que nadie, siempre juego con esta frase: tengo 20 años que no trabajo, tiempo en que vengo luchando. Pero al no tener un trabajo, no cumplir un horario, sin un salario fijo, la gente no sabe que a veces tengo que chingarme mucho, dormir pocas horas, regresar cansado y no para descansar, sino para chingarle más a lo que hago…
—Un último mensaje a nuestros amigos...
—No importa de dónde vengas, sino lo que hagas en la vida. Este es el mensaje del guachachá… por lo menos una vez al día ¡haz guachachá!

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