Zona Franca
Justo cuando esto se escribe, hay un joven que pierde la vida. Quizá más. Mueren por causas “normales”, pero también por la vía del suicidio. Cada vez más por decisión propia, por desesperación, hallan la puerta falsa, terminan con su existencia. Inexplicablemente renuncian a la vida.
Ocurre esa constante de tragedias personales y, por ende, familiares, cuando la prioridad de la élite gobernante es la lucha por el poder. Se desentiende de los problemas sociales. Se deshumaniza. Si se trata del bien general, lo esquiva; si es negocio o beneficio político, lo hace suyo. Así es esa élite en el poder.
En esa laguna social, es explicable que la estadística de drogadicción, alcoholismo, desintegración familiar, narcotráfico y delincuencia, crezca dramáticamente y dé la idea de cómo se ve atrapada la juventud. El joven, pues, pasa inadvertido, vacío y es presa fácil de sus frustraciones, de su desánimo y vive al filo de la depresión.
México es ya el noveno lugar mundial en índice de suicidios entre la juventud. Veracruz se encuentra en el décimo lugar nacional entre los 32 estados del país. México ha alcanzado ese nivel en forma vertiginosa y es algo que alarma.
El suicidio entre la juventud, en la medida que se incrementa, se convierte en un problema de salud pública. No se trata sólo de la mortalidad, la proporción de jóvenes que se quitan la vida, sino de morbilidad, o sea la frecuencia con que esto ocurre y el corto lapso en que está sucediendo.
Y los problemas de salud pública en Veracruz, como todos los problemas en el estado, creen arreglarse escondiendo la corrupción bajo el tapete de la propaganda y la política, de la imagen institucional en la que nadie cree. Es evidente que así pasa en materia de salud cuando se designa como encargado de esa importante secretaría a un político, Juan Antonio Nemi Dib, y no a especialistas en la materia.
El suicidio de una joven estudiante que fue anunciado a través del Facebook trae a cuentas que esas muertes no son casos aislados sino que nos sacude a todos como sociedad. ¿Qué lleva a los jóvenes a quitarse la vida y por qué? ¿En qué está fallando el Estado, las instituciones? ¿Qué hace que México se haya convertido en el noveno lugar mundial en índice de suicidios, y Veracruz en el décimo entre las 32 entidades del país?
Gabriela Hernández Guerra apareció en la red social Facebook. Anunció que quitaría la vida, se dirigió a Julio, un joven ecuatoriano de quien se hizo novia por internet sin que llegaran a conocerse de manera personal y del que se decía profundamente enamorada, y se suicidó.
Tenía 22 años. Vivía en Yecuatla, Veracruz, en la zona norte, cerca de Misantla, en la montaña. Sorprendió con sus palabras y más con las fotografías que anexó. Dejó escapar algunas lágrimas. Pidió perdón a su familia. Se le vio con una sábana a manera de soga al cuello.
Su muerte provocó reacciones encontradas. Muchos la tomaron a burla y otros trataban de entender qué ocurre con la juventud y ese afán autodestructivo.
#MesuicidocomoGabriela fue un hashtag usado por cientos de usuarios en Twitter para referirse a la muerte de la joven veracruzana. Los comentarios iban en amplios sentidos, unos reacios a concebir que la sociedad en general fuera culpable y otros reclamando respeto a su trágica decisión.
Según información de Jenaro Villamil, en el portal de la revista Proceso, los suicidios aumentaron de dos a 7.6 por cada 100 mil habitantes, hasta el año 2011, y la Comisión Permanente del Congreso de la Unión exhortó a la Secretaría de Salud federal a considerar este fenómenos como un “problema de salud pública”.
Las cifras son alarmantes: 42 por ciento de suicidios ocurren en jóvenes de 15 a 24 años de edad. En 2011, se registraron 5 mil 728 casos en México. El segundo rango de suicidas es el que va de 25 a 34 años.
Son las mujeres a nivel secundaria el sector más susceptible a tomar la fatal decisión. Las entidades con mayor incidencia en 2011 eran: Chiapas, con 230 casos; Chihuahua, 289; Distrito Federal, 413; Guanajuato, 358; Jalisco, 453; Estado de México, 600; Nuevo León, 218; Tabasco, 188; Veracruz, 309, y Yucatán, 186 casos.
Las principales causas, según el punto de acuerdo de la Comisión Permanente, son: “Ausencia espiritual, afectiva y económica”. Por mucho tiempo se dijo que la razón económica era la causa principal pero los hechos demuestran que existen otros factores.
La diputada del PRD, Alfa González Magallanes, hizo un exhorto a la Secretaría de Salud federal porque “consideramos que la dependencia ha mantenido una actitud bastante tibia ante la emergencia por la muerte de miles de niñas y jóvenes por esta causa”.
Es obvio que algo está fallando. Un sector de la juventud vive sin expectativas. El Estado carece de proyectos para la juventud; el deporte, el esparcimiento, la cultura, son cubiertos tangencialmente, sin llenar las expectativas de los jóvenes.
Existe un Estado pasivo. Veracruz, por ejemplo, pasó a ser un estado con focos rojos en materia de suicidio. Y eso ocurre cuando el gobierno de Javier Duarte presume de programas para la juventud. Si así fuera, el caso de Gabriela Hernández Guerra no habría sacudido a la opinión pública.
(romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)(Facebook: Roberto Morales Ayala)
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