miércoles, 6 de agosto de 2014

En el baño de mujeres

Brenda Caballero
Números Rojos

El jugo matutino y el agua consumida por la mañana parecen que hicieron su efecto… ¡tengo ganas de ir al baño! Apresuro el paso y antes de entrar veo un letrero en la puerta, “¡no pasar!”
¡Chin! me ganó!
¡Je, je!, no sea mal pensado que no me oriné, sino que me ganó la chica que hace la limpieza. Ni modo, tendré que esperar mientras termina su trabajo de trapear y vaciar los cestos de basura.
Mientras espero, me doy cuenta que bailan mis piernas ¿será que me estoy orinando? No, aún no. Creo que el mover las piernas es una reacción para distraer las ganar de mear… ¡uuuyy! qué feo se oye eso, hasta parece despectivo; sin embargo, el diccionario de sinónimos marca esa palabra como orinar, miccionar, hacer aguas menores, incluso hace referencia a hacer pis, ¡y mire que esta última frase se escucha bien fresa!
¡Por fin la chica quita el letrero de la puerta y me deja entrar! Ahhh por fin descansa mi vejiga que estaba haciendo un gran esfuerzo.
Ya más tranquila mi vejiga y yo, me dirijo a lavar mis manos mientras observo a la chica que tenía cara de preocupación. ¿Estás bien? le digo, mientras afligida me cuenta que en su empresa no le otorgaron un préstamo que solicitó para la inscripción de su hijo. ¿no que la educación es gratuita? Pensé. ¿Cómo está eso de que para inscribir a su hijo a la secundaria le cobran 700 pesos?
Ya no quise abundar en “esas cuotas escolares voluntariamente a juerzas” y le pregunté si no podía solventar de otra forma su preocupación.
—¡Ya empeñé mi celular! Pero sólo me dieron 500 pesos, que me sirvieron para la inscripción de mi hijo más pequeño.
Antes de que dijera otra cosa, ella expresó: “¡Sólo tengo mi televisión! Y me dan 500 pesos…creo no me quedará de otra, porque el plazo de inscripciones vence hoy. Aunque recuerdo que la última vez tuve que pagar casi 700 pesos para desempeñarla”.
¡Chingaos, son esos momentos en los que quisieras ser como tío Fide que regalaba dinero, aunque endeudara el estado!
Ante mi silencio, prosiguió contándome que en el trabajo de su esposo habían recortado personal y que aún no encontraba trabajo. “Realmente no me alcanzan los cien pesos que gano diarios”.
Upsss, ¿Cómo pueden subsistir con cien pesos diarios? Y no es que yo gane millones, ¡vamos! ni cientos, pero ¿Qué se compra con ese salario?
Y es que según el Foro Internacional: Salarios Mínimos, Empleo, Desigualdad y Crecimiento Económico, México es el único país de América Latina donde el salario mínimo está por debajo del umbral de la pobreza.
¿Qué quiere decir esto? Que aquellos trabajadores que reciben un salario mínimo como pago, se encuentran considerados en pobreza extrema, es decir que el sueldo que reciben no alcanza para adquirir una canasta básica de alimentos, aunque dedicaran todo su salario para dicho fin.
Según Antonio Prado, secretario ejecutivo adjunto de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), nuestro país es el único de la región donde el salario mínimo muestra un estancamiento desde hace más de una década.
Este estancamiento ha sido un proceso acumulativo aproximadamente desde 1970, y al quedarse estancado ha perdido su poder adquisitivo en un 79 por ciento.
Realmente es cierto eso del poder adquisitivo, lo sabemos todos los días sin necesidad de estudios, lo sabe aún más la muchacha de la limpieza que necesita trabajar una semana para poder costear únicamente la colegiatura de su hijo, pero… ¿y qué van a comer? ¿de qué van a vivir?
Había terminado de lavar mis manos, las iba a pasar al secador cuando descubrí que ya estaban secas, al igual que mi boca, que se quedó muda ante una historia que padecen constantemente millones de mexicanos.

Email: caballero_brenda@hotmail.com

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