Zona Franca
Armando Rotter Maldonado es, por decir lo menos, un hueso duro de roer. Saca fuerzas de quién sabe dónde, hace malabares con su suerte política, trae y lleva cifras y logros de cuando fue alcalde de Coatzacoalcos, picotea a sus rivales y se sabe vencedor de sus enemigos políticos que quisieron verlo en prisión y a quienes derrotó en los tribunales.
El martes -18 de junio- se llevó el debate de candidatos a la alcaldía de Coatzacoalcos. Por mucho, fue superior a Gonzalo Guízar Valladares, del Partido Acción Nacional, y a Ricardo Ordóñez Malpica, del Partido del Trabajo, pues sólo ellos tres de los seis inscritos, acudieron. Fue contundente, claro y con un mejor manejo de la exposición de ideas.
Rotter va por Movimiento Ciudadano. Ya en 2008 fue presidente municipal de Coatzacoalcos, entonces bajo las siglas del PRD, y su administración tuvo, como él mismo exaltó, un compromiso social.El debate, convocado por el Movimiento #YoSoy132, sufrió un boicot, orquestado por el priista Joaquín Caballero Rosiñol, el perredista Juan Manuel Bernal García y el candidato del partido Alternativa Veracruzana, Moisés Zarco Lacunza, que brillaron por su ausencia pues se sabían que no tendrían mucho qué ofrecer o porque no podrían responder a las críticas.
Caballero fue el único que de entrada se mostró reacio a asistir. En sus oficinas, su personal se negó a recibir la invitación de los jóvenes del 132 y debió ser cazado para darse por enterado aunque con la seguridad, y así lo expresó, que no asistiría porque, dijo, no era un debate autorizado por el Instituto Electoral Veracruzano.
Bernal y Zarco alegaron sinrazones. Uno que tenía una agenda apretada y el otro que recibió instrucciones de la dirigencia estatal de AVE, un partido palero del gobierno de Veracruz, para no asistir.
Pudiera decirse que ni falta hicieron. Joaquín Caballero se evidenció como un candidato sin propuesta y temeroso de ser cuestionado por lo que ha sido su paso por la administración pública; un secretario de Obras Públicas donde ha campeado la corrupción, el sobreprecio de la pavimentación, el contratismo para los amigos priistas y ser visto como un instrumento del ex alcalde Marcelo Montiel Montiel, así como por los cientos de millones de pesos que manejó desde la Dirección de Obras del gobierno de Javier Duarte, que en un breve tiempo llegó a acumular quejas y denuncias porque los presupuestos se ejecutan pero el desarrollo nadie lo aprecia.
Hay veces que el silencio dice mucho más que las palabras. El silencio de Caballero es signo de su incapacidad para enfrentar su realidad política. Caballero es un candidato producto de la mercadotecnia y la publicidad, pero endeble en cuanto a su formación como servidor público y visto como una pieza extremadamente pequeña en el engranaje de la maquinaria priista.
Caballero rehuyó el debate y eso lo hizo verse carente de ideas para responder al cuestionamiento ciudadano, a presentar una oferta política al nivel que se le exige a quien aspira a gobernar Coatzacoalcos.
Gonzalo Guízar estuvo ahí pero sin abandonar su estilo. Su propuesta es la misma que se lee a diario en los medios de comunicación. Que si la seguridad, que si la educación, que si el comercio, que si el turismo, que si el desarrollo en armonía.
No se enganchó con las alusiones que le dirigió Rotter, y también Ricardo Ordóñez, que advertían sobre quien tiene un pasado como porro electoral y el enriquecimiento de sus familiares. Sentía el chubasco, los disparos a quemarropa, la crítica a una imagen fuera de la ley, pero seguía perdido entre la caballerosidad excesiva, la tibieza y la indiferencia a la provocación.
Rotter le recordó que ganó una elección sin cumplir con los requisitos que marca el Código Electoral: tener credencial de elector vigente. Sin ella, el candidato simplemente es inelegible. Sucedió en el año 2003, cuando ambos, Rotter y Gonzalo, se enfrentaron por la diputación federal. Rotter era candidato del PAN y Guízar lo era del PRI.
Rotter lo exhibió como un diputado ilegal, a quien el tribunal electoral en primera instancia le revocó la constancia de mayoría y después, en un acto de magia, la Sala Superior del TRIFE le regaló el triunfo.
Armando Rotter fue crítico y también propositivo. Habló de lo que él ya había hecho como alcalde, entre ello el Instituto Tecnológico Superior de Coatzacoalcos, una de las etapas del malecón costero, el impulso al Centro de Convenciones y el proyecto del túnel sumergido, que posteriormente plagió Marcelo Montiel y lo hizo pasar como su obra cumbre.
Rotter, hace 15 años, le dio auge al proyecto del Corredor Transístmico, con una mejor visión de la que ahora plantea el alcalde Marcos Theurel Cotero, pero sin poder cristalizarlo porque en ese entonces no convenía a los intereses del gobierno priista.
A diferencia de los otros candidatos, Armando Rotter relató cómo fue la persecución política desatada por sus enemigos priistas una vez que dejó la alcaldía de Coatzacoalcos. Se debió exiliar en Canadá mientras enfrentaba la embestida judicial. Pero finalmente, gracias a un amparo, logró derrumbar el entramado urdido para llevarlo a la cárcel. Sus enemigos nunca le pudieron probar los delitos que le imputaban.
Se dio tiempo para criticar la ostentación de los políticos y sus familias, el uso de costosos vehículos y las aparatosas escoltas que los cuidan.
“¿Por qué tanto miedo? ¿Qué hay detrás? ¿Qué han robado?”, dijo un Rotter Maldonado retador.
Ricardo Ordóñez, del PT, no llevó mucho parque al debate. De los dos minutos concedidos para tratar cada tema, usaba uno y medio y le faltaban palabras. Y su tesis fue la transparencia y el rescate de los valores. De ahí no pasó.
Armando Rotter, además de ser empresario, es conferencista. Domina ese medio. Diserta sobre el hombre y la excelencia, los pasos para ser mejor y el papel del ser humano en la sociedad. Ha sido conductor de programas radiofónicos y maneja el diálogo con el auditorio.
Quizá por ello se vio a sus anchas, mejor preparado, hábil para cuestionar a sus oponentes, punzante y deseoso de que la controversia le diera mayor realce a la contienda por la alcaldía de Coatzacoalcos.
Por lo pronto, puede ufanarse de haber ganado el debate del Movimiento #Yosoy132.
(romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)
El martes -18 de junio- se llevó el debate de candidatos a la alcaldía de Coatzacoalcos. Por mucho, fue superior a Gonzalo Guízar Valladares, del Partido Acción Nacional, y a Ricardo Ordóñez Malpica, del Partido del Trabajo, pues sólo ellos tres de los seis inscritos, acudieron. Fue contundente, claro y con un mejor manejo de la exposición de ideas.
Rotter va por Movimiento Ciudadano. Ya en 2008 fue presidente municipal de Coatzacoalcos, entonces bajo las siglas del PRD, y su administración tuvo, como él mismo exaltó, un compromiso social.El debate, convocado por el Movimiento #YoSoy132, sufrió un boicot, orquestado por el priista Joaquín Caballero Rosiñol, el perredista Juan Manuel Bernal García y el candidato del partido Alternativa Veracruzana, Moisés Zarco Lacunza, que brillaron por su ausencia pues se sabían que no tendrían mucho qué ofrecer o porque no podrían responder a las críticas.
Caballero fue el único que de entrada se mostró reacio a asistir. En sus oficinas, su personal se negó a recibir la invitación de los jóvenes del 132 y debió ser cazado para darse por enterado aunque con la seguridad, y así lo expresó, que no asistiría porque, dijo, no era un debate autorizado por el Instituto Electoral Veracruzano.
Bernal y Zarco alegaron sinrazones. Uno que tenía una agenda apretada y el otro que recibió instrucciones de la dirigencia estatal de AVE, un partido palero del gobierno de Veracruz, para no asistir.
Pudiera decirse que ni falta hicieron. Joaquín Caballero se evidenció como un candidato sin propuesta y temeroso de ser cuestionado por lo que ha sido su paso por la administración pública; un secretario de Obras Públicas donde ha campeado la corrupción, el sobreprecio de la pavimentación, el contratismo para los amigos priistas y ser visto como un instrumento del ex alcalde Marcelo Montiel Montiel, así como por los cientos de millones de pesos que manejó desde la Dirección de Obras del gobierno de Javier Duarte, que en un breve tiempo llegó a acumular quejas y denuncias porque los presupuestos se ejecutan pero el desarrollo nadie lo aprecia.
Hay veces que el silencio dice mucho más que las palabras. El silencio de Caballero es signo de su incapacidad para enfrentar su realidad política. Caballero es un candidato producto de la mercadotecnia y la publicidad, pero endeble en cuanto a su formación como servidor público y visto como una pieza extremadamente pequeña en el engranaje de la maquinaria priista.
Caballero rehuyó el debate y eso lo hizo verse carente de ideas para responder al cuestionamiento ciudadano, a presentar una oferta política al nivel que se le exige a quien aspira a gobernar Coatzacoalcos.
Gonzalo Guízar estuvo ahí pero sin abandonar su estilo. Su propuesta es la misma que se lee a diario en los medios de comunicación. Que si la seguridad, que si la educación, que si el comercio, que si el turismo, que si el desarrollo en armonía.
No se enganchó con las alusiones que le dirigió Rotter, y también Ricardo Ordóñez, que advertían sobre quien tiene un pasado como porro electoral y el enriquecimiento de sus familiares. Sentía el chubasco, los disparos a quemarropa, la crítica a una imagen fuera de la ley, pero seguía perdido entre la caballerosidad excesiva, la tibieza y la indiferencia a la provocación.
Rotter le recordó que ganó una elección sin cumplir con los requisitos que marca el Código Electoral: tener credencial de elector vigente. Sin ella, el candidato simplemente es inelegible. Sucedió en el año 2003, cuando ambos, Rotter y Gonzalo, se enfrentaron por la diputación federal. Rotter era candidato del PAN y Guízar lo era del PRI.
Rotter lo exhibió como un diputado ilegal, a quien el tribunal electoral en primera instancia le revocó la constancia de mayoría y después, en un acto de magia, la Sala Superior del TRIFE le regaló el triunfo.
Armando Rotter fue crítico y también propositivo. Habló de lo que él ya había hecho como alcalde, entre ello el Instituto Tecnológico Superior de Coatzacoalcos, una de las etapas del malecón costero, el impulso al Centro de Convenciones y el proyecto del túnel sumergido, que posteriormente plagió Marcelo Montiel y lo hizo pasar como su obra cumbre.
Rotter, hace 15 años, le dio auge al proyecto del Corredor Transístmico, con una mejor visión de la que ahora plantea el alcalde Marcos Theurel Cotero, pero sin poder cristalizarlo porque en ese entonces no convenía a los intereses del gobierno priista.
A diferencia de los otros candidatos, Armando Rotter relató cómo fue la persecución política desatada por sus enemigos priistas una vez que dejó la alcaldía de Coatzacoalcos. Se debió exiliar en Canadá mientras enfrentaba la embestida judicial. Pero finalmente, gracias a un amparo, logró derrumbar el entramado urdido para llevarlo a la cárcel. Sus enemigos nunca le pudieron probar los delitos que le imputaban.
Se dio tiempo para criticar la ostentación de los políticos y sus familias, el uso de costosos vehículos y las aparatosas escoltas que los cuidan.
“¿Por qué tanto miedo? ¿Qué hay detrás? ¿Qué han robado?”, dijo un Rotter Maldonado retador.
Ricardo Ordóñez, del PT, no llevó mucho parque al debate. De los dos minutos concedidos para tratar cada tema, usaba uno y medio y le faltaban palabras. Y su tesis fue la transparencia y el rescate de los valores. De ahí no pasó.
Armando Rotter, además de ser empresario, es conferencista. Domina ese medio. Diserta sobre el hombre y la excelencia, los pasos para ser mejor y el papel del ser humano en la sociedad. Ha sido conductor de programas radiofónicos y maneja el diálogo con el auditorio.
Quizá por ello se vio a sus anchas, mejor preparado, hábil para cuestionar a sus oponentes, punzante y deseoso de que la controversia le diera mayor realce a la contienda por la alcaldía de Coatzacoalcos.
Por lo pronto, puede ufanarse de haber ganado el debate del Movimiento #Yosoy132.
(romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)
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