Jorge Arturo Rodríguez
Tierra de Babel
Pretendía comentarles sobre algo positivo, bonito, tierno y no andar por allí de pesimista y aguafiestas, porque la vida es bella, y si no, pos hay que hacerla bella; además, la vida no es muy seria en sus cosas. Pero me creerán que volví a caer en la tentación (no hay mejor manera de evitar la tentación que caer en ella, dicen), y por eso heme aquí, encabronándome con este mundo cruel, con este México en el que vivo, qué le voy a hacer.
El caso es que ya no sé cómo curarme de tantos miedos. No sé si les pase a ustedes, mis veintiúnicos fans, pero da miedo todo o casi todo o cuasi todo. Da miedo cruzar la calle, da miedo ser asaltado, secuestrado, baleado sin deberla ni tenerla; da miedo que, con tanta lluvia, rayos y centellas, se caiga el cielo; da miedo que en este instante tiemble y nos lleve la chingada sin antes habernos amado (“unos sobre los otros”), sería mejor armarnos; da miedo contraer alguna enfermedad incurable, da miedo el cáncer… Y así una lista que se alarga, pero no se larga.
A estas alturas, no sé qué provoca más miedo, si los maleantes malhechores o nuestras mismas autoridades, “polecías” y fuerzas armadas. Y sucede en todo el territorio de Telcel…, perdón, de México. Ahí está la nota: policías estatales de Aguascalientes le propinaron una madriza a la joven Karen Guadalupe, “presuntamente para someterla, ocasionándole un edema cerebral leve y un esguince cervical de segundo grado”. (El Universal/14-05-2014).
Refiere la misma nota: “El titular de la CEDH, Jesús Eduardo Martín Jáuregui, destacó que el video pone en evidencia la brutalidad y la ineptitud policíaca. Enfatizó que no hay justificación para que policías incurran en este tipo de faltas, pues están capacitados para someter a los detenidos, causando los menores daños”. Fíjense nomás. ¿Allá no hay policías acreditables?
Pero ‘perense. En sinembargo.com encuentro lo siguiente: “Claudia Medina fue detenida por elementos de la Marina en su domicilio en Veracruz el 6 de agosto de 2012, para después ser torturada y obligada a firmar una declaración donde se inculpó de formar parte del crimen organizado. “Fui llevada a una zona naval, me empezaron a decir un sinfín de cosas: ‘usted tiene que decir que se dedicaba a la delincuencia organizada’, me negué y fui sometida a tortura física, psicológica y sexual, una vez que ellos lograron lo que querían fui trasladada a la coordinación de la Procuraduría General de la República [PGR] en Veracruz, ahí me pasaron con un médico legista que certificó que yo no presentaba lesiones, cuando yo llevaba varios hematomas’, dijo la mujer”. No, pos estamos bien, pero da mello, ¿o no?
Razón tiene Arnoldo Kraus cuando dice que “no deben ser los casos aislados lo que más preocupe, pues muchos de ellos tienen explicaciones psicopatológicas en ocasiones tratables. En cambio, la injusticia que padece buena parte de la población, la violencia institucionalizada, el ridículo porcentaje en que se aplica la ley –uno de cada veinte casos-, el temor constante y creciente de ser sepultado y vejado por los policías del país, sí son temas que merecen debatirse en y con el gobierno”. Tons, ¿pa’ dónde jalamos?
De cinismo y anexas
A propósito de la inscripción con letras de oro del nombre de Octavio Paz en el muro de honor del Congreso de Veracruz, recuerdo que el poeta expresó: “Ningún pueblo cree en su gobierno. A lo sumo, los pueblos están resignados”. Chíngale.
Homenajeemos a Octavio Paz leyéndolo o releyéndolo, como bien dijo el diputado Juan Nicolás Callejas Arroyo.
Por lo pronto ahí se ven.
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