miércoles, 4 de junio de 2014

El árbol de Alondra

Salvador Muñoz
Los Políticos

En octubre del año pasado, amigos de una escuela privada acudieron a mí para que les pudiera ayudar pues tenían serias dudas en torno a unas observaciones que Protección Civil municipal había hecho al respecto… ¡a buen árbol se arrimaron!
Por supuesto, no pude despejar sus dudas, pero pedí la colaboración de personal de Protección Civil del estado y a la vez del Municipio para que fueran ellos quienes mejor orientaran… y aunque nunca obtuve respuesta del funcionario estatal, al menos sí del municipal que puso la mejor disposición para atender a esta escuela y sus dudas.
Las observaciones que recuerdo, eran por ejemplo: no contaban con barandal sobre la banqueta que impida que los menores bajen al arroyo vehicular; les hicieron la indicación de que en la acera de enfrente del plantel, había un poste que sostenía un transformador por lo que tenían que pedir a la CFE su reubicación; y el más importante, entre otros, el programa interno de Protección Civil no estaba ni supervisado ni aprobado por el órgano municipal…
Al final, orientados por las autoridades municipales, hubo prueba superada…
¿A qué voy con todo esto? ¡Exacto! Que toda escuela de Veracruz está obligada a contar con un Programa Interno de Protección Civil.
Tras esto, el tema de Alondra, la joven que fallece bajo la caída de un árbol. lo resumía ayer así, tras leer las notas vertidas al respecto: “Es más fácil hacer leña del árbol caído que asumir cada quien su responsabilidad…”

II
Sobre la avenida Gustavo Arróniz, mejor conocida como Prolongación Pípila, entre Tulipanes y Amapolas, apareció una plancha de cemento en lo que se supone era área verde. Digo “se supone” porque la presencia de los dos puestos de jugos en ese tramo de calle impide que crezca el pasto; pero uno de estos puestos resultó más cabrón que bonito: echó cemento en el área que se colocan para la venta sin tomar en cuenta el pronto deterioro que tendrán las raíces de los árboles cercanos. ¿Qué viene? No se necesita ser de Protección Civil, Biólogo, Alcalde o Procurador para adivinarlo… tarde que temprano, las raíces morirán y alguno de los árboles ha de caer, con suerte, sobre el área verde que rodea el edificio, sin lastimar a nadie; con mala suerte, sobre algún vehículo que por allí circule.
Es evidente que nuestras autoridades dejaron la comodidad de sus oficinas para salir a resolver los problemas que azotan a nuestra ciudad… ojalá dejen la comodidad de sus vehículos para prevenir los problemas que pueden azotar a nuestra ciudad...

III
Hace poco, después de una tormenta, un árbol del parque de donde vivo, se trozó… sí, sus raíces se mantuvieron firmes en la tierra, pero fue el tronco el que se venció. Me di cuenta en la mañana. Recordé esa pregunta rara de los filósofos que se cuestionaban ¿Hace ruido un árbol que cae si no hay nadie para ser escuchado? La respuesta es de acuerdo a la circunstancia.
¿Cuánto ruido hizo el árbol de Alondra? Mucho, mucho para que directores de planteles movieran su trasero y buscaran qué tanta responsabilidad pueden tener en un caso como el de Alondra y se dan cuenta que la Ley 856 de Protección Civil para la Prevención y Atención de Riesgos exige a las escuelas de Veracruz contar con programa interno de protección civil.
¡Ah! Pero no sólo eso… igual en el Ayuntamiento se encontraron que dicho programa interno tiene que ser supervisado y revisado por Protección Civil municipal.
En cuanto a la secretaría de Educación de Veracruz, está de más decir que igual, es su deber supervisar las condiciones de los planteles.

IV
¿Por qué se cae un árbol? ¿Es un accidente? ¿Algo natural como un temblor? ¿Un tsunami? ¿Un tornado? Me refiero a entes naturales.
Decir que “se cayó y ya” es la manera más fácil de dar la vuelta a un episodio para muchas autoridades, tanto educativas como municipales, pero, insisto, ¿por qué se cae un árbol?
Yo tengo muchas respuestas en torno a ello, que van desde un árbol enfermo por parásitos que jamás fue atendido; combinado por las fuertes lluvias que han azotado la ciudad y reblandece la tierra; incluso hasta una mala poda habitual en los señores electricistas que nada más cortan a lo pendejo para liberar los cables y sin saberlo, conlleva a pudrirse el tronco y ramas; hasta las plantas que crecen alrededor del árbol pueden ser motivo de su debilitamiento en raíces y tronco…
La mayor parte de estas hipótesis van encaminadas a tener a un sospechoso en la caída de un árbol, no sólo el de Alondra, sino de muchos más que al igual, han ocasionado muertes y daños materiales. De cierto modo todos los ciudadanos somos responsables porque hemos perdido la capacidad de entender a nuestra naturaleza; de cierto modo, los funcionarios municipales igual son responsables, porque sólo son actores en resolver problemas, no en prevención de problemas; igual, las autoridades educativas son responsables, porque el árbol estuvo allí todo el tiempo y quizás bastaba verlo, observar sus ramas, sus hojas, la tierra que lo anclaba… Pero hoy, todo árbol es sospechoso… ¡hay que tirarlo! ¡hay que talarlo! ¡maten al árbol! ¡la psicosis!
Ya no es necesario que el Procurador continúe investigando: Hay una Ley y ésta se violentó, por lo tanto hay varios responsables pero sólo un culpable: el árbol de Alondra, al que, como castigo, hay que hacer leña, porque en nuestra sociedad, en nuestra justicia, en nuestras leyes, siempre caerá más pronto un árbol que un funcionario.

smcainito@gmail.com

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