lunes, 26 de mayo de 2008

Pemex 3... o los verdaderos pendientes

Juan Antonio Nemi Dib
Historias de Cosas Pequeñas

a] Apenas hace unos meses que el Gobierno Federal perdonó, casi en lo obscurito, a “Luz y Fuerza del Centro” el pago de un adeudo ‘histórico’ por importe de aproximadamente 23 mil millones de pesos. La operación de esa paraestatal que surte de energía eléctrica a la Capital de la República, a Puebla, Hidalgo, Morelos y al Estado de México es tan compleja y deficiente que algunos analistas estiman hasta en 32% sus “pérdidas técnicas”, lo que incluye –por supuesto— las enormes cantidades de energía robada por consumidores que se “cuelgan con diablitos a la red eléctrica” y no pagan la energía que consumen, pero también incluye los increíbles costos de operación de “Luz y Fuerza del Centro” y uno de los contratos de trabajo más onerosos y complicados en el sector eléctrico del mundo.
No es un asunto menor, si consideramos el provecho social que habrían tenido esos 23 mil millones, si por ejemplo, se hubieran aplicado a la creación de empleos productivos, a la construcción de infraestructura (escuelas, hospitales, carreteras, puertos, mercados) o al combate real a la pobreza.
No me preguntaron si yo estaba de acuerdo en condonarlos pero, además, esos 23 mil millones –que eran propiedad de todos nosotros— finalmente, por angas o mangas, fueron a parar a manos de alguien o de algunos más listos que el resto de los mexicanos. No es un asunto menor si tomamos en cuenta que van a cumplirse 48 años de la nacionalización de lo que hoy constituye “Luz y Fuerza del Centro” y que hasta ahora ha sido imposible integrar un solo sistema eléctrico nacional, con la misma administración, las mismas políticas y los mismos costos. Sin excepción, todos los gobiernos, incluyendo los dos de origen panista, han temido –y rehuido— una solución de fondo para este asunto.
b] Casi el 97% de la energía que se consume en el planeta proviene de combustibles fósiles: 40% petróleo, 38% carbón y 19% gas. Los escenarios más optimistas calculan que con los ritmos presentes de consumo, las reservas actuales de petróleo y gas del mundo se habrán agotado, sí, agotado, en un máximo de 65 a 70 años. El carbón, en cambio, podría durar otros 230 años más o menos, pero su severo impacto ambiental y la dificultad en su manejo aconsejan que se sustituya y se elimine como fuente de energía, no que se promueva su uso. Por cierto, las reservas mexicanas de carbón mineral son pequeñitas.
A pesar de la gravedad de esta situación, el documento más reciente sobre fuentes alternas en México que ofrece la Secretaría de Energía en su portal de internet data de 2006 y allí dice que 6% de la energía que se consume en México proviene de la biomasa, 1% es geotérmica y eólica y 2% nuclear. El documento también dice que en México, el potencial de la energía solar (“insolación”, le apodan) es de los más altos del planeta y que las condiciones para producir energía eólica en el Istmo de Tehuantepec son “de las mejores a nivel mundial”.
Supongo que probablemente alguien habrá esbozado un análisis de los vientos del norte que azotan el litoral del Golfo de México durante 5 meses al año, por lo menos, y que algún día los “nortes” podrían traernos más beneficios que daños, si aprovecháramos su fuerza para producir energía. Sin embargo, a pesar de que presume ese gran potencial de energía renovable, el mismo documento sigue diciendo que, hasta 2004, el 54% de la energía mexicana se generaba con petróleo, el 28% con gas natural y el 4% mediante plantas hidroeléctricas. ¿En qué quedamos?
c] George Bush bendijo a los biocombustibles como alternativa para que los Estados Unidos de América no dependa de los hidrocarburos y disminuya las emisiones atmosféricas que produce la combustión de los petrolíferos y el carbón; el presidente norteamericano apostó al etanol que se destila de maíz. Pero igual que la mayor parte de las políticas de su Gobierno, Bush ha llevado el tema desde la contradicción hasta el absurdo: se estima que para producir cada litro de etanol de maíz en Estados Unidos, se consumen unos seis litros de petróleo o su equivalente. Y, por otro lado, no son pocos los economistas que responsabilizan directamente a esta absurda política del gobierno de los Estados Unidos por la crisis alimentaria que amenaza convertirse en hambruna mundial y que, en algunos casos, ha elevado los precios de los granos hasta en 200%, en apenas semanas.
En cambio, hace mucho tiempo que Brasil logró con éxito económico combustibles híbridos que, mezclando gasolinas y alcohol de caña, reducen las emisiones atmosféricas, aseguran la eficiencia de su parque vehicular y generan cientos de miles de empleos en la industria cañera de aquel pujante país sudamericano.
Es probable que hoy no fuera rentable introducir en México el etanol de caña como combustible vehicular o, al menos, como complemento de éste; sin embargo, tampoco hay duda de que el etanol de caña sería una opción viable, posible, útil, y conveniente, si se tomaran las medidas adecuadas para su introducción progresiva al mercado. Sería, además, una medida de carácter estratégico y necesario, si partimos del principio de que el petróleo SE AGOTARÁ inevitablemente. Técnicos universitarios han destilado ya exitosamente etanol combustible en Veracruz.
Si nuestro estado tiene en operación 22 ingenios azucareros y se calcula en 600 mil el número de veracruzanos que dependen de una industria cada vez más inestable y excesivamente competida, el etanol de caña es una opción maravillosa también para garantizar la permanencia e incluso el crecimiento de esa gran fuente de desarrollo y para no hipotecar el destino ambiental y energético de las futuras generaciones.
De coyuntura como “Luz y Fuerza del Centro”, o de fondo, como los combustibles renovables, estos son los verdaderos tópicos de una verdadera reforma energética profunda, valiente, seria, honesta y comprometida y no los contratitos camuflados que algunos neos sofistas postulan como la panacea de la Patria y por los que parecen dispuestos a desangrarse, envueltos en la bandera (de Halliburton).

antonionemi@gmail.com

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