Salvador Muñoz
El diputado Tomás Rubio aún dormía la mona. Ataviado en su mameluco de conejito y abrazado a su osito de peluche, soñaba que era Rey… no, no lo confundan con esa canción de Cri Cri… soñaba que era Rey…naldo. Lo flanqueaban dos morenazas de fuego como salidas del “Black Cat”... según me contaron…
Estaba en su despacho embelesado con las morenazas cuando fue interrumpido por el inconfundible timbrar de un teléfono…
Era el teléfono rojo… y no precisamente el de Eliseo Tejeda… sino del Número Uno.
–¡A sus órdenes, Señor!
–¿Has pensado en el regalo para el Pichón Preñao?
–Precisamente lo tengo en mis manos…– y apretó la mínima cintura de las morenazas…
–¿Qué es?
–Dos morenazas de fuego…
–¿De fuego? Olvídalo… no vaya a colarse Ranulfo a la fiesta queriendo apagarlo…
–No se preocupe… es fuego amigo…
–¿Fuego amigo? ¡Fuego amigo el de los diputados que me estuvieron jeringando en la presentación del Plan Veracruzano de Desarrollo!
–¿Se refiere a los del PRD que hasta pancartas sacaron?
–No… ¡ésos son cuates!
–¿Se refiere a las críticas de los panistas…?
–No… para ellos siempre tengo respuestas…
–¿Entonces?
–Me refiero a Chendo y Joel Arcos que abucheaban la intervención de la oposición… ¡ese sí es fuego amigo! ¿Qué no entienden de tolerancia?
–¡Es cierto! ¡Qué manchados!
–Manchado el diputado Mancha, quien ése sí apagaba su fuego atrasito de la Tribuna…
–¿Tenía un faje?
–¡Qué buena idea!
–¿Siempre sí le llevo las morenazas al diputado…?
–No… creo que lo mejor sería regalarle una faja…
–Puede ser…
–No te veo muy convencido… ¿por qué no le hablas a Alvaro Cué, su dedo chiquito (léase secre particular, amigo), para saber qué le gusta?
–¿A Alvaro Cué?
–¡Al diputado!
Y así soñando sin despertar… no, no se confunda la frase con la canción de Cri Cri… el sueño del diputado lo ubica en Rey llamando al Número Uno…
–Señor… ¡ya sé qué le gusta al diputado!
–¿Ah, sí? ¡Pues qué le gusta?
–Mire, le gusta el futbol… podríamos regalarle una pelota del penal de Amatlán… le gusta el queso de hebra…
–Por eso teje fino el canijo…
–Le gusta la ropa vieja…
–Eso sí que no… no le gusta la ropa vieja…
–¿No? Cué me aseguró que sí…
–Claro que no le gusta la ropa vieja, ¡es tacaño que es distinto! No le gusta gastar en ropa nueva…
–Señor… me refiero a…
–Ni digas… yo he visto que en su oficina aún tiene de emergencia la pinche misma corbata cuando salió de su carrera… ¡ya parece retrato!
–Señor… me refiero a la ropa vieja, platillo típico de Tierra Blanca…
–¡Ya sé qué le vamos a regalar!
–¿Qué?
–¡Una fiesta con toda la flota vieja!
–¿Y eso le gustará, señor?
–Sí… una vez me platicó que le gustaba la vieja banda…
–Señor… yo creo, de acuerdo a lo que me dijo Alvaro Cué, que lo que le gusta al diputado es la colonia “Añeja Lavanda”… no la vieja banda…
–Entonces mejor llévale a las morenazas…
El sueño que hasta ese entonces era pesadilla por verse en el cuerpo de Reynaldo, se convirtió en alucine cuando vio que las morenazas tenían la cara de Rafael “el Negro” Cruz y de Servando Domínguez. El diputado despertó agitado… angustiado.
Agarró el teléfono y llamó al columnista:
–¡Eres una perra! No estés chingando… falta un mes para mi cumpleaños y ni con tus columnas te voy a invitar barbacoa ¡y mucho menos quesitos!
¡Y colgó!
No importa… tengo hasta el dos de agosto para convencerlo de que me invite… mínimo, me regale quesitos de hebra…
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