lunes, 26 de enero de 2009

¿Ni siquiera podemos llorar…?

Jorge Arturo Rodríguez
Tierra de Babel

No sé qué me enferma más, y me duele, si el frío que me deja una gripe cabrona, una tos de muerto –¿tosen los muertos?- y hasta una sinusitis de perro –pero qué culpa tienen los perros-; digo, no sé qué me enferma más, si la cruda después de una noche etílica que me consume las entrañas o la cruel realidad que vivimos a diario. No sé, en serio, que me pone más de malas, si una enfermedad o ver y enterarme de tanta estupidez humana –dicen que la palabra “humana” sale sobrando-, tanta violencia, corrupción, impunidad y, de pilón, tanto cinismo que no respeta, como dicen, ni edad, ni color ni religión. Vaya, ¿quién tira la primera piedra?
Ya no sé qué sentimiento permitir o prohibir se aloje en mí: miedo, enojo, coraje, impotencia, etc., usted dirá. En todo caso mejor, la indiferencia. Eso al menos no duele. Ah, pero cómo nos afecta, nos envuelve en una oscuridad que no nos permite avanzar, cangrejos que somos. ¿Pusilánimes?
Parece que todo cuanto ocurre a nuestro alrededor, mientras no lo suframos en carne propia, vale pura madre. Y esta actitud va desde nuestras autoridades del nivel más alto hasta en la propia familia, pasando por el vecino que ojalá se lo lleve su pinche… Claro, hay excepciones, pero cada día son muchas menos. A esto le agregamos un sabroso condimento: la conveniencia sinónimo de ventaja, interés propio, con a veces ciertos beneficios minúsculos pa’ los demás, es decir, migajas…
El próximo 30 de enero es Día Mundial de la No Violencia. ¿Pero cual violencia? ¿La hay? Desgraciadamente estamos harto acostumbrados a ella que parece que en verdad no existe. Vaya, como la canción, es más fuerte la costumbre que el amor. Si mañana no hubiera más violencia, cómo la extrañaríamos, nos daríamos cuenta de su existencia. Como cuando dicen que nunca sabe uno lo que tiene, hasta que lo pierde. Qué lindura de estupidez.
Nuestra indiferencia va llegando a tanto que un día ni siquiera podremos llorar, lo cual ya pasa en algunas partes del mundo pero por el horror en que viven, como los niños de Gaza que se encuentran “aterrados y traumatizados: no duermen, no hablan, parecen sonámbulos, sufren tal estado de shock “que ni siquiera pueden llorar”. Un shock que a nosotros ni nos va ni nos viene, total, están hasta en casa de su chin…
“Gaza es la herida sangrante del mundo. Una grave catástrofe humanitaria se está llevando a cabo ante los ojos impávidos del mundo, el cual, una vez más, parece voltear hacia otro lado”, escribió Leonardo Boix. (Proceso No. 1680/11 de enero/09).
Berthold Auerbach decía que la novedad atrae la atención y aún el respeto, pero la costumbre lo hace desaparecer pronto; apenas nos dignaríamos a mirar el arco iris si éste permaneciese por mucho tiempo en el horizonte. Y Baltasar Gracián sostenía que la costumbre disminuye la admiración, y una mediana novedad suele vencer a la mayor eminencia envejecida. Vaya, como dijo Jean de Monet: “El hombre nunca mira al cielo porque siempre lo tiene a la vista”.
¿Dónde entonces anda la paz? ¿Dónde carajos está? ¿Dónde la prudencia, la conciliación, la hermandad verdadera? ¿Cómo superar este mundo violento? ¿De qué manera desterrar la violencia y demás necedades del hombre? Lo escribió Thomas De Kempis: “La costumbre con la costumbre se vence”. Y Jean Jacques Rousseau mencionó que la única costumbre que hay que enseñar a los niños es que no se sometan a ninguna.
En última instancia dar paso a la creatividad. Pensar con Simón Bolívar que el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad.
Pos la verdad, sí que tenemos mucho qué hacer. Buscar y encontrar la manera de solucionar los problemas, sean sociales, económicos, políticos, culturales, en fin, humanos, pá que por lo menos no nos pase como el chiste ese que dice: “Traía un carro tan viejo, que cuando sacaba la mano para dar vuelta, le daban limosna”. Y esto en todos los sentidos.

De cinismos y anexas
* Me agradan y me encantan las mujeres, son mi sombra y mi luz, pero cuando encuentro a una que trae bien puesta la falda –bueno, ahora también los pantalones-, y expresa, con conocimiento de causa, como lo que a continuación transcribo, simplemente la amo. Ida Rodríguez Prampolini, jarocha de a de veras, en entrevista dijo que, después de tantos años investigando sobre arte, prefiere dedicarse ahora a educar a las personas, “creo fundamentalmente en la educación. (Pero), mientras esté en manos de esta estúpida de la Gordillo, estamos perdidos”. No, pos sí.

Hasta la próxima.

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