viernes, 27 de febrero de 2009

¿El ejército al poder?

Agustín Dany
Colonia Roma

¿El ejército al poder?
Los últimos acontecimientos de violencia en distintas entidades de la República, han motivado a que los militares tomen el control de la seguridad de forma institucional en al menos 17 estados, formando parte de los gabinetes de los gobernadores. Parecieran lejanos los tiempos donde parte de la sociedad aborrecía la presencia de ellos, posiblemente por la imagen dejada por el movimiento del 68.
A diferencia de los demás países de América Latina, los militares en México han tenido el poder de forma legal; después de la revolución, los presidentes de la República fueron generales que habían participado en el movimiento armado. Plutarco Elías Calles institucionalizó a los militares y detuvo la sangrienta guerra de sucesiones a través de la formación del PNR, ahora PRI. El último presidente militar fue el general Manuel Ávila Camacho, para dar paso a los presidentes civiles con Miguel Alemán Valdez.
Décadas después, parecía que nuevamente los generales regresarían al poder con Alfonso Corona del Rosal, ex presidente nacional del PRI, ex gobernador de Hidalgo y, para 1968, regente de la ciudad de México. Las crónicas hemerográficas han dejado testimonio que Corona del Rosal era el candidato para suceder al presidente Gustavo Díaz Ordaz; los sectores del partido se habían pronunciado, todo estaba listo para que un militar de exitosa carrera tomara los rumbos de México, pero se atravesaron los suceso lamentables del 68.
Se comenta extraoficialmente, como una hipótesis de estudio, que el entonces Secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, para dejar fuera de la carrera presidencial al general Corona Del Rosal, pide a nombre del presidente de la República la entrada del ejército, conociendo las repercusiones nacionales e internacionales que esto tendría, de tal magnitud que debía el ejército quedar desacreditado y por lo tanto un general no podía asumir la primera magistratura. Y así fue, el repudio del ejército queda hasta nuestros días por esas acciones.
Si este suceso de la historia paso así, Echeverría dio un golpe maestro para llegar a la presidencia, pero los costos políticos aún los sigue pagando el ejército. Sin embargo, para la época, es difícil creer que el Secretario de Gobernación actuara sin la autorización del presidente… Lo cierto es que el movimiento del 68 fue legítimo, lo demás sólo la historia lo determinará.
Pero los tiempos cambian, y la concepción de la sociedad sobre el ejecito también. El papel actual de los militares para la ayuda en los desastres naturales, a través de lo que se llama Plan DN3, ha permitido salvar vidas y reconstruir áreas desvastadas, contrario al temor que se le llegó a tener. Ahora los solicitamos para acciones de ayuda, y más recientemente para acciones de seguridad nacional, que no sólo tienen que ver con narcotráfico, sino en todos los temas de seguridad actuales.
La inseguridad está creciendo. Si el ejército hace bien su tarea, en algunos años pediremos que ellos sean los que manejen los rumbos del país, de los estados, de los municipios. Me parece que ese no es el camino correcto, que en México debemos aprender a desarrollar la división del trabajo, a profesionalizar el trabajo público. Las fuerzas armadas son formadas, adoctrinadas, y preparadas para salvaguardar la seguridad del país, y en esa labor debemos dejarlas, y desde esa trinchera reconocerlas, pero no cederles el poder completo, sino de forma regulada y vigilada, respetando los derechos humanos, las garantías individuales de los ciudadanos, creando una verdadera cultura de la seguridad.
Vemos, por ejemplo, que los tiempos donde los generales tomaban el poder en América Latina con golpes de Estado, como Ríos Montt en Guatemala, o Pinochet en Chile, el propio Fidel Castro contra Fulgencio Batista en Cuba, quedaron atrás. Ahora los generales están tomando el poder a través de la democracia. Ahí está Venezuela con el presidente Hugo Chávez, Nicaragua con Daniel Ortega, y posiblemente el número siga aumentando.
Pareciera que América Latina, decepcionada de la democracia y de sus gobernantes, está optando cada vez por estados de bienestar, aunque algunas libertades queden suprimidas.
Posiblemente me equivoque (esperemos que así sea), y tengamos una nueva generación de militares republicanos que garanticen un buen gobierno. El tiempo lo dirá…

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