jueves, 21 de enero de 2010

La pisada sombra de Lujambio

Álvaro Belin Andrade
Hora Libre

No cabe duda que la salida de Josefina Vázquez Mota de la Secretaría de Educación Pública (SEP), para coordinar a los diputados federales del PAN, tuvo su origen en la misma persona que hoy maneja casi a su antojo la dependencia educativa en que cobra sus quincenas Alonso Lujambio Irazábal.
El enorme poder de la lideresa del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Elba Esther Gordillo Morales, se ha vuelto a sentir por sobre la supuesta autoridad del titular de la SEP, al prácticamente deponer de sus cargos a dos figuras importantes del equipo dejado por Vázquez Mota, ambos, por cierto, sin filiación panista.
Es comentario que corre por los pasillos del poder que la destitución del subsecretario de Educación Media Superior, Miguel Székely Pardo, y de Jorge Santibáñez, jefe de la Unidad de Planeación y Evaluación de Políticas Educativas, fue el tributo de sangre pagado por Lujambio a la profesora chiapaneca.
Si quedaba alguna duda sobre el enorme poder que ejerce Gordillo en el sistema político mexicano, estos cambios realizados por Lujambio a nueve meses de asumir la titularidad de la SEP la han despejado.
Y es que no se ha tratado de cambios motivados por la inercia del relevo de mandos, lo que en todo caso hubiera sido dilatado y funesto. Por el contrario, cada una de las piezas movidas representaba hace tiempo incómodos guijarros en las zapatillas de la señora y origen de desaguisados con el sindicato que ella administra como negocio particular.
Durante la gestión de Josefina Vázquez Mota, cuando se negoció con el SNTE la suscripción de la Alianza por la Calidad de la Educación (ACE), hubo temas que tornaron ríspida la relación entre Elba Esther y la ahora diputada panista. No se trataba, para el sindicato, de tomar en serio este simulacro que, por otra parte, era fundamental para la credibilidad de un gobierno que apostaba por modificar las relaciones de poder en el sistema educativo.
El principal elemento de la disputa fue (y lo es todavía, aunque parece que no por mucho tiempo) el mecanismo de asignación de plazas magisteriales, un soporte indiscutible del poder político del SNTE y una de sus principales fuentes de financiamiento.
Si bien la ACE dispuso desde el principio que las plazas se otorgarían por la vía de un examen nacional, un poco al estilo de los exámenes de oposición que se realizan en las universidades públicas, lo cierto es que el SNTE dispuso una serie de candados para evitar que el proceso en su conjunto se le fuera de las manos.
Por ejemplo, una parte importante de las plazas disponibles cada año, aquellas que son dejadas por los profesores jubilados o fallecidos, son del todo manejadas por el sindicato.
Y el eslabón más débil de la cadena de negociación y confrontación, por el lado de la SEP, lo había sido Jorge Santibáñez, despedido de la Unidad de Planeación y Evaluación de Políticas Educativas (UPEPE); su cabeza ya había sido puesta bajo la guillotina desde la gestión de Vázquez Mota, quien no permitió que el verdugo soltara la pesada navaja. Lujambio no tuvo empacho en hacerlo la semana pasada.
Caso similar al del subsecretario Székely, quien fue persistente en sostener como mecanismo de selección para directores de bachillerato no el compadrazgo de los postulantes con la estructura sindical, tampoco el consabido trasiego escalafonario, sino la demostración de habilidades docentes y administrativas para hacerse cargo de la dirección de un plantel de educación media superior.
Habrá que añadir que no sólo estos ditirambos fueron los gérmenes de una decisión tan sospechosa como la tomada por Lujambio; a ellos se agregaron múltiples desencuentros, ninguno de los cuales, en el caso del SNTE, se derivaron de un intento por hacer más democrática y de mayor calidad la gestión educativa.
Y el SNTE halló una ocasión propicia para cumplir los caprichos de Elba Esther en momentos en que el presidente Felipe Calderón y el PAN en general acusan un desprecio casi colectivo.

Los nombres convenidos

¿Quiénes vienen a hacerle la tarea a Elba Esther Gordillo y a Felipe Calderón y el PAN en la SEP?
De entrada, un panista recalcitrante: Miguel Ángel Martínez Espinosa, quien desde hacía cinco años se desempeñaba como secretario de Educación de Jalisco. El presidente Felipe Calderón lo nombró subsecretario de Educación Media Superior, en sustitución de Miguel Székely Pardo.
Como para no tener una luz de esperanza, basta con conocer la expresión pública de repudio que le dedicó como despedida la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en los periódicos jaliscienses:
El abogado Miguel Ángel Martínez Espinosa, señala la CNTE, “deja tras de sí una estela de agravios en contra de los trabajadores de la educación, padres de familia y alumnos, mismos que a su sucesor Antonio Gloria Morales le costará trabajo borrar: ceses al empleo fuera de toda lógica jurídica y laboral, tibieza en los casos de corrupción denunciados públicamente en todos los niveles, protección de personeros del charrismo sindical, pago de favores a los grupos cercanos a Elba Esther Gordillo Morales y mano dura con quienes se confronta con esta lideresa”.
Martínez Espinosa, identificado como parte del equipo político del ex gobernador de Jalisco y ex secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, hoy presidente de la Cámara de Diputados, vendrá a darle tinte azul a la SEP.
Según Lujambio, con su nombramiento “se reforzarán las acciones en la educación media superior, una de las áreas que presenta los mayores desafíos, a fin de aprovechar el conocimiento y la experiencia del nuevo subsecretario en la aplicación de las reformas en las entidades, con una visión federalista”.
Lo cierto es que Lujambio ha mandado a la porra a dos funcionarios no identificados con el PAN, salidos de la academia, para poner en sus lugares a quienes tendrán un fuerte trabajo proselitista en la última fase del gobierno calderonista.
El otro es Francisco Ciscomani Freaner, quien llega a la UPEPE en lugar de Jorge Santibáñez. Según Karina Avilés, de La Jornada, Ciscomani es parte del equipo que llegó con Lujambio, ha estado cerca de las negociaciones con el SNTE y ha tenido protagonismo en el proceso para organizar el concurso de plazas docentes.
Para el titular de la SEP, su ex jefe de la Unidad de Coordinación Ejecutiva de la SEP, a cargo de las relaciones institucionales con el Congreso de la Unión y las organizaciones de la sociedad civil, “posee un perfil profesional con sólidas bases legales y tiene una amplia experiencia en el diseño institucional y en la implementación de políticas públicas”.
Ahora el rumor que crece es que la próxima pieza en caer del equipo dejado por Josefina Vázquez Mota será el subsecretario de Educación Superior, Rodolfo Tuirán.
Tanto Székely como Santibáñez y Tuirán carecen de militancia partidista. Según nota publicada en La Jornada, todos ellos provienen de la academia:
“Antes de llegar a la SEP, Santibáñez fue presidente de El Colegio de la Frontera Norte, mientras que Miguel Székely ha sido catedrático de la Universidad de Oxford, el ITAM y El Colegio de México. También fue asesor en política social para el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Mundial, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. En la Secretaría de Desarrollo Social, en tiempos en que su titular era Josefina Vázquez Mota, Székely Pardo fue subsecretario de Prospectiva, Planeación y Evaluación, al tiempo que Rodolfo Tuirán se desempeñó como subsecretario de Desarrollo Urbano y Ordenación del Territorio”.

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