miércoles, 3 de febrero de 2010

Usos y costumbres I

Pedro Manterola Sainz
Hoja de Ruta

Terminó el primer mes del último año. Las cabañuelas del clima político-electoral son tan contrastantes como desalentadoras, sí nos atenemos a esta añeja y provinciana costumbre de vislumbrar las condiciones de lluvias, sequía, ventoleras y borrascas que se van dibujando durante los primeros 31 días del año, primero al derecho, luego al revés, al final por mitades de cada una de las jornadas del mes de enero. Al final, el pronóstico de las cabañuelas anuncia frío ciudadano, de ese que genera pereza, y calores abrasantes en la arena política, de esos que solo dejan cenizas.
Empezamos el año de manera espectacular. O espectaculares. De slogan a slogan, de imagen a imagen, golpe a golpe, para seguir las campañas en Veracruz hay que levantar la vista. Pero no en el sentido de ampliar perspectivas, de elevar el debate o de perseguir objetivos superiores. No. Hoy alzar la mira implica el movimiento del cuello para buscar con la mirada hacia arriba la nueva “puntada” de los mercadólogos de uno y otro bando. “Vamos bien y viene lo mejor”, anticipaba la campaña de la fidelidad, ubicada en discursos, anuncios y espectaculares. Pero la estrategia mercadológica se vio arrebatada con un “Viene lo mejor, viene Yunes”, respuesta en los mismos medios de un tan ingenioso como misterioso publicista de algún equipo adversario. De ahí, del ingenio y la malicia, sobrevino la sevicia. Y el clima empezó a descomponerse dejando a los veracruzanos en la incertidumbre, en el umbral del hastío, al borde de la náusea.
“Ahí viene el coco…”, gritaban las madres a sus hijos desobedientes, y los críos hacían por dormirse tratando de evitar las pesadillas. Pero aquí la ciudadanía no puede dormirse, y las costumbres maternas para apaciguar niños intranquilos no debería ser la premisa de campañas políticas y trabajos electorales que tienen en la publicidad belicosa el substituto de la reflexión, de las propuestas, de las ideas. La miseria, el atraso en todas sus acepciones, la improductividad, la mala comercialización agropecuaria, la muy escasa competitividad, los municipios anárquicos y las ciudades desordenadas requieren para superar sus indignas condiciones de mucho más que ocurrencias más o menos ingeniosas.
Hoy en cada distrito y municipio cualquiera se siente candidato y todos se dicen bendecidos. Hoy en el priismo el desorden, el manoseo y la confusión son pan de cada día. Mala metáfora... Bueno, son las deslealtades de algunos pregoneros y acólitos de la fidelidad las que abruman, descomponen y retrasan acuerdos, alianzas, negociaciones… Mala palabra, porque hoy muchos entienden en sentido literal el término, y negocian cantidades, cifras, patentes de impunidad, ganancias de marchante, beneficios estrictamente económicos, dónde el capital político no cuenta sí no incluye el signo de pesos, dónde las ganancias son sinónimo de botín, mientras la política, su perversión, es el pretexto para concluir el reparto de utilidades. Así podemos ver, como patético ejemplo, que un legislador local se convierte en malogrado aspirante a alcalde y se le consuela permitiéndole dilapidar los recursos destinados a impulsar el desarrollo regional.
No hay equilibrios, diálogos, consultas, acuerdos. Todas las manos, cualquier voz, pocos pero poderosos intereses, son los que definen y deciden, por encima de ciudadanos, militantes, sectores productivos, actores y protagonistas de respeto e influencia. Nada de eso trajo el barco. Es la mentira, la intriga, la amenaza y el chantaje la moneda de uso común en el entorno de un priismo que no está a la altura del gobernante salido de sus filas.
Todos alzan la mano, cualquiera se siente cacique, y sí un día fintan con un “No voy”, al día siguiente intentan decir quién va para imponer a sus peleles, muñecos de paja para entretener al respetable, que sirven de blanco para los ataques que distraen al adversario. Puro calambre. Al final, los veremos aparecer en su papel de salvadores de la patria, con su aura de imprescindibles. En un distrito que sigue esperando respuesta a promesas y compromisos de campaña, sin ninguna obra de infraestructura, con el Ingenio Independencia atrapado entre el bagazo de promesas y fierros oxidados, en un municipio desdibujado por intereses y ambiciones desquiciadas, nadie dice para qué quiere ser alcalde o legislador. Sólo dicen “Quiero….”, con la mirada lujuriosa puesta en lo que consideran un botín de posiciones con sueldo y de recursos a su cuenta.
Desde Xalapa, los responsables del desgobierno martinense manipulan autoridades y rehúyen sus culpas, ocultos en la nómina, mientras buscan ya cobijo para el próximo sexenio adulando al aspirante favorito. Pero la culpa no es de los intrigantes, sino de quienes los escuchan y de quienes los obedecen, pero también de quienes les temen y por ello prefieren sumirse en el silencio o la crítica de tertulia. Olvidan que el silencio condena a los inocentes.
A la multiplicación de aspirantes e intereses, le sigue un significativo silencio acerca de un Ayuntamiento sin fuerza ni disposición política, con una policía sin recursos ni preparación, obra pública anárquica, sin plan ni proyecto, educación abandonada al esfuerzo personal, ambulantaje galopante, vialidad al garete, gobierno sin diagnóstico, sin programa, acosado por la indiferencia y la simulación, por el desorden, por las pugnas y ambiciones que sepultan cualquier asomo de buena fe, de ganas, de ideas, dónde todo el que busca avanzar lo hace solo para hallarse en medio de la intriga, de la envidia del mediocre, de la traba del burócrata y la indiferencia de los medios. La estrategia es substituida por la maquinación, por el chantaje y la insidia, por medias verdades que sirven para construir mentiras completas. La artimaña incluye acusar de traición a todo aquel que cometa la herejía de pensar sin tutores, el pecado de hablar con aspirantes incómodos, el sacrilegio de rechazar la simulación o expresar la blasfemia de exigir resultados y compromisos públicos a todo el que pretenda o busque ser candidato.
Mientras tanto, la crítica depende de los intereses y humores de los tenedores de medios. Sin idea del interés común, ignorantes del dicho revelador de que el hábito no hace al monje, la búsqueda de la verdad es tan intensa o simulada como malo o bueno sea el trato que se dé desde el poder a los amigos y a los intereses personales, y tan acertada o arbitraria es la crítica como el vaivén de sus filias, sus fobias, sus simpatías y sus complejos. En lugar de ser luz que esclarezca a sociedad y ciudadanos, hay medios que confunden su lugar y su función buscando en las sombras su tajada del pastel. Tarde o temprano aparecerán desnudos junto al rey, pero entonces buscará afanosos regresar a su trono de guardianes de la verdad.
El sentido común dictaría la obligación y necesidad de un diagnóstico político región por región, distrito por distrito, municipio por municipio, con la elaboración de perfiles imparciales y fidedignos de cada aspirante, de todos los actores y participantes en cada comarca, de sus vinculaciones públicas y privadas, de su imagen, de sus capacidades, de la posibilidad de acuerdos, de la oportunidad para construir mayorías, fórmulas y planillas que aseguren votos ciudadanos en lugar de garantizar privilegios personales. Pero cada quien sus realidades. Y hoy es uno, mañana otro, después ninguno, se cambian nombres y posiciones sin idea ni intención política, se zangolotean aspirantes, se inventan precandidatos, se aderezan biografías… En un PRI estatal desdibujado por intereses particulares, incapaz de imponer disciplina entre tanto cabecilla, todos hablan frente al ejecutivo mientras actúan a sus espaldas, y la dirigencia partidista naufraga agobiada por su propio futuro personal, sin fuerza propia para equilibrar fuerzas y posiciones. En este caótico panorama, los mecanismos preferidos para designar, que no elegir, candidatos, son la preselección de delegados, la baraja y los palitos chinos.
Sucede más o menos así: Alrededor de una mesa se colocan los aspirantes, sus impulsores y/o patrocinadores. Una mano enigmática sostiene con el puño cerrado palitos de plástico de distintos colores. A cada pieza se le ha asignado un nombre, y la que quede mejor colocada al caer todas juntas recibirá la unción divina. Se abre la mano y caen las piezas sobre la mesa, donde se acomodan de manera caprichosa. Una de ellas, casi siempre la roja, queda en inmejorable posición. Cuando el afortunado está a punto de cantar victoria, un movimiento furtivo y misterioso sacude la mesa y reacomoda las piezas. Hay que volver a tirar. Y así, hasta el infinito y más allá...
En el otro mecanismo, la baraja, se sientan todos y cualquiera alrededor de una mesa, cada uno con un amplio abanico de análisis, diagnósticos, soluciones, encuestas y remedios hechos a su medida y conveniencia. Todos deben adoptar pose y actitud de perdonavidas, so pena de parecer poco importantes. Aquí no cuenta par, escalera, póquer, flor o quintilla. Color tampoco, porque solo valen cartas rojas. Se reparten la baraja, y a unos les tocan dos, a otros cuatro, a los menos 5, a casi ninguno 7. Cada uno ve su juego y a la hora de cambiar cartas, se arrebatan sin pudor las barajas unos a otros. Cuando amaina el manoseo, sin preocuparse por ver quien tiene mejor mano, a una sola voz todos tiran las cartas al aire. La carta que caiga sobre la mesa con la figura hacia arriba será la elegida, no importa valor ni palo, sí es un dos de espadas, caballo de copas, sota de bastos o rey de oros. Pero mientas las cartas vuelan por los aires, los jugadores manotean en el vacío, desesperados, y todos los naipes caen al piso, mientras los tahúres se exigen limpieza unos a otros. “Esto es entre caballeros”, aseguran, mientras cada uno guarda un as bajo la manga. Otra vez, hay que volver a empezar… En su última sesión el Consejo Político priista acordó elegir candidatos mediante Convención de Delegados. Sin embargo, como se ve, algunos de sus más conspicuos militantes se aferran al mecanismo de sus vernáculos usos y costumbres.
A Fidel candidato le costó más de 10 puntos porcentuales el manoseo excesivo y premeditado que desde Palacio se hizo de los aspirantes a diputados y alcaldes en su elección para gobernador. Hoy nadie se puede dar el lujo de perder una ventaja inexistente. Sería sensato poner orden.

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