miércoles, 24 de marzo de 2010

¡Democracia Santa!

Salvador Muñoz
Los Políticos

Estamos a unos días de que inicie lo que se llama la Semana Mayor.
Cuando niño, eran días de guardar. Cuidadito y te sorprendían escuchando música en la radio porque te la apagaban. Tenías que comer pescado y ni siquiera pensaras en un delicioso bistec. Tenías que acudir a la representación de la Pasión de Cristo y preguntar por qué no le ponían clavos como a Jesús al que estaba en la cruz. ¡Ah! Y si ya habías hecho tu primera comunión, confesarte para comulgar.
Hoy, son otros tiempos. Por mi parte, sigo siendo tan jesuita como mi albedrío me lo permite pero no dejo de recordar dos hechos, uno bíblico y otro personal, que me obligan a ubicar estas fechas como ensayos democráticos.
El primero, por supuesto, el de Jesús y Barrabás…
Elección, plebiscito, consulta popular, como quiera llamarlo…
Dos candidatos…
La decisión la tomó el pueblo, pero como alguna vez dijera el colombiano Humberto de la Calle Lombana, “que el pueblo haya escogido a Barrabás, no convierte a Jesús en culpable de sedición… ni absuelve a Barrabás”… lo que para mí, en otras palabras quiere decir que no siempre las mayorías tienen la razón.
Y lo podemos ver cuando nos percatamos en qué se convirtió nuestro voto (anulado, en contra de quien gobierna o a favor del que gobierna)… Sea en el Gobierno federal, estatal, municipal; diputados federales o locales…
Lo que para mí, en un principio parecía un acto valiente de Calderón, se convirtió en una estupidez por la forma en que confronta al narco. Fidel Herrera, de no ser por esos aires de idolatría que fomentó en su entorno, hubiera sido un excelente gobernador; en David Velasco (alcalde de Xalapa) hemos obtenido respuesta a las demandas como ciudadanos o vecinos, algunas prontas, otras tardadas, pero responde; en el caso de Dalia Pérez, al igual que Vicho, cada vez que los vecinos la llamábamos, acudía y nos apoyaba; igual con Elizabeth Morales, cuando diputada federal, estudiantes de medicina pidieron apoyo, hizo lo que estuvo a su alcance para respaldarlos en la ciudad de México. De Ahued, puedo decir que no me equivoqué cuando negó su voto al aumento del IVA…
Esa es mi percepción… voté por Barrabás y por Jesús en diferentes ocasiones… ¡no sé usted cómo vea a sus representantes!
Los partidos igual vivirán el pasaje de Jesús y Barrabás… quien lo sufre en estos momentos es el PRI, con Gonzalo Guízar Valladares, Manuel Rosendo Pelayo y Cuauhtémoc Cienfuegos Meraz (y los que se acumulen en el silencio)… con su convocatoria ya se lavó las manos en el caso Héctor Yunes, pero quién sabe si le alcance el agua para la selección de candidatos a presidentes municipales…
Puede pasarle lo que al electorado: votamos por un Jesús y nos llevamos a un Barrabás…
En fin… lo malo es que la Biblia no habla de qué hubiera pasado si Barrabás hubiera acabado en la cruz y no Jesús.
Ése fue el ensayo democrático bíblico…
El ensayo “democrático” personal me recuerda mucho al PRI.
Recuerdo que cercano a Semana Santa, estando en el coro de San Antonio, mientras ensayábamos, un grupo de damas entró, se nos quedó viendo y de repente, la que encabezaba a las señoras me señaló con su dedo y dijo “Tú… ¡tú puedes representar a Jesús en su pasión!”
Al mismo tiempo que me sorprendía, sentía que el mismísimo espíritu santo bajaba sobre mí.
El santo dedo de esa señora me había elegido entre otros compañeros, no sabía por qué pero yo iba a representar el papel de nuestro Señor Jesucristo pero… sí… qué sería de nuestra miserable vida sin los imponderables, imprescindibles e importantes “peros”.
La señora, cabellos canos, mirada tierna, capita negra bordada y rosario colgado al cuello, sólo pedía una cosa: que me confesara.
No me lo dijo dos veces… salí del coro, me dirigí a los aposentos del padre cuyo nombre escapa a mi memoria de teflón, y le pedí que me confesara.
–¿Cuál es la prisa, hijo?
Le platiqué lo ocurrido, de esa dulce señora de cara bondadosa que con su dedo, me había elegido como el que representaría a Jesús en su pasión en esa Semana Santa.
Quizás viendo mi entusiasmo, el padre me llevó al confesionario, hizo la ceremonia previa al ritual y me pidió que le platicara mis pecados…
Tenía 17 años y mi novia era la más guapa del coro y a ambos se nos quemaban las ganas cada vez que estábamos juntos y se me ocurrió confesar al sacerdote que nuestra ferviente pasión muchas veces la calmábamos en la torre de la parroquia…
–No puedes representar a Jesús…
–¿Por qué?– todavía pregunté, confuso, creyendo ilusamente que confesando mis “pecados” de juventud a un sacerdote, hallaría el perdón…
–¡Por tus pecados!
El padre salió del confesionario y buscó al grupo de mujeres que más tarde me buscaron a mí para darme la noticia que el sacerdote ya me había dado.
Por supuesto, sobra decir que dejamos de cantar en la parte superior de la parroquia porque la torre para su acceso se inhabilitó para el coro y también está de más decir que jamás he vuelto a confesarme con un sacerdote.
La moraleja “democrática” en este caso es:
¡No siempre se gana aun cuando vengas por dedazo!

e-mail: dor00@hotmail.com

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