lunes, 24 de mayo de 2010

Evolucionados

Juan Antonio Nemi Dib
Historias de Cosas Pequeñas

A media comida, frente a la espectacular vista de su jardín que es en realidad un bosque, la anfitriona preguntó si a juicio de los que estábamos allí la especie humana ha evolucionado. Hubo una respuesta especialmente interesante, la de alguien que dijo que en las cuestiones estrictamente materiales -lo que tiene que ver con el aprovechamiento de los recursos naturales, la comodidad y el acceso a mejores condiciones físicas de vida- no se puede negar que hay progreso, pero que en cambio, en lo relativo a la conciencia, es decir, la percepción íntima y profunda de la vida espiritual, los avances han sido muy pocos.
Fueron apenas unos minutos de charla, pero a mí la pregunta me quedó sembrada. No deja de rondarme en la cabeza. ¿Somos mejores los humanos de hoy que los de hace 50 años?, ¿y que los de hace cien o quinientos o un milenio?
Es cierto que vivimos mucho más tiempo y que, en general, tenemos acceso a muchos más satisfactores que antaño. Se han visto varias revoluciones tecnológicas y algunas explosiones del conocimiento -el Renacimiento, por ejemplo- que han cambiado el rumbo de la historia; especialmente en el último siglo, la tecnología ha producido cambios dramáticos en prácticamente todos los aspectos de la vida humana, seguramente que muchos de ellos, para bien.
Somos individuos -y sociedades- mejor alimentados, mejor informados y hemos agregado a nuestra cultura conceptos como recreación (una idea relativamente nueva), derechos laborales (particularmente jubilaciones y pensiones) y la idea, también reciente, de que el hombre “tiene derecho” a una existencia razonablemente cómoda, pacífica y protegida por leyes e instituciones.
Todavía no se alcanza a medir el enorme sentido democratizador de la internet y lo que significa el hecho de que numerosas personas en el mundo tengan acceso a casi toda la información y los haberes científicos generados durante miles de años, patrimonio que mucho tiempo estuvo disponible sólo para unos cuantos. La inmediatez de la información -“tiempo real”, es el concepto que usan los expertos- implica también un cambio profundo en los modelos culturales, que sin duda se asocia al acortamiento de las distancias, los viajes rapidísimos y de menor costo y la posibilidad de hablar casi con cualquiera en cualquier momento.
La medicina, la física de materiales, las técnicas de manufactura y la producción en masa, la compresión de información, la inteligencia artificial, la navegación aérea y espacial, las nuevas modalidades energéticas y la electrónica aplicada son algunos de los campos en los que el hombre ha creado auténticas nuevas dimensiones de vida.
Pero... ¿somos más inteligentes?, es decir, ¿tenemos mayor capacidad de comprender los fenómenos y, por ende, de actuar menos conforme a las emociones, los impulsos y los apetitos? ¿Somos más justos?, es decir, ¿vivimos más cerca del principio de equidad, respetando lo que nos es diferente y lo que no nos pertenece? ¿Somos menos egoístas y ambiciosos?, ¿tenemos menos propensión para acumular lo innecesario?, ¿nos pesa menos el éxito ajeno? ¿Asumimos con tolerancia la diversidad? ¿Aumentamos nuestra capacidad de compartir y actuar solidariamente respecto del sufrimiento y las carencias de otros?
Rafael -quien respondió a la pregunta de nuestra anfitriona- dijo que en el ámbito de la “evolución moral”, cualquier respuesta que se dé resulta relativa (y por ende insuficiente), dado que los asuntos de conciencia, de bondad o maldad, son valores culturales, que cambian en el tiempo y en cada sociedad, de modo -agrego yo- que lo inteligente, bueno, justo y adecuado para unos, puede no serlo para otros.
Y... ¿de dónde salió todo este rollo? Resulta que DISCOVERY acaba de producir un programa de Stephen Hawking, en el que el genial científico asegura que es lógico aceptar la existencia de vida inteligente fuera de la Tierra y que los humanos deberían evitar el contacto con ella. Según EL PAÍS, Hawking dijo: “Para mi cerebro matemático, los meros números hacen que pensar sobre extraterrestres sea perfectamente racional. El verdadero desafío es averiguar cómo pueden ser de verdad”. Y luego agrega: “Sólo tenemos que mirarnos a nosotros mismos para ver cómo la vida inteligente (fuera de nuestro planeta) podría desarrollarse hacia algo que no querríamos ver".
Es obvio que a Hawking le viene guanga la temporalidad de los valores morales y que él no está precisamente feliz con lo que los humanos hemos hecho de los humanos. No es el único.

antonionemi@gmail.com

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