viernes, 23 de julio de 2010

Pesca, deporte de resistencia

Liz Mariana Bravo Flores
Andanzas de una Nutria

“Caminante, son tus huellas el camino y nada más; Caminante, no hay camino, se hace camino al andar…Caminante no hay camino sino estelas en la mar…”
Antonio Machado


De manera regular, quienes escuchan los relatos de los integrantes del Club de Caza y Pesca de Xalapa “El Baloncito”, nos preguntan dónde está la actividad deportiva de la pesca, qué músculos se ejercitan, y hasta en tono de mofa, cuántas calorías se queman en un día de actividad.
El estereotipo de un pescador es el de una persona serena, solitaria y pacífica sentada durante horas frente al mar. Nada más erróneo.
Dependiendo del punto que seleccionemos para pescar, hay algunas zonas que permiten entrar con el coche muy cerca de la playa, en lugares como La Laja; y en muchos otros sitios del estado, es necesario entrar con los vehículos cuatro por cuatro sobre la arena; pero hay aquellos sitios pedregosos e inaccesibles para los carros y también hay quienes no poseen uno, entonces comienza la aventura.
Durante mis andanzas de nutria pescadora, recuerdo muchas ocasiones que hemos caminado durante horas para llegar al lugar seleccionado. El problema no consiste en la caminata, pues para muchas personas resulta muy atractivo senderear entre nopaleras, brincar de roca en roca, escabullirse entre los arbustos o, simplemente, caminar sobre la arena; pero cuando a la caminata le sumamos peso en la espalda y convertir el cuerpo en perchero para acomodar las cosas que hay que llevar a la pesca, quizá no le resulte muy gracioso a un gran número de senderistas.
Así cargamos con la hielera para mantener a los peces que saquemos helados, la otra para enfriar las bebidas refrescantes, ya sea agua, jugo, refresco, cervezas o el destilado de preferencia.
La mochila de la pesca es fundamental, pues ahí se llevan los plomos, anzuelos, destorcedores, curricanes, y cucharas perfectamente acomodados en una cajita; hilo de repuesto, tabla para picar la carnada y aliñar los peces, cuchillos, tijeras, pinzas, descamador, lámparas de cabeza y de mano; carretes, porta carnada, papel higiénico, repelente de moscos, cerillos para encender la fogata, y cualquier otra chuchería novedosa que uno encuentre.
Aparte está la bolsa o mochila de los víveres, que de manera implica desde sándwiches o tortas semi-aplastados y galletas para el desayuno, botanas para medio día y, para la comida, sal, aluminio, aceite de oliva, jitomates, cebolla, chiles, limones, sartén, cucharas, platos, vasos, cubiertos, servilletas y algún otro ingrediente necesario para preparar los pescaditos “in situ”.
Además, faltan las cañas de pescar, porta cañas, y una pequeña mochilita con ropa limpia y seca para el regreso.
Pero haya o no caminata, a quienes consideran que no es un deporte, les reto a vivir la “sencilla” experiencia de estar de pie frente al mar ejerciendo resistencia ante la resaca marina, lanzar una y otra vez la línea de hilo lo más lejos posible, luchar con el pez, caminar de modo continuo hasta donde se haya dejado el equipo lejos del mar para cambiar anzuelos, surtir nuestro porta carnada de camarón, lisa o la selección de preferencia; hidratarse, instalar y volver a guardar el equipo, por mencionar sólo algunas de las acciones que se realizan. Les garantizo que, además de divertirse mucho, al día siguiente amanecerán envarados por el ejercicio realizado.
Mientras llega ese gran momento, te invito a que me escribas a:

nutriamarina@gmail.com

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