viernes, 27 de agosto de 2010

Mar, marea y mareos

Liz Mariana Bravo Flores
Andanzas de una Nutria


“Es sólo una cuestión de actitud y no quejarse más de todo por cierto es sólo una cuestión de actitud atreverse a atravesar el desierto”.
Fito Páez.

En la pesca, como en la vida, todo es cuestión de actitud, como diría Fito Páez. Lo comprobé en aquella pesca en altamar junto con mi hermano, mi padre, y nuestros guías marinos a quien nos encomendó Peche: José Carlos Jiménez y “El Tuzo”.
Antes de subir a la lancha, mi hermano pidió una pastilla de esas que ayudan a prevenir el mareo, esta “Nutria Marina” y escritora hizo lo propio y tomó una antes de abordar. Comenzamos la travesía y, como lo he dicho antes, la pesca es de suerte y, en mucho, de ánimo y energía para disfrutar.
Mi padre llevaba dos cañas nuevas de troleo, que son más cortas y con un carrete distinto, yo preferí intentarlo con la mía que ya conozco. Pusimos sardina, lisa, camarón, señuelos, cucharas, hawaianas y nada logró que los peces se pegaran.
Llegamos a algunos puntos que tienen marcados los pescadores en donde dicen que seguro hay peces, pues los quienes salen a diario y hacen del mar su modus vivendi han soltado llantas en figuras, posiciones y peso ideal para formar arrecifes artificiales y ahí, por fin comenzamos la pesca. Mi hermano y papá empezaron a sacar bichos que daba gusto.
Desde antes de zarpar, el viaje ya había valido la pena con sólo ver el rostro característico de mi padre cuando algo le emociona mucho; pero ver a mi hermano luchando con la caña y el pez, observar su rostro de sorpresa cuando por fin salió el huachinango rojo, enorme, fresco, mirar su curiosidad por conocer cómo funciona el GPS de la lancha, el motor, cómo nos desplazamos, qué hay debajo del mar y por qué se le salió el buche al animal que sacó y reírme de su cara de asco cuando le dije que agarrara el cuerpo del huachinango para tomarles una foto juntos, preguntar si el pez podría morderlo y sus expresiones al sentir las escamas babosas y resbaladizas del animal fresco.
Mirarlo como el niño de más de 30 años que es disfrutando una experiencia casi nueva para su vida, eso es de las cosas que no tienen precio.
Entre las lenguas del Club de Pesca “El Baloncito de Xalapa” murmuran que tengo suerte para pescar y que ya no me van a invitar porque siempre les gano a todos, esos son sólo dichos porque, así como al mejor cazador se le va la liebre, en nuestro contexto al mejor pescador se le va el pez y, más allá de eso, hasta se puede marear.
Eso me ocurrió en la pesca a la que fui sin haber pegado el ojo una noche anterior. A bordo de la lancha el sueño me atrapó, lo que yo no hice con los peces y, más allá de eso, a pesar del medicamento para evitar mareos, llegó el momento en que pasé de morena a verde porque se me estaba moviendo el piso.
Si hay algo que disfruto es dormir cerca del mar y, por primera vez, lo hice dentro del mar. Me acomodé en la lancha, me abrigué con el sol y tomé una siesta reparadora.
Al despertar, la energía renovada, el horizonte en su lugar y la buena actitud me ayudaron a sacar cabrillas y otros bichos que cocinamos al día siguiente y, no es por dárselos a desear pero quedaron deliciosos.
Con la promesa de mantener una buena actitud hasta la próxima semana, me despido.

nutriamarina@gmail.com

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