lunes, 30 de agosto de 2010

Pánuco, un infierno

Luis Alberto Romero

Mientras las fuerzas federales y un grupo de sicarios se batían en el municipio de Pánuco, por un lapso de 15 horas –desde las nueve de la noche del domingo hasta el mediodía del lunes–, la población de esa cabecera, muy cercana a los límites con Tamaulipas, vivía un verdadero infierno.
Los relatos difundidos en la red por parte de quienes vivieron esa jornada de terror llaman a la reflexión porque a estas alturas, en Pánuco se registra una psicosis colectiva, una histeria en masa derivada del miedo. No es para menos. Cuando la gente ve que su municipio, su comunidad se convierte en campo de combate, se registra una mezcla de alarma, preocupación, incertidumbre, frustración y pánico.
La población de Pánuco pasó la noche, literalmente, pecho a tierra por temor a una bala perdida.
De acuerdo con el reporte de la Secretaría de la Defensa Nacional, el saldo del enfrentamiento fue de siete personas muertas (seis presuntos sicarios y un militar), seis heridos (un civil entre ellos), y seis delincuentes capturados.
Luego de un intenso tiroteo que incluyó disparos a los transformadores de la Comisión Federal de Electricidad (estrategia de los delincuentes para buscar el amparo de la oscuridad), los presuntos sicarios fueron acorralados en una casa de la colonia Alto de Viñas, desde donde intercambiaron fuego con los elementos adscritos a la décimo novena zona militar, quienes ya para entonces mantenían un cerco alrededor de la cabecera de Pánuco.
La estrategia militar y la superioridad numérica de las fuerzas federales permitieron que se reestableciera el orden en Pánuco; sin embargo, llama la atención el arsenal decomisado, que incluyó fusiles AR-15; AK-47, también conocidos como cuernos de chivo; pistolas de alto calibre; así como tres vehículos.
Por otro lado, casi cinco horas antes del enfrentamiento de Pánuco, a poco más de 300 kilómetros de distancia fue asesinado el alcalde del municipio de Hidalgo, Tamaulipas, Marco Antonio Leal García.
Lo cierto es que en la zona norte de Veracruz despertaron este lunes con el amargo sabor de la inseguridad y de la violencia. Antes, esa violencia era característica de estados como Sinaloa, Durango, Tamaulipas, Guerrero y Chihuahua; hoy la padecemos y la vemos más próxima, prácticamente en nuestra casa, porque el enfrentamiento de la noche del domingo y la mañana del lunes no es el primer hecho de este tipo que ocurre en ese lugar: recordamos que hace apenas una semana, en ahí mismo, un grupo de delincuentes atacó con una granada a policías municipales; en esa ocasión no hubo enfrentamiento ni detenidos.
Y es que la ola de violencia que se registra en el ámbito nacional se observa también –aunque en menor intensidad– en Veracruz, desde Pánuco hasta la zona sur, hoy fuertemente golpeada por las intensas lluvias y los consecuentes desbordamientos e inundaciones. No imagino a sicarios y delincuentes diciendo algo así como “aquí acaba Tamaulipas, vamos a dispersarnos y a dejar las armas porque entraremos a Veracruz, que es un estado seguro, y aquí si corremos peligro”; esa gente, está visto, no le teme al Ejército y no creo que a las bandas organizadas les preocupe mucho la policía estatal.

luisromero85@hotmail.com

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