viernes, 8 de octubre de 2010

Don Amancio y la pesca en agua dulce

Liz Mariana Bravo Flores
Andanzas de una Nutria

“Tú eres un don de la brisa,un ser de la resurrección,un pájaro con una risa capaz de arrastrar a la noche hasta el sol. Río, río, río. Río de verdad, como un animal que ha sido puesto en libertad…”.
Silvio Rodríguez


La semana pasada compartía en este espacio que, entre las andanzas de esta nutria, hace siete u ocho años tuve oportunidad de visitar Tuxpan, Veracruz, para acompañar a mi hermano a la casa de Amancio Muñoz Maya, pescador de corazón en la zona norte del estado, y padre de Flor María Muñoz, quien tuvo a bien invitarnos y comentarle a su padre mi pasión por la pesca.
Don Amancio me dio instrucciones precisas sobre el atuendo que debía llevar y la hora de salida al río, pues sin dudar por un segundo, tuvo la atención de preparar todo para llevarme a pescar.
Hasta entonces siempre lo había hecho en mar, ya sea desde la orilla o adentrándome a bordo de una lancha y, acostumbrada a la pesca marina, me resultaba extraño tener que abrigarme tanto para salir a pescar en río.
Con esfuerzo desperté alrededor de las 4:00 para alistarme y, antes del amanecer, abordar la lancha en el muelle.
La mañana era fresca y así empezamos a recorrer el río Tuxpan, que resulta ser muy importante para el acceso portuario, además de que, por su longitud, caudal y diversidad, resulta de suma importancia para la pesca en Veracruz.
La velocidad adquirida en la lancha, sumada al viento fresco, hacía que el frío penetrara entre el tejido de la chamarra hasta calar los huesos; sin embargo, la emoción por vivir una pesca diferente, aprender a trolear, a usar los curricanes, hawaianas y señuelos, la emoción de compartir con mi hermano una nueva experiencia, todo en suma hacía que el frío pasara a segundo plano.
Disfrutamos el amanecer y recorrimos el río de norte a sur durante horas.
Mi nula experiencia en pesca de río y falta de técnica, sumado a que los pescadores comerciales habían tendido las redes desde la madrugada, evitaba que pescara cualquier ejemplar. Vi en la cara de don Amancio preocupación por hacer de aquel día de pesca algo inolvidable para mí y porque no regresara a tierra firme con las manos vacías.
Dicen que la práctica hace al maestro y aquella mañana lo comprobé, pues don Amancio, con el dominio de la pesca de río y el esfuerzo por llenarnos a mi hermano y a mí en atenciones, logró que picara una lobina. En ese momento me pasó la caña para que sintiera el jalón del pez y me explicó segundo a segundo qué hacer para sacarla del agua.
En la lancha llevábamos una red con un mango cuya utilidad jamás había entendido hasta ese momento, pues cuando por fin íbamos a sacar al animal del agua comenzó a zafarse del anzuelo y, con la ayuda de la red pudimos pescarlo.
Regresamos al muelle con “sonrisa de sandía” por la aventura maravillosa que don Amancio Muñoz nos regaló aquella mañana, con el recuerdo y las enseñanzas en la pesca de río.
Mucho tiempo pasó antes de que una servidora volviera a pescar en agua dulce, pero cada vez que lo hago el recuerdo de aquella primera vez viene a mi mente como una foto y, con ello, mi gratitud para el papá de Flor María.
Como les platiqué la semana pasada, don Amancio, un colega y amigo del mundo de la pesca, visitó el Puerto de Veracruz por motivo de salud. Con estas líneas y la emoción de una gran vivencia le envío a él y su familia mi gratitud y mejores deseos de que se recupere pronto.

nutriamarina@gmail.com

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