miércoles, 20 de octubre de 2010

El Puente

Salvador Muñoz
Los Políticos

El puente Bicentenario Antonio Chedraui Caram raya en la estupidez… Sus constructores no contemplaron un puente peatonal en una extensión de un kilómetro aproximadamente.
Cuando terminaron se dieron cuenta del error. Dejaron atrapados a vecinos de la calle Veracruz que antes, cuando había un semáforo, cruzaban la avenida. El puente desapareció los semáforos y la oportunidad de atravesar dicha rúa sin riesgos.
El 19 de agosto, cuando platiqué con Guillermo Herrera Mendoza, titular de Comunicaciones, me dijo que en una semana más o menos, o hasta el fin de ese mes, pudiera estar concluido el puente peatonal pues la estructura venía en camino.
Hoy hace más de dos meses de su palabra ¡y nada!
Pero lo absurdo es que nuestras autoridades de Comunicaciones, en una complicidad por omisión de las municipales, optaron por erigir una estatua al abuelo del alcalde que demandar la conclusión del puente peatonal.
Hoy, a menos de dos meses de que concluya la administración municipal, ahora resulta que el gobierno municipal tiene que meterle dos millones y medio de pesos para que concluya la obra y campanudamente, una obra que estaba proyectada concluir en diciembre de 2009, ahora comentan que la habrá de concluir la próxima administración, es decir, en 2011.
Los vecinos han reclamado ya al alcalde, a Memo Herrera y al mismo gobernador y nada… ¡Sólo falta que acudan al Diablo para que haga caso a sus demandas!
Por cierto…
Esto me recuerda una leyenda…
Si me permiten se las contaré con la salvedad de que cualquier coincidencia, no es más producto que de mi fantasía.
En la provincia de Tarragó, una pareja de ancianos hacía el pan más sabroso de la región. Sólo que para llevarlo a vender al pueblo, tenían que cargarlo en sus burritos Vicho y Memo y así, atravesar un puente de madera con su preciada carga.
Muchos años ése fue su camino y gustoso, los esperaba el pueblo.
Un día, en el pueblo, los viejitos no aparecieron. ¿Qué pasó? Se preguntaba la gente. Acordaron ser pacientes y esperar pero el pan nunca llegó.
Desesperado, el más tragón de ellos fue a su encuentro y entonces vio lo que había ocurrido… ¡el puente de madera había sucumbido a una crecida del río! Los viejitos no podían cruzar con su preciada carga y el pan, no podían ponerlo a la venta.
El tragón volvió al pueblo y tras dar a conocer a la gente lo acontecido, decidieron ir con el señor de la provincia para pedirle ayuda.
Cuando estuvieron a su lado, demandaron un puente nuevo para que la gente pudiera comer. El Señor les dijo que sí, pero que tenían que esperar porque estaba planeando poner una estatua de su abuelo en el centro de la comarca.
Esa noche no cenaron rico pan. Al día siguiente, un desesperado intentó cruzar el río a nado y a punto estuvo de perder la vida. Otro, lo intentó con una balsa pero zozobró… y los viejitos seguían en la orilla con un pan que se estaba poniendo duro.
Como los días pasaron y el pueblo vio que no hacía nada el Señor por ellos ni por los ancianos, desesperado, se reunió y acordó algo escalofriante: ¡Convocar al Diablo!
Así que, en la noche, en medio del bosque, empezaron a invocarlo: ¡Satanás! Ven… ¡Luzbel! Ven… ¡Pazuzu! Ven… ¡Satán! Ven… ¡Mefistófeles! Ven… ¡Belcebú! Ven… ¡Belial! Ven… ¡Fidebulus! Ven…
¡Y nada!
Ya se iban desangelados cuando una voz surgió en medio de ellos para preguntarles:
–¿Por qué me dejan?
Un caballero, de aspecto elegante, capa roja que cubría su cuerpo, y sombrero que no impedía ver el fulgor que salía de sus ojos, estaba entre ellos y no lo habían percibido.
Armándose de valor, platicaron al Señor de las Tinieblas su problema y éste se comprometió a hacerles un puente, el más bello, el más resistente, que ninguna tormenta, huracán o mano humana, pudiera derrumbar.
La felicidad los embargó de tan sólo pensar en que volverían a comer del pan de los ancianos pero… ¿en qué tiempo construiría el puente?
–¡Esta misma noche!
¡Yupi! Bailaron, se abrazaron, lloraron, pero… ¿cuál sería el costo?
–¡Un alma!
Ante el estupefacto general que provocó el costo del puente, el Diablo sólo les dijo:
–Cuando hayan decidido cuál será el alma que me he de llevar, me avisan antes de que amanezca, pero un trato es un trato y no se deshace.
El pueblo entonces empezó a deliberar quién sería aquél que su alma sería arrastrada al infierno. Pasadas las horas, como no pudieron ponerse de acuerdo, decidieron ir a donde el Diablo y su sorpresa fue mayúscula… estaba poniendo la última piedra a un hermoso puente, resplandeciente, orgulloso y altanero…
–¿Y bien? ¿Qué han decidido?
–No nos hemos puesto de acuerdo, Señor…
El Diablo montó en cólera y gritó:
–Lo siento Señores, acaba de incrementarse el costo del puente… ¡dos almas! Y voy poniendo la última piedra…
Como el pueblo no se ponía de acuerdo, el Diablo, maldito como es, en un acto de perversidad pura, dijo:
–Está bien… para que vean mi bondad, he de llevarme las dos primeras almas que crucen mi puente…
Sabía que el pueblo accedería… y así los condenaría a todos por su egoísmo. La gente aceptó y entonces, a lo lejos, del otro lado, aparecieron los ancianos, caminando hacia el puente, alegres, con los ojos radiantes, con el alma pura mientras el pueblo, hambriento pero a la vez angustiados, los veía venir.
A punto de poner el pie sobre el puente, el viejito se paró, y arrió:
–¡Vamos Vicho, vamos Memo, crucen el puente para darle el pan a esos hombres!
Y el Diablo tuvo que llevarse el alma de dos burros.
Moraleja: Ojalá este fin de administración, ocurra lo mismo: El Diablo construya el puente y se lleve a sus burros.

PD1 El cuento es una adaptación de una leyenda de Tarragó.
PD2 ¿Que Erick Lagos fue el que realmente vino a apaciguar los ánimos en Pacho Viejo?

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Twitter: @cainito

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