jueves, 7 de octubre de 2010

¡Las puertas de la justicia mexicana!

Jorge Arturo Rodríguez
Tierra de Babel

El asunto es claro y del dominio público: las leyes se hicieron para ser infringidas. Eso dicen y quizás tengan razón, sobre todo si recordamos a Leon Tolstoi, quien señaló que es más fácil hacer leyes que gobernar. Incluso, el economista francés Étienne Bonnot de Condillac expresó que en tiempos de corrupción es cuando más leyes se dan. Vaya, que hasta René Descartes sostuvo que la multitud de leyes frecuentemente presta excusas a los vicios. ¿Será así, mi presi Calderón, gobernadores y dizque representantes del pueblo?
Quién sabe qué tan cierto sea esto, pero estoy convencido que hay una desconfianza entre la población en cuanto a la aplicación de las leyes en nuestro país, porque sabemos, con Honoré de Balzac, que las leyes son como las telas de araña, a través de las cuales pasan libremente las moscas grandes y quedan enredadas las pequeñas. Es decir, todos somos iguales ante la ley, pero no ante los encargados de aplicarla, ¿o no, Stanislaw J. Lec?
Ya se ve entonces lo que ocurrirá con la propuesta del presi Calderón de reformar el Código de Justicia Militar, para que los militares que incurran en los delitos de desaparición forzada, tortura y violación sean juzgados por tribunales civiles.
Ya se ve lo que ocurrirá también con la iniciativa del mandatario de la Nación de reformar la Constitución para crear el Mando Único Policial, y con la del senador del PAN, Adrián Rivera Pérez, que propuso una reforma al artículo 113 de la Constitución para obligar al Estado a indemnizar a quienes se vean afectados por la lucha contra de la delincuencia organizada.
Pa’ no ir tan lejos, hace unos días organizaciones de defensa de los derechos humanos se reunieron con la relatora especial de las Naciones Unidas sobre la Independencia de Magistrados y Abogados, Gabriela Knaul, para entregarle un informe sobre el estado del acceso a la justicia en el país, donde detallan el abuso del arraigo, de la prisión preventiva y la preeminencia del fuero militar en casos de violaciones de derechos humanos cometidos por elementos castrenses en contra de civiles.
Suena bien lo que dijo Montesquieu, que la ley debe ser como la muerte, que no exceptúa a nadie. Pero en México, la verdad, harto sabemos que nadita es así. Y si no, nada más preguntemos a Valentina Rosendo Cantú, una de las dos indígenas de Guerrero que hace ocho años fueron violadas por militares. Valentina, al conocer la resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Coidh) que condena al Estado mexicano por esos hechos y le exige una investigación imparcial por la justicia civil y no por la militar, dijo: “Exijo que el gobierno cumpla la sentencia, si es que todavía le queda un poco de dignidad. Estoy aquí porque busco justicia; la justicia que el gobierno nunca quiso aceptar”.
Y nos cuenta: “Ocho militares me rodearon cuando me encontraba lavando ropa en el río que está cerca de mi casa, el 16 de febrero de 2002. Dos de ellos me violaron. Fue muy duro lo que me pasó. Por la violación me dejó mi esposo. En mi comunidad me discriminaron como mujer que ya no vale. Tengo miedo, no puedo regresar a mi pueblo. Me amenazaron los soldados, a mí y a mis papás. Han intentado secuestrar a mi hija, porque soy una mujer que ya no vale”.
Valentina señaló: “El gobierno me cerró las puertas de la justicia. Hace apenas tres días salió la justicia”.
¿Tons qué, mami? ¡Sálvese quien pueda!
Hasta la próxima

jarl63@yahoo.com.mx

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