lunes, 27 de diciembre de 2010

300 pesos

(La Realidad 2)


Juan Antonio Nemi Dib
Historias de Cosas Pequeñas

La historia rezuma sangre y dolor. Sería motivo de envidia para los guionistas más avezados del cine negro a los que difícilmente alcanzarían sus perversiones si quisieran darle forma de película y convertirla en éxito de taquilla. Parece inconcebible. Aún conociendo a sus protagonistas, teniendo con ellos contacto físico, el inconsciente se resiste a aceptar que son reales; es más fácil evadirlo y pretender que se trata justo de eso, de una mala película o de un mal sueño, una pesadilla. Pero ahí están, con toda la carga encima y muchas dudas fundadas de quienes los conocen sobre el futuro que les espera a estos dos adolescentes.
Se trata, o más precisamente, se trataba de una familia del ejido Ignacio López Rayón en el municipio de Las Choapas, al sur de Veracruz. El jefe de la misma, un jornalero de escasísimos recursos, debía trescientos pesos a alguien. Nadie pudo explicar el por qué de la deuda, aunque sí la causa por la que no pagaba: la pobreza esencial y las ingentes necesidades de la prole, que le eran prioritarias.
Cierto día de principios de enero de 2006, tres individuos llegaron hasta la vivienda familiar para cobrar la deuda que una vez más, no pudo pagarse. Llenos de furia, los acreedores quisieron resarcirse del crédito impago con una joven, la hija mayor de la familia -Ruth Gladis era su nombre-, aunque la deuda bien pudo ser un pretexto.
Como es de suponerse, los familiares trataron de impedirlo. El resultado fue funesto: el padre y la madre murieron en el acto, igual que la propia Ruth Gladis. El pequeño hijo de ésta, de entre 8 meses y un año de edad, fue hallado después junto al cadáver de su joven madre. “Tino” y su hermano gemelo, hijos del matrimonio, intentaron entonces impedir el homicidio de sus padres y de su hermana. Fueron tan brutalmente golpeados que Tino -con golpes múltiples en la cabeza- perdería completa y definitivamente la visión, mientras que su hermano moriría 20 días más tarde.
Tino requirió dos meses de tratamiento hospitalario; sufrió también una severa paraplejía que logró remontar gracias a una voluntad férrea e interminables sesiones de terapia física. Hoy es casi autosuficiente: ayuda en lo que puede al personal del albergue, es todo un atleta que ha conseguido premios nacionales de atletismo (corre en competencias paralímpicas), acude a una escuela especializada y suele ser sumamente responsable con sus deberes académicos. Los terapeutas aprecian su optimismo y consideran que Tino tiene asumido el homicidio de sus padres y hermanos.
“Rosa”, en cambio, la ha tenido mucho más difícil. Según expresa en lenguaje de señas, corrió mucho, mucho, se escondió prácticamente toda la noche y apenas empezó a clarear, fue a avisar a los vecinos de lo ocurrido en su casa. Cuando la encontraron, Rosa presentaba lesiones causadas por las esquirlas de las balas que le dispararon para matarla y que fallaron en su objetivo.
Su secuela más grave es la condición de sordomuda con la que quedó, pero lamentablemente no es la única: presenta algunos trastornos de personalidad, recurrentemente sufre de crisis nerviosas, tiene accesos de llanto o suele gritar intempestivamente; aunque disminuyen en frecuencia, estos episodios continúan latentes. Las armas le causan pavor, los policías la atemorizan, basta con que sus compañeros de albergue corran o jueguen abruptamente para que ella entre en crisis.
A su ingreso a la estancia solía ser sumamente agresiva, no permitía que nadie la tocara e incluso hubo que arrebatarle a su sobrinito -que traía en brazos- para que los médicos pudieran valorarlo. Exigía que el bebé tomara su leche en la misma mamila que ella traía consigo, por la desconfianza que le producía el resto de las personas.
En este momento, Rosa presenta un cuadro de anorexia; se niega a comer y le es muy difícil retener el poco alimento que ingiere. Se encuentra bajo tratamiento de personal especializado. Aunque han transcurrido casi cinco años de la tragedia, Rosa sigue recordando de manera intempestiva (en “flashback”) pasajes que la asustan y la hacen perder el control.
Luego de permanecer en la estancia durante poco más de tres años, el bebé fue dado en adopción. Con autorización de los nuevos padres, mantiene algún contacto con sus tíos.
Los tres homicidas están presos y yo supongo que purgando una sentencia enorme. Fueron los 300 pesos. Eso dijeron.

antonionemi@gmail.com

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