Salvador Muñoz
Los Políticos
Cada vez que viajamos a la zona conurbada Veracruz-Boca del Río, tenemos un objetivo común mi esposa y yo: comer en los lugares más tradicionales y sabrosos de este rincón de paraíso.
Nos encanta este lugar porque siempre encontramos gente amable, sonrisa a flor de labios, atenta, que te hace sentir en casa, en confianza... a gusto.
Sí, el jarocho debiera ser ícono del turismo estatal, nacional o internacional por su carácter abierto, alegre, feliz.
Gracias a muchos de ellos, pudimos llegar al restaurante El Estero del Negro.
Nos ubicamos en una mesa arrinconada, propia de dos enamorados, y pedimos de comer.
Nos llamó la atención una dama con un blusón gris y gafas oscuras. Tomó una mesa central, familiar la reunión, y se sentó. Desde nuestra ubicación, podíamos apreciar el generoso escote que exhibía una espalda bella.
Hicimos uno o dos comentarios más sobre la vestimenta de la dama y le dije a mi esposa: “Somos los únicos que, es obvio, no somos porteños”, pues Brenda calzaba botas arriba de las rodillas y yo traía un suéter para arroparme del aire frío que entraba por la ventana.
Dos sangrías para brindar por el amor y de repente, una figura y una voz singular, llamó mi atención.
Un hombre con guitarra rasgando y un morral colgando, entró cantando al restaurante. Su canto era sencillo, delicioso, alto y dulce. Iba de mesa en mesa sazonando todavía aún más los ricos platillos que degustaban los comensales, entre ellos Rodolfo Casanova y su apreciable familia.
Le dije a Brenda con un dejo de nostalgia: “Me recuerda a alguien... un cantante... ¿Fidencio?.. no, no recuerdo el nombre, pero le decían, ‘el de los pies descalzos’... dicen que ya murió”.
Entonces, cuando el cantante pasó junto a nuestra mesa, vi otra coincidencia además de su bella voz: ¡Iba descalzo!
Mi emoción era enorme.
Se acercó Ángel, el nieto de don José el Negro Uscanga, y le dije: “Me recuerda a un cantante... le decían ‘el de los pies descalzos’... no recuerdo su nombre”.
—Artemio...
—¡Exacto! ¡Artemio!
—Es él...
Si mi emoción de oírlo era enorme, en esos momentos sencillamente no cabía en el mar que se veía al fondo. ¡Acababa de escuchar en vivo a un gran cantante y compositor!
Ángel viendo mi entusiasmo, llamó a Artemio y le dijo: “Pariente, mira, te presento a un amigo...”
Cordial, sencillo, con la bondad en la mirada y la verdad en los labios, propia del jarocho, nos saludó. Brenda le ofreció unos dulces que él sólo aceptó si mi esposa se los daba y los ponía en el morral... no quería tomarlos él.
Se inclinó un poco y le dijo a Brenda: “Ahorita regreso, te voy a cantar una canción que tu esposo te quiere decir pero no sabe cómo”.
Con su canto se retiró saltando de mesa en mesa... le comenté a Ángel que en la internet había visto que “estaba muerto”... y nos dijo que por lo regular, venía a cantar a “El Estero...” pero eso sí, canta lo que quiere, no le gusta que le pidan canciones.
Mientras observábamos a Artemio, entonces la identificamos. La dama de blusón gris y generoso escote posterior era Ana de la Reguera, la actriz que me fascinó con “Capadocia” (¡Vaya! Tenemos la serie completa y esperando que salga a su venta la segunda temporada para comprarla), la misma que me conmovió con su deseo de ayudar a los amigos veracruzanos tras el paso del huracán Karl y la tormenta Matthew; ésa a la que le dediqué unos versos en temporada de muertos... a la única actriz que tengo en el twitter.
En fin... era perfecta nuestra comida en “El Estero del Negro”: Una langosta sabrosa, unas bebidas frescas, un anfitrión atento, mi actriz favorita y Artemio, eran el marco ideal para estar con mi esposa... ¡ah! y de fondo, una línea del mar con su brisa fresca que me daba frío.
Entonces, si eso no era suficiente, Artemio se acercó y lo volvió a repetir: “te voy a cantar una canción que tu esposo te quiere decir pero no sabe cómo”.
Poner la letra de su canción sencillamente no nivelaría en un mínimo el sentimiento que hizo en comunión con su voz, su mensaje y las lágrimas que asomaron en cara de mi mujer y las que se congregaron en mis ojos... “Veniste a hacerme feliz...”
Quería besar sus manos, agradecerle tanto amor en su voz, pero apenas terminó, nos habló del cariño, de la unidad que debe haber en pareja para salir adelante, y sobre todo, de que fuéramos felices, muy felices.
No sé si se pueda ser todavía más feliz: Artemio, el de los pies descalzos, fue mi voz para decirle a mi esposa “veniste a hacerme feliz”.
Lo vimos partir y la emoción todavía se anidaba en nuestra garganta y en alguna lágrima furtiva.
Seguimos comiendo y platicando de la vida.
Entonces, la mesa donde estaba Ana de la Reguera se levantó. Tomé mi celular y me dirigí a ella:
—Disculpe Ana, ¿me permitiría grabar un mensaje con usted? Soy de Xalapa...
—No, mira cómo vengo...
—Pero si usted es hermosa de cualquier modo...
—No, gracias.
Siguió su camino y no quise insistir. Entonces, los comensales que estaban en nuestro entorno, se dieron cuenta de su presencia y empezaron a gritarle: “¡Ana! ¡Ana!” Estando en la puerta del restaurante, volteó y saludó a una mesa y un parroquiano, de otra mesa le gritó: “¡A mí, Ana, aquí!” y también lo saludó y desapareció.
Yo ya estaba en la mesa y me preguntó mi esposa que por qué no había aceptado el mensaje. Y le expliqué. Me preguntó si estaba molesto y le dije que no, sino que pensaba en lo que eran las cosas: Tuvimos a dos grandes artistas a nuestro alcance y una de ellas pensó en su apariencia y rechazó grabarnos un mensaje y otro, nos brindó el mejor de sus mensajes regalándonos un día para nunca olvidar... porque Artemio es seguro que siempre esté con nosotros. “Veniste a hacernos felices”.
e-mail: dor00@hotmail.com
twitter: @cainito
3 comentarios:
Genial experiencia la que nos cuentas, y de verdad muy significativa. Que maravilla que Don Artemio siga vivo. Gracias por compartir.
Acaba de morir el gran Artemio
http://plumaslibres.com.mx/2013/11/28/muere-artemio-y-sus-pies-descalzos-victima-de-cancer/
Yo tuve la dicha de alternar con el en córdoba cuando lo andaban promocionando que lindas canciones pero su personalidad fue lo que más me llamo la atención. Se nos fue un grande. Y nace su leyenda. Artemio el de los pies descalzos.
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