lunes, 20 de diciembre de 2010

¿Grinch económico?

Arturo Reyes González
Burladero

Hasta este momento (diciembre 2010) no recuerdo las principales razones por las que no me gusta la navidad, son -y deben serlo- varias, son una buena cantidad y de distintos tipos, tantas que no me he dado tiempo para enumerarlas ni enlistarlas. Pero, bueno.
No critico la temporada por motivos religiosos, soy bautizado en la fe cristiana de la iglesia católica y aunque no voy cada domingo a misa como mi madre -y creo que tampoco he ido a la adoración del santísimo-, digamos que estoy en la categoría de creyente y arrepentido; esto es, me acuerdo de Dios siempre que tengo problemas, no recurro a la brujería, ni las cartas, ni el café y si me acuerdo me persigno por las mañanas y muy seguido doy gracias a Dios por todo lo que nos da.
Desde hace varios años he pensado que diciembre es una de las peores épocas del año porque para mi se llena de hipocresía y consumismo. No sé si soy demasiado severo al tachar a muchos humanos de hipócritas, pero creo que una de las razones por las que lo pienso es porque no puede ser que quizá 355 días, 350 días del año se puede ser un perfecto “hijo (a) de su que barbaridad” y los últimos días de cada año esa misma gente se transforme y desee bendiciones para todos, amor, paz, regalos y para bienes. (A lo mejor sólo son malos distribuidores del afecto).
Así es que de repente resulta que ya se acordaron que son personas, que tienen familia, que existe el bien y que se puede aspirar a ser mejor a través del arrepentimiento y las buenas acciones. ¡Ah, mire usted!
Por el otro lado, el consumismo. Buscando información en la red encontré algo que plasma claramente lo que creo al respecto: Mire, resulta que un académico de la Universidad de Pennsylvania, Joel Waldfogel, se ha dedicado a estudiar el comportamiento económico en Navidad y ha llegado a las siguientes conclusiones (a ver qué le parecen): “las compras navideñas son un momento máximo de irracionalidad colectiva”. Allí se destruye más riqueza que en ningún otro momento del año.
El año pasado, Waldfogel publicó un libro llamado Scroogenomics El nombre del libro viene de Scrooge, un personaje miserable creado por escritor inglés Charles Dickens para hacer sufrir a todos los niños en la novela Un cuento de Navidad. Este académico hizo cientos de encuestas para averiguar cómo procesa la gente los regalos en Navidad.
El que regala aspira, como mínimo, a obtener agradecimiento a cambio. El que recibe no otorga ese agradecimiento en automático. Un porcentaje mínimo puede llegar a sentirse ofendido, si el regalo expresa un juicio de valor erróneo. (claro no lo tome al pie de la letra y trate de aplicarlo a su caso personal) .
Waldfogel pone en duda, incluso, la idea de que la Navidad sea buena para la economía por la derrama económica que genera.
El gasto ineficiente no ayuda a la economía, afirma, y la Navidad nubla el buen juicio. Quizá sea el efecto del arrepentimiento de lo no realizado en el año, los tamales, dulces y ponche de la temporada, o el hecho de tener más dinero, pero a final de cuentas el hecho es que somos más lúcidos en otros momentos del año.
Gastar en tener que dar regalos porque así se acostumbra en la temporada; no, creo que administrar es lo mejor. Administrar las finanzas, administrar el cariño, las ganas de hacer el bien, de arrepentirse para todo el año.

argo_reyes@hotmail.com

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