martes, 22 de febrero de 2011

Ese sabor en la boca

Salvador Muñoz
Los Políticos

Dice Spawn que todos nacemos con el sabor de la sangre en la boca... aunque con el tiempo, se borra ese extraño “bouquet”.
Spawn es el personaje de un comic que personifica a un hombre que regresa del infierno para ver de nuevo a su mujer, después de hacer pacto con uno de los demonios, Malebolgia.
En dicha historieta, se venera al libre albedrío en el hombre para decidir en hacer bien o mal. Es un cuento oscuro, tenebroso, hasta cierto punto permea miedo.
Similar miedo al que me envolvió cuando escuché la historia de Lucero Gómez Méndez, joven de quince años, que narra una historia igual de oscura, tenebrosa, impactante como las que rodean a Spawn, sólo que con una diferencia... la de Lucero es real.
La joven de quince años, vecina de Las Choapas, denunció a su padre ante el temor de que la “vendiera” o “intercambiara” con un vecino por unos borregos.
Si bien la denuncia no justificaba por sí la detención de su padre, los argumentos que da para hacer valer su temor, fueron suficientes para que la Agencia Veracruzana de Investigaciones lo buscara y aclarara los señalamientos que hizo su hija:
Hace un año y medio, supuestamente confundió a su hijo de ocho años con un tejón y le dio un escopetazo. Lo enterró clandestinamente...
Después, Jonás Gómez Mendoza, nombre del padre de Lucero, llevó a una mujer de nombre Hilda, a vivir con ellos. La mató por celos, pues aseguraba que lo engañaba con otro.
A la hija de Hilda la ahogó en un río y la enterró cerca de la casa.
A una bebé, la hermana más chica, porque lloraba, le asestó un golpe en la cabeza y también sepultó cerca de la casa.
Ahora, pretendía “vender” o “cambiar” a su hija, única sobreviviente, por unos borregos... y Lucero lo denunció.
Jonás aceptó todos los homicidios.
Sí, es cierto que todos nacemos con el sabor de la sangre en la boca, pero, conforme crecemos, surgen líneas, cordones, franjas invisibles que, ya sea por nuestros padres, escuela, amigos, sociedad, nos dicen una cosa muy sencilla: no ofendas, no ataques, no golpees, no agredas, no mates, no hieras porque es malo.
Pero, ¿qué obliga a personas como Jonás o al taxista Fabián Antonio Ramírez Vargas (hombre que disparó contra su pareja y suegra) a cruzar esas líneas?
En una entrevista perfecta de Frida Mazzoti, da a conocer que Carlos Manuel Cruz Meza, investigador que impartirá del dos de marzo al 14 de mayo, el primer Diplomado en Cidiología (estudio de los asesinos, sus métodos, conductas y características) en la que es posible que allí, se dé respuesta a la interrogante anterior.
Carlos Manuel le da un título sugerente a su diplomado: “Monstruos entre nosotros”, bajo la tesis de que los hombres lobos, vampiros, ogros y demás mitos que impregnaban a nuestros pueblos, ahora son sustituidos por personas de carne y hueso, tan comunes y tan corrientes como cualquiera, que pueden pasar desapercibidos, estar junto a nosotros, platicar con nosotros y hasta dormir con nosotros... y un día despertar.
Será interesante conocer sus comentarios... aunque, no sé si usted lo haya notado en el ambiente... hay un extraño aire que rodea a un fuerte sector de nuestra sociedad... ¡no, no jarochos! no es el “coque”... tampoco es el smog... hay cierto aire de resentimiento social en muchos de nuestros pobladores.
El grafitti no es una muestra de identidad, sino de odio a una pared limpia... el rayón con navaja o llave al carro es envidia al que tiene por el que no tiene... observe la mirada del que camina en sentido contrario... a veces la oculta... a veces está lleno de furia... cuántas veces no ha sentido miedo cuando ve aproximarse a un “desarrapado” con intenciones de hablarle... cuántas veces no ha sentido desprecio por quien pide limosna... hasta yo he sido víctima de ese aire de resentimiento cuando veo a un carro arriba de la acera y me obliga a bajar a la avenida con ganas de poncharle las llantas y escupir el parabrisas...
¡Hey! Pero no sólo son “Nosotros los pobres”. Ahí tienen a los “Ricardos” a través de la Coparmex de Xalapa, señalando a las colonias pobres de esta ciudad, nido de delincuentes y asaltantes de tiendas de autoservicio. Encasillamos a unos y condenamos a otros.
También no se salvan nuestros funcionarios y políticos, que si bien, no asaltan, no asesinan, no ultrajan, pero sí roban, sí desvían recursos, si explotan a la gente, la engañan, por lo que vienen a complementar parte de ese enrarecimiento en el ambiente.
Es como si de repente, algo dentro de nosotros estuviera rompiéndose. La conciencia del bien común se desvanece; el deseo de ayudar, desaparece; la bondad se quiebra... para dar paso a un depredador deseoso de sembrar terror para no convertirse en presa...
Si no ha percibido ese aire raro en el ambiente, lo invito a que pase la lengua por sus labios... tenga cuidado si siente algo de placer extraño... recuerde que todos nacemos con el sabor de la sangre en la boca...

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