miércoles, 11 de mayo de 2011

Trascender

Salvador Muñoz
Los Políticos

Trascender es un gusano inmerso en nuestro ser que se retuerce en algún momento de nuestra vida. Por eso, hay quien piensa en su vida que tiene que sembrar un hijo, escribir un árbol y tener un libro o algo así.
Cuando voy a Orizaba y me paro en el marco de la puerta, veo aún en la pared del vecino una palabra que escribí después de pintar la puerta hace 26 años: “Fox”. Mi ícono de identidad en la secundaria era un zorrito al que más tarde bauticé como Bari.
Por supuesto, de nada sirve la trascendencia si nadie se interesa en mi “Fox”. Nunca alguno de mis sobrinos ha preguntado por esas líneas de pintura desgastadas sobre la pared de tabiques.
Usted lo ha de haber hecho. Algún árbol sufrió los navajazos de su pasión para plasmar un corazón con el nombre de su amada y el suyo. O a lo mejor aún esté la marca de ese zapato que pisó el cemento fresco de una banqueta.
Hay quienes conservan un recorte de periódico de cuando, en su juventud, sin querer, salió en la foto de algún evento político, social o policiaco... de cierta forma es trascendente.
O como el caso de Higashi, un compañero de Letras que declamó un poema que olvidé a excepción del primer verso: “Al amar, la mar me lleva...”
Bueno, pero esas formas de trascender son propias en los simples mortales como usted o como yo...
En nuestra política, la trascendencia se vuelve continuidad o perpetuidad... cacicazgos, dirían otros.
Callejitas junior podría ser un buen ejemplo, desde su tío-abuelo, su padre y ahora él.
La “trascendencia” igual podría darse en aquellos políticos conocidos como “chapulines”, que saltan de puesto en puesto en aras de vivir del presu-puesto. Ustedes los conocen, porque cada elección o nueva administración, aparecen o siguen en las oficinas como si fueran parte del inventariado político.
Hoy, la trascendencia, perpetuidad, continuidad o cacicazgo, como usted quiera verlo, empieza a notarse en algunos factores, por ejemplo:
Héctor Yunes diciendo que le ve espolones a Fidel Herrera como candidato a la senaduría... de cierta forma anuncia el deseo del de Nopaltepec por permanecer, estar presente, vigente, aun cuando el sistema financiero del gobierno estatal esté colapsado por la forma en que administró, de acuerdo a la perspectiva de Miguel Alemán.
¿Los veracruzanos estarían dispuestos a ser parte de la continuidad de Fidel Herrera en un cargo de representación popular? Posiblemente no, pero para eso están las pluris.
¿Otro caso? Qué le parece el presidente Felipe Calderón Hinojosa semi-destapando a su mujer como candidata.
En reciente entrevista que la jarocha Ana de la Reguera hace al presidente, en su debut como reportera en la revista “Quién”, destaca esta pregunta:
--He tenido la oportunidad de pasar un tiempo con Margarita, creo que ha realizado un excelente trabajo como primera dama, muy discreta. ¿La ve usted como futura candidata? Porque le queda chico todo su rol tradicional.
--Margarita es una persona muy inteligente, muy buena persona, noble, sencilla, tiene todos los atributos… y la verdad sí la veo como candidata. No ahora, evidentemente, hemos hablado de eso, pero sí en el futuro.
La pregunta y respuesta ahí quedan.
Es obvio el interés de los Calderón-Zavala de mantenerse vigentes después del 2012... claro, astutamente, no sé si de la entrevistadora y el entrevistador, ninguno cita o precisa el sentido de la palabra clave: ¿Candidata a qué? Aunque lo único seguro es que a “Señorita México” no la postularían.
Pero la trascendencia no sólo es personal... a veces también es de equipo (no, Callejitas, no tu Equipo Político), de estafeta, de ceder lugares y espacios a los demás o a alguien en especial...
Un hombre previsor, conocedor de la política, de sus tiempos, espacios y circunstancias, debe tener listo todo para cuando se dé el gran cambio, no importa que apenas esté empezando a ejercer su poder.
El asunto es ¿cómo?
Por poner un ejemplo cualquiera, no porque sea, supongamos que yo fuera el gobernador... “supongamos”.
¿Qué haría para perpetuar el poder en mi grupo? Fácil, apoyándome con los alcaldes, por principio. Sí, lo sé, hay un ligero problema. La administración de los alcaldes dura tres años y si hacemos cuentas, cuando acabe este sexenio, también acabarán su administración los presidentes municipales que de seguro estarán más preocupados por dejar lo más ordenado que sea el changarro (para evitar la cacería de ex ediles como lo hizo el gobernador al inicio de su sexenio,) que por ayudar al candidato del partido en el poder.
Entonces, para ello, por principio, trataría de desempatar los ciclos de los próximos presidentes municipales con el del Gobernador. ¿Cómo? Agregándole un año más a la futura alcaldía. Logrando eso, debo asegurar arrollar en las próximas elecciones municipales para que se garantice el mayor número de ediles a favor del partido en el poder.
Cumpliendo mi objetivo, entonces, podré afianzar a mi próximo Delfín ¡o Cisne! (ya ve que el funcionario no deja de ser un “zoon politikon”) y darle perpetuidad, continuidad o cacicazgo a mi grupo... ¡in saecula saeculorom!
Bueno, pero esto último no deja de ser un simple “supositorio” que sólo los políticos pueden tomar como tal...
Lo bueno es que la propuesta de los cuatro años para los alcaldes dista de mis “supositorios”: es para que tengan más tiempo de proyectar, hacer y concluir todas las obras que en tres años, no podrían terminar, y por lo mismo, trascenderían como alcaldes ineptos y no ejemplares, como todo político quisiera ser recordado.
En fin... que nadie escapa en algún momento de su vida a ese “méndigo” gusano inmerso en nuestro ser que se retuerce con tal de trascender.

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