miércoles, 28 de septiembre de 2011

El avión

Salvador Muñoz
Los Políticos

Llega el piloto a su primer vuelo. Sube al majestuoso 747. Entra a la cabina. Se sienta en el lugar que le corresponde, de Capitán y de repente, solicita que le apaguen la computadora, así como el radar y toda radiocomunicación... casi casi que le dejen el poderoso Boeing en manual, en sistema mecánico. Espantados, sus asesores le dicen: “Señor... pero... ¿no es muy riesgoso?”
El novel capitán responde: “Mi abuelo, que perteneció al escuadrón 207, me decía que para pilotar un avión había que sentirlo, tomar el timón, sentir la vibración, su fuerza”...
A lo que contestan los asesores: “Entendemos, señor, pero... ¿qué hay de los 628 pasajeros que se encuentran a bordo?”
—Si no les gusta, ¡que se bajen!
Más o menos es el cuento de Manlio Fabio Beltrones que ayer platicó en El Mañanero, respecto a la actitud que por lo regular toman los hombres en el Poder. Les gusta sentirlo, palparlo, su vibración, su fuerza y a veces se olvidan de los asesores, de los recursos con los que cuentan para manejar el poder y lo peor de ello: Se olvidan de los pasajeros.
Es cierto...
Reporteros, columnistas, gente, pueblo, colonos, vecinos... ¿se acuerdan de cómo eran sus candidatos?
Siempre tenían una sonrisa que darle, un oído para escucharlo, un abrazo cálido, una despensa, una gorra, un recuerdito, un mandil, un espectáculo, brigadas de salud, vaya... eran una cosa que parecía que eran “de a devis”... era cuando nuestros candidatos nos necesitaban.
Pero una vez que llegan al poder, se quedan chimuelos: ya no hay sonrisas. Perdieron el oído... ya no escuchan. ¿Abrazos? Sólo tomen mi mejor ángulo y tráiganme perfume o loción. Las despensas ya no son para todos: sino “para los que realmente las necesitan” y piensan nuestros gobernantes que nosotros los necesitamos a ellos.
Ya sean presidentes, gobernadores, alcaldes, diputados o senadores, se trastocan. Una vez en el poder se vuelven de otra especie. Son incapaces de soportar la crítica porque lo toman de manera personal. Es decir, piensan que atacan a “Juan Pérez” no a lo que representa y muy conchudamente son capaces de decir: “Me valen las críticas” sin darse cuenta que éstas están enfiladas al sistema administrativo que realiza; al sistema político que representa; al sistema electoral que habrá de exponer en el próximo año... entiendan: No se critica a “Juan Pérez” sino a todo lo que representa como político, como funcionario, como servidor público.
Y cuando eso sucede, cuando hay un mar de críticas (unas, con fundamento... otras, igual y la mayoría, con mucho argumento, provocadas por yerros propios de un piloto que quiere manejar un 747 como el abuelo le decía), las palabras del periodista Mario Campos, entresacadas de la memoria, son más que certeras: Hay que replantearse toda la política de comunicación: tender puentes con los periodistas, reconciliarse con los ciudadanos que participan en las redes sociales y que pueden ser los ojos y oídos de las autoridades así como trabajar en construir un capital de credibilidad que le permita interactuar con todos los actores dentro y fuera del Estado.
Sólo así, es posible entonces que el Capitán del avión haga caso de prender la computadora, el radar, la radiocomunicación y no nada más despegar el avión, sino preguntarle a los pasajeros, a dónde quiere que los lleve el avión.
Sí... nadie dijo que ser Capitán era fácil... mucho menos manejar un avión aunque más sencillo es hacerlo “volar”. Lástima que a nuestras autoridades les guste darnos más del avión.

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