jueves, 10 de noviembre de 2011

Corresponsabilidad

Arturo Reyes González
Burladero

Los hemos visto ir y venir, hablar, sonreír, prometer, hasta hacen como que nos escuchan y dialogan con nosotros, juran entender nuestra situación y no dudan en comprometerse, “una vez que llegue, si su voto me beneficia, si cuento con su respaldo, si me contrata para representarle…” deben ser sus más comunes y hasta parecieran estudiados diálogos de respuesta.
Son nuestros políticos, esos que prometen y prometen y que la mayoría de los ciudadanos asegura repeler, por lo que en prácticamente todas las encuestas, sondeos y estudios serios aparecen como los personajes públicos peor calificados y con una imagen deplorable, pero que cada periodo electoral se aparecen o regresan, según sea el caso, para pedir votos y me atrevo a asegurar que en la mayoría de los casos lo consiguen.
¿Cómo es eso posible? Esa es la pregunta que hoy lanzo intentado mover a la reflexión.
¿Cómo es posible que ciudadanos de todos los estratos sociales, de todos los niveles económicos, de zonas tanto urbanas como rurales vuelvan a confiar en los políticos una y otra y otra vez, a pesar de ser víctimas de la desilusión y el desengaño, del incumplimiento?, ¿o no?
¿Acaso es porque son personas de una fe enorme y aunque el político no haya cumplido con sus promesas de campaña, o incluso no haya regresado jamás a su región natural y menos le haya vuelto a tomar una llamada telefónica, sea para un saludo, una consulta, una gestión o un apoyo, ellos vuelven a confiar?
¿Quién hace a los políticos? Me parece que los votos y los ciudadanos, que son quienes lo emiten por tal o cual partido o candidato. Pero, si son los ciudadanos quienes tienen el poder de llevar a alguien a ocupar un puesto de elección popular a través de su sufragio, entonces, ¿por qué a la siguiente oportunidad (elección) vuelven (volvemos) a caer en las “redes del engaño”?
Hay algo que no cuadra en todo esto. O esos candidatos que quieren nuestro voto son demasiado buenos para la mentira, la estafa, el choro mareador o hasta la hipnosis, que han podido engañar a la gente una y otra vez, o de plano los idiotas somos nosotros. ¡De plano!
Y así podemos seguir con una serie de preguntas básicas: ¿Cómo le hacen?, ¿por qué lo hacen?, ¿para qué?, hasta llegar a una triste y real conclusión: Porque la gente, los ciudadanos, el pueblo se los permite y nos resulta más fácil echarles la culpa de todos nuestros males, maldecirlos y criticarlos sin ton ni son cuantas veces podamos y cargarles los males que nos aquejan.
Ah, pero qué buen tema de conversación resultan cuando se enfrascan en teatritos baratos en la Cámara de Diputados, qué buen show mediático el que nos ofrecen cuando evidencian su 90% de alcohol y 10% de botana, cuando el diputado priista Chuayffet arremete contra el diputado panista Corral o realizan, literalmente, alguna de sus graciosadas, que nunca faltan.
Ojo, no los libero en ningún momento de sus enormes responsabilidades y en las cuales continúan fallando, pero llevamos parte y parte y mientras nosotros continuemos poniendo la nuestra, nuestro voto, nuestro sufragio a cambio de su promesa, de su despensa, de su mandil, llavero, encendedor, cubeta o tortillero, el teatrito también continuará.
Ellos hacen como que trabajan (en algunos casos legislan) y nosotros hacemos como que nos molestamos.
Hay que recordar aquel dicho que reza que no tiene la culpa el indio, sino quien lo hace compadre.
Finalmente, rescato unas palabras del político panista Diego Fernández de Cevallos, el “Jefe Diego”, al participar en el marco de la presentación del ensayo “El futuro es hoy ¿para qué queremos ganar?” del pre candidato del PRI a la presidencia, Manlio Fabio Beltrones, en el Palacio de Minería de la ciudad de México.
“Pocas veces los políticos se atreven a criticar el comportamiento de la sociedad. Hablan y actúan en nombre de ella. Prometen el oro y el moro a cambio del voto ciudadano. Ni por asomo mencionan nada que parezca negativo. Sienten que es como darse un tiro en el pie”.
Y agregó: ¿Por qué en política se considera excepcionales a un hombre o una mujer que honren su palabra? La respuesta fue: “Porque eso mismo sucede en la sociedad. La gran mayoría de la población no se siente obligada a cumplir su palabra en tratos o negocios”. ¿Qué opina usted?

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